La intimidad de una travesía con Jacques Cousteau
Grégoire Koulbanis estuvo diez años trabajando con el científico francés
ROSARIO.- Salir en una expedición con el equipo de Jacques Cousteau. Una fantasía que muchos tuvieron alguna vez. La televisión mostró el trabajo del oceanógrafo francés como lo que realmente fue: una aventura apasionante.
¿Cómo no imaginar, entonces, que se puede ser uno de los integrantes de la tripulación del legendario Calypso? Imposible. La tentación es muy grande. Incluso para los que, como Grégoire Koulbanis, cumplieron el sueño.
"Conocí al comandante como todo el mundo, a través de la televisión, siendo muy chico. Me impactó tanto que me propuse que algún día yo iría con él. Tuve la suerte que muchos otros no tuvieron. Aún hoy me cuesta creer que haya podido hacerlo", recordó en una charla con La Nación Koulbanis, quien durante diez años fue uno de los afortunados miembros del grupo que comandó Cousteau en sus expediciones científicas alrededor del mundo.
"Para ser parte del grupo es indispensable estar formado en más de un área. ¿Por qué? Simplemente, porque los equipos son muy reducidos. En el terreno es necesario cumplir más de una actividad y hay que ser capaz de hacer el trabajo con eficiencia", explicó Koulbanis, experto en buceo que posee maestrías en áreas tan diferentes como gestión comercial, geografía, economía social y ecología.
"También es indispensable tener experiencia profesional, porque cuando se está en una misión hay tanto para hacer que no queda tiempo de ocuparse de instruir a un novato", añadió el científico, de 38 años, que visitó esta ciudad para hablar sobre defensa del medio ambiente.
"Además, es muy frecuente que se trabaje solo y no se tiene oportunidad de preguntar nada: es indispensable que uno pueda valerse por uno mismo."
-Los documentales de Cousteau enseñaron a amar a la naturaleza a varias generaciones. ¿Cómo es eso en vivo y en directo?
-La televisión es muy diferente de la realidad, porque los equipos que se utilizan para registrar imágenes limitan las posibilidades de mostrar el mundo tal cual es. Estos documentales demostraron que es posible recrear la realidad de un modo atractivo sin necesidad de deformarla. Es más, esto siempre fue su principal premisa de trabajo. Es imposible mostrar un paisaje con el objetivo de una cámara. Lo más fácil es tomar una parte, que puede no ser representativa, y hacerla pasar por el todo. Pero eso es, precisamente, lo que siempre se intentó a toda costa evitar.
-La realidad, ¿fue mejor o peor de lo que se vio por televisión?
-A veces ha sido mejor y otras, no. En general, me sentí conforme con la versión que mostró la televisión. Siempre se siguió una regla estricta: no exagerar, ni poner énfasis en aspectos secundarios sólo para que las historias sean más atractivas para el público. Esa nunca fue nuestra filosofía. Muchas veces sucede que las investigaciones se abordan con una idea predeterminada y cuando se está en el terreno se hace todo lo posible para tratar de ajustar la realidad a esas ideas. No es nuestro caso, sencillamente porque lo único que nos interesa es comprender la realidad, no falsearla.
-La televisión, sin embargo, mostró el trabajo del equipo de Cousteau como una aventura.
-La aventura siempre fue la pimienta de la historia. Pero puede tomar formas muy distintas, dependiendo del lugar, de los objetivos de la misión, de los imprevistos a los que haya que enfrentarse. Por ejemplo, en la última expedición en el mar Caspio la aventura no fue científica ni tampoco física, sino de otro orden: superar las barreras administrativas. El mar Caspio está rodeado de cinco países y eso genera complicaciones inimaginables. La mayor parte del tiempo nuestra atención estaba puesta en si habíamos entrado en la jurisdicción de uno u otro país para no violar ninguna regla.
-¿Cómo hacen para que la política no interfiera en el trabajo?
-En nuestro espíritu no hay fronteras. Para nosotros, todas las fronteras no son más que arbitrarias, por eso se las llama fronteras políticas. La contaminación, por ejemplo, trasciende los límites políticos y pone en riesgo al mundo entero. Algunas veces no nos queda más remedio que pasar de largo las fronteras. ¿Cómo hacemos? Sencillo, hacemos como que no las vemos, jugamos al gallito ciego. A veces, eso nos trae algunos problemas, pero, bueno, vale la pena correr el riesgo.
-¿En qué lugar se ubica la defensa del ambiente entre las prioridades de los gobiernos?
-Hasta hace poco la ecología no era importante para los gobiernos, pero la situación cambió. Poco a poco han empezado a tomar conciencia y lo harán más si la gente continúa sensibilizándose sobre el problema. Hay un lazo, una relación de causa-efecto, entre la toma de conciencia de la gente y las decisiones políticas. Por lo tanto, es importante contribuir a crear conciencia sobre los peligros que conlleva dañar el ambiente.
-¿Qué diagnóstico puede hacer de la situación en la región?
-Por ejemplo, del río Paraná puedo decir que está en una situación muy positiva, similar a la de 20 o 30 años atrás en Europa. Pero, ¿seguirán los malos ejemplos europeos o aprenderán de los errores y se orientarán en el buen camino? En Europa occidental se ha destruido la mayor parte de los recursos naturales. El gran desafío es evitar llegar a esa situación.
-¿El avance de la ciencia contribuirá a resolver los problemas del ecosistema?
-Sí, siempre y cuando se reflexione, se tenga una visión crítica sobre la dirección en la que se oriente el desarrollo científico. No hay ninguna duda de que lo más importante es la conciencia. Ni la ciencia ni la técnica van a salvar el mundo, eso está claro.
-¿Qué le enseñó Cousteau?
-Siempre mirar hacia el futuro. No hay que olvidar el pasado; es más, hay que aprender a apoyarse en el pasado para avanzar hacia el futuro, pero jamás hay que vivir de la nostalgia. Cousteau era un visionario, pero también un hombre curioso. Haber trabajado con él me sirvió para darme cuenta de que no hace falta que suceda nada extraordinario para que la vida sea interesante.
La hora de la nostalgia
Cuando salen en expedición, los miembros del equipo de Jacques Cousteau suelen pasar largo tiempo en lugares exóticos, pero muy alejados de los afectos. La duda sobre cómo pueden soportarlo surge en forma espontánea. "Hace un año y medio, cuando estuvimos en Siberia, las autoridades de un pequeño poblado nos pidieron que fuéramos a una escuela para charlar con los alumnos. Eran niños de entre ocho y diez años y la primera pregunta que nos hicieron fue directo al grano: ¿cómo es que ustedes, señores, pueden partir sin mujeres?, nos disparó sin miramientos uno de los pequeños", recordó divertido Koulbanis, y agregó: "Cuando se emprende una larga travesía sólo es inevitable extrañar a la mujer, a la familia, a los amigos, pero en las expediciones hay tanto que hacer que queda poco tiempo para pensar en otra cosa que no sea el trabajo. El problema a veces surge cuando ya no queda nada para hacer; ahí es cuando la nostalgia es más fuerte. El secreto, entonces, para no pensar en eso es estar siempre ocupado, ocupado, ocupado..."