La infancia es juego: chicos divirtiéndose en casa
Propuestas caseras. Experimentos, recetas, instrumentos musicales y técnicas de arte, con instrucciones de expertos para celebrar la niñez a lo grande
¿Cuántas veces los chicos se aburren –hasta la desesperación– si no tiene un dispositivo entre sus manos? Consolas, tablets, teléfonos, anteojos de realidad virtual, la compu… Todos estos recursos vinieron a ampliar horizontes y a permitirnos llegar cada vez más lejos, de formas más variadas, insospechadas hace tan sólo unos años. La tecnología es una llave privilegiada, no un problema.
El problema es, cuando en nombre de lo tecnológico, se borran otras formas de diversión, como si nada que no tenga cable o batería pudiera ser eficaz para divertir a un niño. Entonces, en una oda a la coexistencia, les proponemos tener alternativas y, sin abandonar los aparatos, cada tanto variar: mirar alrededor, usar cosas que hay al alcance en casa para hacer juegos maravillosos. Para eso, cuatro profesionales usan sus conocimientos y los aplican en instrucciones de juegos muy simples, que funcionan. La diversión está garantizada.
Magia en la cocina
Por Juliana López May. Cocinera y divulgadora
Con muy pocos elementos se puede armar una merienda riquísima. Y que la preparación sea un juego en sí mismo. Porque… ¿a quién no le encanta meter las manos en la masa un rato? Aplastar, estirar, enrollar, hacer formas y deshacerlas… Así que les propongo cocinar pancitos de queso.
Primero, tienen que mezclar en un bol los ingredientes secos: 300 gramos de harina 0000, 200 gramos de maicena y 1 cucharadita de sal. Después le agregan 300 gramos de quesos cortados chiquitos (pueden elegir los que les gusten y más de una variedad también: mozzarella, parmesano, fontina). Con la mezcla, arman una montaña en la mesada y le hacen un hueco en el medio. En ese pocito ponen 1 cucharadita de levadura y un chorrito de agua tibia (de la canilla). Ahora, empiezan a amasar, tirando harina de los bordes hacia el centro. Van incorporando todo hasta lograr un bollo y siguen amasando hasta que la masa esté blanda y lisita. Si ven que no se llega porque está muy seca, van poniendo agua muy de a poquito. Ahora le dan la forma que quieran a los pancitos: bolitas, estrellas, palitos, letras: a mis hijos les encanta formar palabras. Con la ayuda de un adulto, lo llevan en placa a horno bien caliente durante 20 minutos. Y listo. Para acompañar con un hela-licuado exquisito, pueden exprimir dos naranjas, ponerles miel, un puñado de frutillas licuadas y llevar un rato al freezer en moldes de helados de palito.
Requisitos para ser chefs
Estar dispuestos a ensuciarse... y también a limpiar todo después.
Tener un poquito de hambre. Siempre se cocina mejor con ganas.
Probar. Hay que estar abiertos a experimentar nuevos sabores, sin miedo.
Lavarse las manos. Antes de empezar, ¡siempre!
Repetir la norma básica. No pasa nada si sale mal.
Mini luthiers en vivo
Por Mariana Baggio. Música, compositora, docente. Autora de los discos Barcos y Mariposas
Señorines y señorinas, les propongo construir un instrumento que se llama cazoo. El secreto es que no se sopla como un instrumento de viento aunque se ponga en la boca de la misma manera que una flauta, sino que para hacerlo sonar, hay que cantar. Al cantar, el aire hace vibrar el nylon, y da un sonido muy divertido y raro. Por eso no hay que poner el dedo sobre el nylon, ya que no permitiría que vibre. Cada persona logra con el cazoo un sonido diferente, porque cada voz es diferente. A veces, jugar con la voz da un poco de vergüenza, es por eso que me encanta hacer música con cazoos. Es como una máscara de la voz, que la distorsiona, la transforma y la hace más loca. Es divertido probar nuestra voz muuuuuy aguda o muuuuuy grave con el cazoo, subir, bajar como dibujando en el aire con el sonido. También, cantar canciones que conocemos, pero esta vez con esa voz extraña que nos sale a través de nuestro nuevo instrumento. Si somos muchos los que tenemos un cazoo, podemos jugar a que alguien, con los ojos cerrados, trate de adivinar quién de todos está cantando con el cazoo. Es bien difícil reconocer las voces así. A ver, a ver, ¿quién descubre cómo se hace el sonido de una moto, de una vaca, de un mosquito, de un teléfonos, de una licuadora y quién descubre otro? Y si en casa, algún hermano, papá o mamá sabe tocar la guitarra o el piano, prueben hacer un dúo con alguna canción que les guste. Queda buenísimo y dan muchas ganas de cantar. ¡Qué se diviertan jugando con los cazoos y feliz día del niño!
