La historia del médico que hizo 50 trasplantes infantiles en el Garrahan
Horacio Vogelfang es uno de los más prestigiosos cardiocirujanos infantiles del país, lidera elequipo de trasplante cardíaco del Hospital Garrahan y fue pionero en la utilización del corazón artificial.
Cuando tenía 4 años, la poliomielitis marcó para siempre su vida. Pasó por varias cirugías, necesita desde entonces un bastón para caminar, pero lejos de ser un impedimento, fue un punto de partida para generar desafíos. Y probablemente, este hecho tuvo mucho que ver con la vocación de Horacio Vogelfang por salvar a niños que padecen enfermedades del corazón. A los 65 años, la suya es una historia de grandes y silenciosas proezas.
Vogelfang hizo el secundario en el colegio Nicolás Avellaneda, estudió en la Universidad de Buenos Aires y comenzó su residencia en el Hospital de Niños, donde en la década del 70 recién se empezaban a hacer cirugías cardíacas infantiles. Allí se desarrollaban técnicas novedosas para todo el mundo de la mano de Guillermo Kreutzer, uno de sus grandes maestros. En esos años también aprendió la importancia de contar con una institución pública para poder atender a todos los chicos del país, tanto a los que tienen recursos como a los que no. Por eso, después de estudiar en Estados Unidos, Londres, Canadá y Alemania, regresó a la Argentina y creó el único programa de trasplante cardíaco infantil público.
Un precursor
Dice que el título de “pionero” le queda grande, pero que sí es cierto que encontró dentro de la cirugía cardíaca infantil dos o tres espacios que no estaban desarrollados en el país. Por ejemplo, en Inglaterra aprendió un método para preservar en frío partes del corazón, como arterias y válvulas, de aquellos órganos que se donan pero que no sirven para trasplantar enteros; y en 1996 impulsó en el Garrahanel primer banco de tejido cardíaco en toda América Latina.En Canadá, estudió un protocolo para hacer un trasplante de corazón de un donante no compatible con el paciente (que no tienen el mismo grupo sanguíneo), que consiste en modificar la sangre del receptor en función de la sangre del donante para que no se produzca un rechazo. Esta técnica se implementa en pacientes muy chicos, que son los que menos donantes tienen, y en el Garrahan ya hicieron tres, un hecho único en la región.
Su aporte más reciente es el Berlín Heart o corazón artificial, que en el 2006 logró que viniera al país, después de haber ido a Alemania a ver cómo funcionaba. Hasta ahora, 38 chicos estuvieron conectados a este aparato que funciona como un corazón y les permite vivir mientras esperan un donante.
¿Cuándo se utiliza un corazón artificial?
Hay muy pocos donantes cardíacos en general y mucho menos para niños. Cuando un chico se inscribe por ahí tiene que pasar varios meses y a veces años hasta que recibe el corazón. Y depende del grado de desarrollo de la enfermedad, si va a tolerar o no esa espera. Hay casos en que el corazón está en su punto final, y a ellos hay que asistirlos con este corazón artificial. Hemos tenido una niña récord en el mundo entero, que estuvo 995 días conectada antes de recibir el trasplante.
¿Cómo funciona?
Se implantan cánulas dentro del corazón enfermo y en las arterias que salen del corazón. Estas cánulas se conectan a un aparato que reemplaza la parte mecánica del órgano. Se genera un vacío que succiona la sangre que llega al corazón y con un impulso la lleva a las arterias a las que en estado normal el corazón envía la sangre. El corazón artificial queda puesto junto con el corazón enfermo, y salen las cánulas que se conectan a la máquina. Es una operación compleja y de mucho riesgo.
¿Qué pasa cuando llega un donante?
Cuando llega el corazón para el trasplante, hay que sacar el corazón enfermo más el artificial. Es una cirugía que complica aún más el trasplante. Se deben ir “desnudando” las partes del corazón unidas al artificial, porque hay que dejar ciertas partes para suturar el nuevo corazón, y está todo muy cicatrizado, muy pegado. Cuando uno hace un trasplante, nuestro equipo puede requerir para preparar al donante entre 30 y 40 minutos; pero cuando el paciente tiene la asistencia de uno artificial, necesitamos no menos de 4 horas.
