Primeros resultados: el desafío en las escuelas porteñas ante una norma para mejorar el aprendizaje y la convivencia
LA NACION visitó diversas instituciones, donde la prohibición de uso del celular en el aula puso a prueba a toda la comunidad educativa; el impacto empieza a verse
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El Ministerio de Educación de la ciudad de Buenos Aires, bajo la dirección de Mercedes Miguel, emitió hace diez días una resolución que prohíbe el uso de teléfonos celulares en las aulas porteñas. Ya son varias las escuelas del distrito que instrumentaron la medida y empezaron a relevar su impacto, según constató LA NACION durante una visita a distintas instituciones.
En la Escuela de Educación Media 6 del distrito escolar 19, en Villa Soldati, su director, Martín Ortiz, relató cómo la creciente distracción causada por los celulares en clase había llevado a la comunidad educativa a implementar un proyecto para limitar su uso. “Desde el año pasado habíamos notado un deterioro en la atención y la concentración de los estudiantes, relacionado directamente con el uso excesivo del celular”, explicó Ortiz. También destacó que, a pesar de la resistencia inicial de los alumnos, el proyecto fue aceptado con el tiempo y mejoró el ambiente dentro del aula.
Ortiz compartió detalles sobre las estrategias implementadas. “El día a día era muy complejo. Pasábamos más tiempo pidiendo que guarden los celulares y presten atención que enseñando los contenidos”, ejemplificó. Según el director, la falta de atención, los conflictos en redes sociales y la baja en las calificaciones eran síntomas evidentes del impacto negativo del uso descontrolado de los dispositivos móviles en el aula. Frente a esta situación, el equipo directivo y docente decidió actuar.
Durante las vacaciones de verano, Ortiz comenzó a trabajar en un proyecto que presentó a toda la comunidad educativa al inicio del actual ciclo lectivo. “Nos reunimos con los docentes, los padres y los estudiantes. Les explicamos que esto no era un capricho, sino una necesidad para recuperar la atención y la concentración en el aula”, afirmó. El proyecto, que implicaba la prohibición del uso de celulares durante las horas de clase, fue recibido con cierta resistencia inicial por parte de los alumnos, pero con el tiempo comenzó a mostrar resultados positivos.
“Los estudiantes empezaron a entender la importancia de la concentración en clase. De a poco, la comunidad educativa fue comprendiendo que no se trataba de una prohibición arbitraria, sino de un esfuerzo por mejorar el clima de aprendizaje”, explicó Ortiz. La implementación también implicó la capacitación de los docentes para manejar situaciones relacionadas con el uso de la tecnología en el aula. “Los profesores fueron capacitados para integrar las herramientas tecnológicas de manera planificada y con un propósito pedagógico claro, evitando el uso indiscriminado de los celulares”, agregó.
En la Escuela Argentina Modelo, de Recoleta, la rectora Daniela Moren de Allois señaló que el uso del celular ya estaba restringido antes de la resolución ministerial, permitiendo su utilización solo en actividades pedagógicas previamente autorizadas. “Los padres también colaboraron en la regulación, entendiendo la importancia de mantener a los alumnos enfocados durante las horas de clase”, afirmó Moren de Allois. También mencionó que la implementación de plataformas educativas permitió a la escuela incorporar la tecnología de manera controlada y efectiva, sin depender del uso de celulares.
“Desde 2017, el uso del celular está restringido en nuestras aulas. Fue un proceso gradual en el que fuimos observando cómo los dispositivos afectaban la atención y el rendimiento de los estudiantes. Nos dimos cuenta de que era necesario establecer límites claros para que la tecnología no se convirtiera en una distracción”, detalló.
La rectora recordó que la pandemia de Covid-19 y el consiguiente aumento en el uso de dispositivos tecnológicos profundizaron el desafío. “Cuando volvimos a las aulas en 2021, nos encontramos con alumnos hiperconectados que dependían del celular para todo. Fue entonces cuando reforzamos las normas para asegurarnos de que el regreso a la presencialidad no se viera afectado por el uso desmedido de los dispositivos”, señaló. En respuesta a esta situación, la escuela implementó talleres para padres y tutorías para los alumnos, con el objetivo de fomentar un uso responsable de la tecnología.