Instruciones para fabricar el cazoo
A un pedacito de manguera de unos 7cm, le hacemos con cutter (y la ayuda de un adulto) una ventana de 1 cm x 1 cm a más o menos 1,5 cm de uno de los bordes. Recubrimos la ventanita con un trozo de bolsa de nylon, buscando que quede bien tirante. Para darle color al instrumento podemos pegarle a la manguera cintas de electricidad que vienen en rojo, verde, azul. Es importante que la cinta no se meta dentro del hueco de la ventana. Esta sólo tiene que estar tapada por el nylon. Y es importante también que la ventana quede bien cerrada para que no se escape el aire. Listo: ese es el cazoo. Ahora… ¡a hacerlo sonar!
La naturaleza en un print
Luján Cambariere. Autora de El alma de los objetos y directora de Ático de diseño
En mi escuela de diseño, tenemos muchos talleres para niños y hay uno que amo porque surgió de forma natural, justamente experimentando para crear cosas nuevas, es “Impresión naturaleza”. La mecánica es la siguiente: tienen que salir a la calle o al jardín y dejarse sorprender por el siempre incomparable diseño de hojas o plantas, cuanto más nervaduras o relieves mejor, y llevarlas a casa. Luego con pintura para tela y un rodillo van colocando pintura en cualquiera de sus lados y la apoyan –estampan– en papel o tela. Nos ayudamos en la pasada con un trapo, para no mancharnos y para que la estampa sea prolija, siempre con la dirección y fuerza de la mano para un mismo lado, usando la mano como si fuera una racla de serigrafía. Ahí empezamos a jugar creando infinitas composiciones porque nada es comparable con el poder y belleza de la flora. Me encanta esta técnica no solamente porque es lúdica, fácil y práctica, sino porque nos obliga a poner la mirada en la creación más bella de todas e insuperable, la naturaleza.
El juego es un proceso
Daisetz Suzuki, introductor del zen en Occidente, señala el valor absoluto de la experimentación. En ¿Qué es el zen? explica: “El ser humano es una máquina de pensar, pero sus mejores obras las realiza cuando no calcula, ni piensa. Hay que restaurar las cualidades que poseíamos cuando éramos niños y, a través del arte de olvidarse-de-uno-mismo, volver a ser como niños”.
Recuerdos de la abuela
Aída Daitch. Arquitecta y artista plástica
Soy hija de inmigrantes polacos, tengo 80 años, tres hijos y seis nietos, con quienes solemos encontrar momentos para construir objetos y divertirnos juntos. Hacemos casas de cartas, cartas de memo, estructuras para colgar hojas... En las diferentes escuelas a las que fueron, les enviaron preguntas para los abuelos que respondí una y otra vez.
- 1¿Con qué jugaban?
Con elementos muy sencillos de origen casero, lo que encontráramos lo transformábamos en juguete. Frente a mi casa, en los galpones de la estación de trenes, había muchos tornillos grandes que juntábamos de a cinco y construimos cajas de quintillizas, agregándoles simples polleritas de tela.
- 2 ¿Tenían muchos juguetes?
No, nos interesaban más los juegos que los juguetes. Saltar la soga, la escondida, el arroz con leche, el huevo podrido, la rayuela, el tinenti que en verano se hacía con cinco carozos de durazno, lijados y encerados por nosotros mismos.
- 3 ¿Compraban o hacían los juguetes que usaban?
Un poco y un poco. Mi tío Gregorio, carpintero de Varsovia, construía en su taller objetos maravillosos para jugar y a nosotros nos interesaba imitarlo. En grupo, diseñábamos barriletes complicados y hermosos.
- 4¿Había juguetes a pila o automáticos?
Había autitos, avioncitos, trompos que funcionaban a fricción, a cuerda, eran para los varones.
- 4 ¿Se rompían con facilidad?
Según el material, recuerdo que las muñecas de papel maché se deshacían cuando se mojaban con agua. Los de madera eran indestructibles. El material plástico apareció después de la Segunda Guerra Mundial.
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