¿Cómo fue el primer trasplante que hicieron en el año 2000?
Estábamos muy preparados, habíamos hecho 17 cirugías experimentales en perros y cerdos con mucho éxito. Pero no tanto para practicar la técnica, porque para los cirujanos cardíacos el trasplante no genera un desafío técnico de importancia, porque hacemos cirugías más precisas, en arterias diminutas, sino porque el enorme desafío era la organización, la coordinación de los tiempos. Nos sentíamos bajo mucha presión, todos nos estaban mirando y había un poco de temor. La paciente era una niña de 8 años y había un donante en el interior. Viajó el equipo de ablación (procedimiento quirúrgico mediante el cual se extraen los órganos) y estábamos acá todos esperando y preparados. Cuando llegó el corazón, notamos que se había deteriorado en el camino y hubo que decidir no aceptarlo, con todo en marcha y toda la expectativa del primer trasplante. Por suerte, al mes apareció otro donante, era un domingo a la tarde, yo estaba terminando de almorzar con mi familia, y como el corazón estaba en Capital lo pudimos ir a ver.
¿Cuánto tiempo vive un corazón fuera del cuerpo?
Hay un límite de 6 horas. Muy poco. Y en ese tiempo hay que chequear compatibilidad de grupo sanguíneo, tamaño y peso. Porque no hay tiempo de comprobar nada más, ni siquiera evaluar una posibilidad de rechazo. Si el donante es del interior del país, donde sea, hay que ir a buscarlo y traerlo hasta Capital.
¿Cómo se siente durante y después de un trasplante?
Creo que hay algo, más allá de lo humano, que logra interconectar de un modo impresionante a las 20 o 25 personas que estamos haciendo el trasplante. Hay algo que sucede en todas las intervenciones que hicimos y que va mucho más allá de un simple acto médico. Hay un momento crucial, y mágico a la vez, y es cuando colocamos el corazón en el pecho, a la espera de que lata. Porque puede suceder que, haciendo el mismo procedimiento cada vez, los corazones no latan; ese es el riesgo mayor en este tipo de operaciones. Esos segundos decisivos traen gran adrenalina.
Luego de semejante momento, ¿cómo maneja el día a día?
A mí me pasa lo mismo que a cualquiera. Tengo una esposa y cuatro hijas, y si hay que ir a comprar helado, voy yo. La familia siente orgullo por este trabajo, pero también hay que cuidar aspectos que cuida un padre, un marido. Situaciones económicas, cómo proveer el bienestar de la familia. Haber hecho 54 trasplantes no garantiza poder pagar la luz o las expensas.
¿Cuál es la esperanza de vida de un niño con trasplante de corazón?
A los 10 años del trasplante esperamos problemas. La chiquita del primer trasplante que hicimos en el año 2000 falleció el año pasado, después de 16 años de trasplantada. Luego de la década se intensifican los controles, porque hay ciertas enfermedades que se empiezan a manifestar, que quizás se pueden tratar si se descubren a tiempo; y siempre existe la posibilidad del retrasplante.
¿Cómo es la relación con los pacientes y las familias?
Antes, mientras y después del trasplante estamos junto al paciente. Son familias que están muy ligadas a nosotros, se genera un vínculo distinto, no es una operación más. Estamos muy al tanto de las cosas que hacen, si son abanderados, si bailan, si hacen patín. Hay algunos que son maratonistas o participan de los mundiales de deportistas trasplantados. Tenemos varias medallas de oro, plata y bronce que han conseguido nuestros pacientes.
¿Cree en los milagros?
Creo que el milagro es el que produce la sociedad. Cuando alguien muere, pero algunos órganos siguen funcionando, hay personas que están sufriendo mucho por ese hijo, sobrino o nieto que murió, pero entienden que el corazón va a ayudar a que otro viva. El gesto de esa familia que donó está muy cerca de los milagros. Nosotros somos solamente intermediarios.
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