La Iglesia de Salta otra vez es noticia: tras la acusación por violencia de género, el arzobispo designó a dos exorcistas
Mario Cargnello conformó un ministerio específico; los nombrados pueden “liberar” a las personas que lo necesiten de “manifestaciones del demonio”
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CÓRDOBA.– Este año la Iglesia salteña es fuente permanente de noticias. Tras el escándalo con las monjas carmelitas, el arzobispo Mario Antonio Cargnello designó a dos sacerdotes para que conformen el Ministerio del Exorcista. Se trata de Loyola Pinto y de Sancristóval y de Héctor Fernando Campero, quienes se encargarán de “liberar” a las personas que lo necesiten de “manifestaciones del demonio”. Son procedimientos extraordinarios.
La Arquidiócesis de Salta comunicó la novedad y aclaró que no da más detalles porque se trata de un “tema de mucha reserva”. “El demonio sigue empeñado en alejar a las almas de Dios, invitándolas, a través de la tentación, a pecar. Por eso podemos afirmar que ese es el peor de los males y causa de tantos otros. A esto se lo suele denominar, ´acción ordinaria del demonio’”, señala el texto oficial.
La intervención de los sacerdotes será en situaciones en las que “el Demonio puede actuar de forma extraordinaria a través de la infección de lugares, la vejación a personas y la más extrema, que es la posesión. Se le llama extraordinaria, no solo por sus manifestaciones externas, sino por su poca frecuencia”.
Pinto y de Sancristóval es el vicario judicial de la arquidiócesis, y es casualmente uno de los denunciados –junto con Cargnello; Lucio Ajaya, sacerdote ayudante en la Catedral, y el visitador Martín de Elizalde– por las monjas del Monasterio San Bernardo por supuesta violencia de género y económica.
Sancristóval fue el último en ser acusado después de haber ido a notificar al convento el documento emitido por el Vaticano en abril respecto del conflicto entre las carmelitas y el Arzobispado por el respaldo de las religiosas a la devoción de la “Virgen del Cerro”, que no es reconocida por la Iglesia.
En setiembre pasado, las partes firmaron un acuerdo con la mediación de un enviado del Papa Francisco, pero la grieta no se cerró. Días después los abogados de las monjas pidieron a la jueza María Carolina Cáceres Moreno que registre en la “planilla prontuarial” a los denunciados por supuesta violencia de género y económica, y pidieron “medidas compensatorias no económicas”, además de que se notifique a la Santa Sede que existieron hechos de violencia.
El comunicado oficial del Arzobispado por la designación de los exorcistas explica que, “con el mandato de Cristo, la Iglesia, mediante el Ministerio del Exorcista, tiene el poder de expulsar los demonios de una persona poseída realizando el rito del exorcismo. Nada hay que temer con la presencia de Dios, que con su resurrección ha vencido a la muerte y al pecado”. Las ceremonias de exorcismo no son públicas.
Cuándo y cómo
Un experto de la Iglesia en el tema explicó a LA NACION que el punto de partida es que el demonio “existe; es un ser personal que existe como el ser humano y los ángeles y que, como el hombre, pasó por una prueba y haciendo mal uso de su libertad, se rebela contra el bien”.
Señaló que el demonio aparece en el catecismo y en la teología de la Iglesia: “En la Biblia se presentan varias escenas donde interviene; incluso Jesús expulsa al demonio con la autoridad que él tiene; el demonio no es como Dios que tiene poder absoluto”.
El experto advirtió que creer en la existencia de “este ser maligno personal” no quiere decir que “todas las tentaciones vengan de él; los humanos estamos divididos, tenemos una lucha interna porque estamos inclinados a no ser buenos. Muchas tentaciones vienen de nosotros mismos, de nuestra fragilidad, y otras, del maligno”.
Subraya que son los obispos a quienes les corresponde el “discernimiento” de si una persona podría o no estar poseída por el demonio. “En la mayoría de las veces, se trata de cuestiones psicológicas o neurológicas, pero cuando la ciencia sostiene que la situación la sobrepasa y no tiene elementos para afrontarla, el obispo designará al exorcista. No todos los sacerdotes lo son”.
En la Argentina hay pocos exorcistas designados por la Iglesia –por ejemplo, en Tucumán, San Isidro y La Plata– pese a una norma del Vaticano que lo exige; también la realización de exorcismos es “extremadamente poco frecuente”. Si bien en el sacramento del bautismo el cura hace un “gesto” para liberar a la persona “de la mancha original”, no se trata de un exorcismo, sino que es parte del rito.
La posición del Papa Francisco
El Código de Derecho Canónico de 1917 marca la primera vez de un ordenamiento oficial integral de la ley eclesiástica; allí ordena que cada obispo nombrara un exorcista oficial. Como la mayoría no lo hizo, ese requisito se eliminó cuando se actualizó el código en 1983.
Luego, se formó la Asociación Internacional de Exorcistas en 1990 para presionar al Vaticano para que se tomara el tema más seriamente. En 2004, la Congregación para la Doctrina de la Fe del Vaticano volvió a pedir a las diócesis de todo el mundo que nombraran a un exorcista, los que serían capacitados. Un año después hubo un curso especial en el Regina Apostolorum, en el Vaticano. En 2014, la asociación fue reconocida por el Vaticano; a nivel de habla hispana, el titular es el sacerdote designado en San Isidro.
El Papa Francisco, en 2017, animó a los sacerdotes a derivar a los feligreses a un exorcista si pensaban que realmente era necesario. Sin embargo, pidió precaución a la hora de determinar si una persona sufre de un trastorno mental o influencias demoníacas, aconsejando a los sacerdotes que trabajen con profesionales psicológicos antes de decidir. “Un buen confesor tiene que ser muy exigente, sobre todo cuando tiene que lidiar con trastornos espirituales reales”, indicó. Con frecuencia suele hablar de la “acción del demonio”.
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