La historia del marino que tuvo que elegir entre viajar en la Fragata Libertad o hacer un duelo junto a su familia
Había muerto su hijo y Gabriel Echeverría no quería hacer el viaje, pero su mujer lo convenció; además de vivir una experiencia única, se reencontró con una hermana que no veía hacia ocho años en Tenerife
A Gabriel Echeverría, suboficial primero, le llegó la oportunidad: embarcar en la Fragata de la Libertad y viajar durante seis meses de puerto en puerto, descubriendo diferentes ciudades que, de otra manera, tal vez no podría haber conocido. Pero no se trataría sólo de una aventura turística, también enseñaría a bordo del buque escuela a los alumnos de la Escuela Naval sobre cómo proceder en situaciones de incendio o inundación.
A no todos los marinos les toca esta suerte. “Es una distinción dentro de la carrera ser destinado acá”, explica Rodolfo Ramallo, jefe de prensa del barco velero. “En función de tus calificaciones y méritos, entrás en una selección y después, el departamento de recursos humanos de la Armada te elige”.
Cuando nació, los médicos le dijeron que sólo viviría 2 años pero superó toda expectativa
Pero a pesar del enorme reconocimiento que significaba esta invitación, la decisión de zarpar, no fue fácil para Gabriel. Vivía una situación familiar y personal muy dolorosa. Tres meses antes había muerto su hijo de 15 años a causa de una enfermedad neurológica. Cuando nació, los médicos le dijeron que sólo viviría 2 años pero superó toda expectativa.
El cargo que tendría que asumir Echeverría sería el de encargado de reparaciones y control de averías del buque. Además debería enseñar y adiestrar a los guardiamarinas y al personal sobre los pasos a seguir en caso de un siniestro a bordo, sea un incendio, inundación, u otro inconveniente.
“No sentía ganas de hacer el viaje, pero mi mujer me convenció de que lo hiciera”, contó. “Estaba triste por no tener un duelo junto a mi familia y por tener que dejar muchos afectos y cariño de lado”. Pero su mujer, Samira, fue insistente y lo empujó a hacer la experiencia. Y así, un 10 de diciembre de 2016, embarcó.
Gabriel se comunicaba con su mujer una o dos veces por semana durante unos breves cinco minutos. Los tripulantes reciben un cupo total de una hora, cada tres meses, para hablar por teléfono satélital durante las travesías en alta mar que pueden extenderse 20 días. “La notaba tranquila y eso me reconfortaba. Ella se sabe manejar, es hija de marinero mercante, está acostumbrada”, cuenta.
No sentía ganas de hacer el viaje, pero mi mujer me convenció de que lo hiciera
Profesionalmente era una propuesta única. “Todo marino espera el momento de navegar en la Fragata de la Libertad. Es el símbolo nacional de la Armada Argentina”, explica el suboficial. “Iba a ser mi primer año en La Fragata, una experiencia importante en mi carrera. Yo estoy llegando a la parte final de mi profesión, me quedan pocos años en la Armada”.
Durante el viaje recuerda que “se sintió bien, aunque extrañó mucho”. “Por suerte lo pude llevar, estuve bien acompañado por mi equipo de trabajo. Tuve 21 personas a cargo que me agradecieron todo lo que les enseñé. Fuimos muy compañeros, veíamos tele, festejamos los cumpleaños, tomamos mate juntos y a la noche teníamos karaoke. Nos ponía contentos llegar a otros países”.
Además pudo visitar a algunos familiares en varios puertos donde desembarcaron. En Barcelona pudo ver a su hermano y su sobrina Emma, en Tenerife a su hermana que no la veía hace ocho años y en Miami a una ex pareja de su madre con el que siempre tuvo buena relación y que lo acompañó a recorrer la ciudad.
El 5 de octubre, luego de su travesía por 14 puertos diferentes, regresó la Fragata. Gabriel pudo reencontrarse con su mujer y tres hijos de 13, 10 y 8 años. “Vino mi mujer a buscarme. Para los chicos mi llegada fue una sorpresa muy emotiva, lloraban”, concluyó.
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