La historia de la mujer que aparece en la última foto de Jorge Julio López
Cristina Diez nunca imaginó que la última foto de Jorge Julio López la iba a acompañar toda su vida. Aunque no lo conocía personalmente, estuvo en el juicio contra el excomisario y represor Miguel Etchecolatz porque sentía la necesidad de participar. Desde entonces, hace doce años, ella circula estampada junto a él en la imagen que recorrió el mundo desde que se supo de su desaparición.
La mañana del 19 de septiembre de 2006 Cristina, cuyo marido está desaparecido, se sintió esperanzada. Estaba lista para ir a escuchar los alegatos a la Municipalidad de La Plata, donde funcionaba el tribunal. Después de años de lucha se terminaba una etapa.
Cristina recuerda el juicio como si hubiera sido ayer. Escuchó a todos los testigos, pero la declaración de López fue la que más la conmovió. Había nombres y datos certeros y por fin las familias empezaban a saber qué había pasado con sus nietos, hijos, padres o hermanos durante la última dictadura en la Argentina.
No supo que ese relato sería el último. Jorge Julio López desapareció el 18 de septiembre de 2006 y hasta hoy no se sabe nada de su paradero. Cristina lo vio por última vez una semana antes de que los organismos de derechos humanos confirmaran la desaparición: "Él estaba muy satisfecho de haber podido decir todo lo que dijo. Tuve la satisfacción de haberle dado un abrazo y agradecerle que reivindicara a los compañeros, que pusiera las cosas en su lugar, con Etchecolatz al lado y con toda su carga. Muy valiente", cuenta. Aún se emociona al recordarlo.
Ella pertenecía a Familiares desde 1981. Aquel día, cuando tenía que presentarse ante el Tribunal y nadie lo encontraba, salieron a buscarlo como pudieron las distintas organizaciones. "Desde algunas oficinas nos daban argumentos que no tenían ni la menor solidez", dice. Sin embargo, también confiesa que "ninguno tuvo ninguna duda" de que lo habían secuestrado.
La ciudad de La Plata se entristeció. Veintitrés años después del retorno de la democracia, una persona había desaparecido el día anterior a que la Justicia condenara a la pena de reclusión perpetua a Etchecolatz, el primero que afrontó un juicio oral y público. "En ese momento volvieron los miedos, había que seguir cuidándose", dice Cristina.
A partir de entonces su vida también cambió. En la última foto de López, Cristina aparece atrás sentada escuchando con atención. Cuando la imagen comenzó a circular por los medios, sus amigos y vecinos la reconocieron enseguida. "Alguien me avisó y entonces me vi", dice. "Después era permanente, fue una seguidilla. No estaba de acuerdo en que me dejaran [tan visible] porque lo importante era López, pero mucha gente me identificaba por eso. Aún hoy cada noticia que sale de él, está esa foto y me conmueve".
Septiembre no es un mes más en su calendario. En 1976, Cristina, con 37 años, estaba en su casa ubicada en 16 entre las calles 45 y 46, embarazada de ocho meses, con dos hijos de 2 y 3 años y su marido Osvaldo Juan ‘Cocho’ Valdez, quien militaba en el peronismo de base. Cinco meses atrás, habían derrocado al gobierno de María Estela Martínez de Perón y comenzaba la dictadura. Algunos de sus compañeros ya habían sido secuestrados, por ende los dos sabían que cabía la posibilidad de que fueran a buscarlo a él. "La vida era así en La Plata", dice. Parece pensar en la palabra incertidumbre.
Casi como si hubiera tenido un presentimiento, la noche del 10 de septiembre Cristina no podía conciliar el sueño. Minutos más tarde, escuchó golpes en la puerta de adelante y pensó: ‘Acá están’. La pesadilla se hacía realidad. Entre diez y quince hombres entraron armados a su casa, con las caras tapadas y en busca de una sola persona: Cocho.
Cristina recuerda que la obligaron a taparse con una sábana, pero que se destapó y vio cómo uno la custodiaba: "Era un pibe muy joven, con unos ojos turquesa impresionantes". Nunca olvidó esa mirada.
Mientras tanto, sus hijos dormían. Ella atinó a taparlos, pero otro le dijo: ‘No, quédese que yo los tapo’. Recuerda que sintió asco. Revisaron todo. A Cocho lo indagaron varios minutos en otra habitación, lo hicieron vestir y se lo llevaron. A ella le dijeron que iban a volver una vez que haya tenido el bebe. "Me sentí amenazada porque no conocía los mecanismos, pero si hubieran querido me llevaban igual y se quedaban con mi hijo. Ellos sabían muy bien que yo no militaba".
Esa noche no durmió. Al día siguiente, embarazada como estaba, salió a buscar a los compañeros para avisarles. "Mi vida fue un caos a partir de ahí", cuenta. "Me olvidé de mi embarazo y empecé a andar. La médica se enteró y me dijo que había que sacar al bebe. Me puse a llorar, no quería que naciera ya. Tenía muchas cosas que hacer".
El tercer hijo nació una semana después del secuestro de su esposo, el 17 de septiembre. Estuvo 25 días internado en neonatología. Sus otros dos chicos se quedaron con su hermana mayor, en otra ciudad. "Cuando llegué a casa me quise morir: de pasar a tener toda la familia que tenía, me quedé sola. No me olvido el momento en que encendí la luz. Estaba todo vacío. Y todo pasó de la noche a la mañana. Fue un espanto esa situación. A los días pedí que me trajeran a mis hijos porque no podía más", recuerda.
A sus tres hijos siempre les dijo la verdad, "su verdad": no sabía dónde estaba su padre. Tuvo que criarlos. Cristina cuenta que "no podía decirles si estaba muerto o vivo" y que eso duró eternamente y sigue durando: "No tenemos una respuesta. La vida nuestra ha sido de incertidumbre permanente. No hemos tenido un solo dato". Cuarenta y dos años después, dice que ya no espera nada. A sus 79 años, solo desea que aparezcan los restos de su marido.
"Es la eterna búsqueda", dice.
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