La inclusión en el aula, una meta difícil de alcanzar
Hay barreras institucionales, aunque la ley ampara los casos especiales,El caso de un alumno de San Antonio de Padua revela que persisten las barreras institucionales
La noticia le hizo recordar un triste momento de su propia historia. Cuando Liliana Peña se enteró ayer de que un grupo de madres festejaba por chat que uno de los compañeros de sus hijos, con síndrome de Asperger, había sido separado del curso, se le hizo un nudo en el estómago. Así describe Liliana su sensación, y confiesa que a su hijo mayor, diagnosticado con un trastorno del espectro autista, también lo apartaron de la escuela privada a la que iba cuando estaba en cuarto grado. "El grupo de padres me dio la espalda, y desde el colegio nos aconsejaron que mejor lo mandáramos a una escuela de educación especial. Pero hoy va a una escuela pública en Morón, cursa sexto grado y no sólo está mucho mejor, sino que es abanderado", dice con orgullo Liliana, que no quiso denunciar al colegio porque su hija menor continúa sus estudios allí.
Si bien el sistema educativo en la Argentina es inclusivo por definición, y los derechos están garantizados en la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad [con rango institucional desde 2014], la ley nacional de educación 2026, y también la resolución 311 del Consejo Federal de Educación sobre la promoción, certificación, acreditación y titulación de estudiantes con discapacidad que están incluidos en todos los niveles, muchos padres recorren colegios que no sólo acepten a sus hijos, sino que -como dice la ley- promuevan y faciliten la inclusión.
"Una de las primeras excusas que las escuelas ponen es que ya no tienen más vacantes -dice Gabriela Santuccione, de Grupo Artículo 24, una coalición de más de 150 organizaciones en todo el país que trabaja por el derecho a la educación de todas las personas con discapacidad-. Y si aceptan al alumno, después las familias se encuentran con otras barreras durante la trayectoria escolar. Les reducen el horario de la jornada, los excluyen de algunas actividades o les piden a los padres que lo retiren del colegio si la maestra integradora falta."
Para Jimena Noziglia, directora de la ONG Amparar, "es muy importante pensar que necesitamos un cambio de cultura, de políticas y de prácticas, porque tenemos que pensar que los adultos que hoy somos padres no hemos sido educados en la diversidad, ya que el ingreso de los chicos con discapacidad al aula común es un proceso reciente, que no tiene más de diez años".
Los adultos que hoy somos padres no hemos sido educados en la diversidad. Necesitamos un cambio de cultura
De hecho, y hasta hace poco tiempo, los chicos con discapacidad no podían ingresar en el aula en las escuelas públicas porteñas con un acompañante no docente. "Había que esperar que el apoyo viniera del propio sistema, y si no había presupuesto para la maestra integradora la situación era muy compleja", recuerda Santuccione, que afirma que después de "mucho pelear" con Grupo Artículo 24, esa posibilidad hoy existe.
Geraldine Kahan es directora de Educación de Gestión Estatal de la ciudad de Buenos Aires, y detalla que la resolución a la que hace referencia Santuccione está vigente desde 2013. "Hay chicos que tienen la necesidad de un acompañamiento más de cuerpo a cuerpo. Pero de todas maneras, en estos casos siempre se trabaja en coordinación con las escuelas y los maestros, porque el modelo de proyecto pedagógico individual atiende los distintos ritmos de aprendizaje de todos los alumnos."
Por último, Cristina Lovari, coordinadora de Educación Inclusiva del Ministerio de Educación de la Nación, concluye: "Trabajamos en diálogo con las ONG para que sea un proceso de elaboración conjunta. Las normas están. Hay que hacer valer los derechos".
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