Moren de Allois subrayó la importancia de involucrar a las familias en el proceso de regulación del uso de celulares. “Los padres jugaron un rol fundamental. En muchos casos, nos contaron que el problema del uso excesivo de la tecnología es incluso más grave en casa que en la escuela. Por eso, trabajamos en conjunto para brindarles herramientas que les permitan controlar el uso del celular también fuera del ámbito escolar”, añadió.
En el Colegio Tarbut, en Núñez, la rectora Elisa Leon compartió con LA NACION que, si bien la normativa oficial formaliza prácticas que la institución ya había comenzado a implementar el año pasado, fue un desafío constante lograr que los estudiantes internalicen la autorregulación. “Nos dimos cuenta de que la autorregulación no funcionaba y, a partir de allí, tomamos medidas más estrictas para prohibir el uso de celulares en el aula”, sostuvo. A pesar de la resistencia inicial, los alumnos fueron adaptándose al nuevo sistema, que busca promover una convivencia más saludable y menos dependiente de la tecnología.
Leon explicó que en el Colegio Tarbut la implementación de la normativa fue un proceso comunitario en el que también participaron padres, docentes y alumnos. Luego de que el protocolo de autorregulación no diera los resultados esperados, la institución decidió prohibir el uso de celulares dentro del aula. Están permitidos solo en recreos y almuerzos, siempre y cuando no interfieran con la convivencia escolar.
La rectora destacó que, aunque la decisión fue inicialmente recibida con escepticismo por parte de algunos estudiantes, con el tiempo, la comunidad educativa comprendió la importancia de la medida. “Lo que hicimos fue construir un consenso. Hablamos con los padres, con los estudiantes, y todos entendieron que se trataba de una medida necesaria para mejorar la convivencia y el aprendizaje”, afirmó Leon. Además, la escuela trabajó en la creación de alternativas que fomentaran la interacción social sin depender del uso de dispositivos móviles.
En ese establecimiento educativo, como en muchas otras escuelas, la transición hacia un uso regulado de la tecnología no fue fácil. Leon destacó que uno de los principales desafíos ha sido cambiar los hábitos arraigados de los estudiantes, especialmente en los niveles superiores. “Los alumnos de tercero, cuarto y quinto año han sido los más difíciles de convencer. Son generaciones que crecieron con el celular como una extensión de su mano y pedirles que lo guarden durante las horas de clase constituyó un reto”, admitió la rectora.
Para abordar este desafío, el colegio implementó una serie de estrategias pedagógicas y de convivencia que buscan fomentar la autorregulación y el uso responsable de la tecnología. “No estamos en contra de la tecnología. Al contrario, creemos que es una herramienta poderosa si se usa de manera adecuada. Lo que buscamos es que los estudiantes aprendan a utilizarla con responsabilidad, y que entiendan que hay momentos en los que es necesario desconectarse para poder concentrarse y aprender”, explicó Leon.
En las tres instituciones visitadas, la principal conclusión compartida es la importancia de fomentar la socialización entre los estudiantes, algo que se ve amenazado por el uso excesivo de los celulares. En la Escuela de Educación Media 6 del distrito escolar 19, Martín Ortiz subrayó cómo, al reducir el uso de celulares en clase, los estudiantes comenzaron a interactuar más entre ellos: “Queremos que los estudiantes puedan encontrarse con sus compañeros y profesores sin la barrera del celular, recuperando la atención y la comunicación directa”.
En la Escuela Argentina Modelo, Moren de Allois describió que, para promover un mayor intercambio entre los alumnos, instalaron espacios con puffs y mesas de juegos como metegol, donde los chicos pueden conversar y compartir durante los recreos. “Queremos que vuelvan a mirarse, a saludarse, a preguntar cómo están sin la mediación de una pantalla”, destacó.
Por su parte, en el Colegio Tarbut, Leon mencionó que instrumentaron actividades alternativas, como el fortalecimiento de la convivencia en campamentos y la participación en ligas de debate. “Lo que buscamos es que los estudiantes no pierdan la oportunidad de socializar y conectarse entre sí de manera significativa, más allá de las pantallas”, concluyó.
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