La historia del jinglista detrás de "lo que la Gotita pega" y otros hitos publicitarios
Rodolfo Sciammarella tiene 79 años y es el autor de más de 500 jingles; también hizo temas publicitarios para políticos
¿Quién no recuerda el “tatatatatá” de Uvita? ¿Quién olvidó el “Herminio Iglesias, justicialista y trabajador” de la campaña de 1983, con la apelación “a votarlo, compañero, a votarlo el pueblo entero, con Herminio triunfa el pueblo de Perón”? ¿Y “lo que La Gotita pega, nada, nada, lo despega”? La lista de canciones publicitarias que se transformaron en hits es interminable. Sólo tres más: “Qué tranquilidad, señora mamá, para sus chiquitos, usted tiene Aspirinetas”. “La pausa son cinco minutos y La Virginia es el té”. “Trenet, ch, ch, y chau mancha”. Rodolfo Sciammarella tiene 79 años y es el autor de esos y otros más de 500 jingles. Se lo conoce como “el jinglista” en el ambiente, o como “el maestro” en Sadaic.
Sonríe al dar la bienvenida al salón del directorio de esa entidad, donde integra la Comisión de Asuntos Artísticos, abocada a detectar plagios. Pide a una asistente que le traiga el retrato de su padre, ese que besa cuando entra por la mañana y que vuelve a besar antes de partir, y no bien lo recibe posa con él para el fotógrafo. Habla de quién fue Rodolfo Sciammarella (padre). Necesita hacerlo para justificar de algún modo su presente.
Su padre fue autor de más de 100 tangos, casi una decena grabados por Carlos Gardel, más una importante cantidad interpretada por Alberto Castillo y otra parva repartida entre otras figuras como Libertad Lamarque. Compuso la música de 72 películas argentinas. Guionó obras de teatro de revista de los años 40 y 50. Fue jinglista para políticos como Hipólito Yrigoyen, Alfredo Palacios, Juan Domingo Perón, Luis Alberto Herrera (Uruguay), Juscelino Kubitschek (Brasil), Laureano Gómez (Colombia), Richard Nixon (Estados Unidos) y Héctor Cámpora. Además cultivó la amistad de Carlos Gardel, Eva Duarte y su marido. Y ganó tres veces la grande de la lotería.
“Cuando murió papá lo velaron acá, en Sadaic. A las 6 de la mañana vino Perón con 17.000 periodistas, autos, carrozas; era la primera vez que salía de la casa de Gaspar Campos. ‘Se ha ido un buen muchacho’, recuerdo que Perón me dijo”, asegura Sciammarela imitando la voz ronca del líder político. “Un día antes papá había echado a los de la triple A de Sadaic”, recuerda.
Sciammarella respira, vuelve a sonreír con y sin el retrato de su padre. Toma el premio Golden Brain que recibió este año por su trayectoria en el mundo de la publicidad y comienza a cantar algunos de sus jingles compuestos en los últimos casi 60 años. Se centra en sus principales éxitos, aquellos que con sólo nombrar marcas o políticos vienen solos a la cabeza. En el repertorio están los Herminio Iglesias, Uvita, La Gotita, Aspirinetas, La Virginia y Trenet, pero también los de Dánica Dorada, Fastix, Koh-i-noor, Baggio, las marchas destinadas a Ricardo Balbín, Ítalo Argentino Luder, Fernando de la Rúa, Domingo Cavallo, Adelina Dalesio de Viola y Carlos Menem. Al cabo, invita una ronda de café, tararea un poco más y agrega: “Yo soy del 5 de noviembre de 1938 y eso un poco me signa. Cuando nací, en Paraná 936, las hermanas de mi padre me hicieron un jingle, que decía: ‘5 de noviembre, día de emociones y felicidad, al mundo llegó Rodolfito, a quien esperamos con tanta ansiedad’. Fui el único hijo”.
Enseguida salta a sus primeros pasos en la música, los conjuntos corales, y menciona nombres y más nombres, personas que conoció, por las que se abrió camino. Cada una es una anécdota. Le hace falta escribir un libro a Sciammarella. Están Pedro Domingo (Pelusa) Suero -el de la voz de los personajes de Manuel García Ferré-; Estela Raval, Ricardo Romero y Los Cinco Latinos; Los Cuatro Bemoles, donde cantó; Ricardo Pueyrredón (el padre de César “Banana” y quien le abrió las puertas al mundo de la publicidad), Sergio Mihanovich (el tío de Sandra), Oscar López Ruiz (guitarrista del quinteto liderado por Ástor Piazzola), Lalo Schifrin, Jorge Porcel, Eddie Pequenino, Vinícius de Moraes, Toquinho. La lista es interminable. Llega a Ariel Ramírez, sigue en Eladia Blázquez, continúa por Julia Zenko. Por cada uno tiene algo que decir.
Siempre recala en su padre, en Eva y Juan Perón, también en Gardel. “Pero mi papá no es el autor de la marcha peronista, suele existir esa confusión”, aclara, como a sabiendas de que hasta Wikipedia lo sostiene. Según afirma, la letra de la marcha fue obra del cirujano, centrodelantero, político y diplomático Oscar Ivanissevich, quien algo tomó de prestado -ritmo incluido- de la canción de Barracas Juniors, mientras que el compositor anónimo le adosó otro tanto de una marcha de la época, perteneciente a la Federación Gráfica Bonaerense, un poco del estribillo de una murga de los carnavales de los años 30 y 40, “y algo de una canción rusa que no recuerdo cómo se llama”.
Rodolfo Sciamarella llena de páginas el libro que aún no escribió, asegura rezar una hora y media todas las noches, y que, cuando reza, agradece a Dios la vida que le dieron su madre y su padre, y especialmente la subraya a ella, a quien también tiene muy presente.
Pero los rezos se demoran unas horas porque tres noches de la semana el jinglista trasnocha y se va a escuchar música, jazz por lo general. En esas circunstancias suelen intervenir mozos o parroquianos, que le piden que entone un jingle propio o un tango de su padre. Y a esos pedidos Sciammarella se presta de buena gana, como también a volver a contar sus miles de historias según el personaje que se le mencione.
Si es Menem, el cuento se llama “Golf”. Si es Herminio Iglesias, el relato se centra en cuando el político le mandó “refrescar” la marcha para otra campaña. Si es De la Rúa, todo gira alrededor de la canción “Senador de la Rúa, por experiencia, por trayectoria, por capacidad…”, que le preparó para 1989 y que vuelve a cantar en forma de valsecito. El libro que Sciammarella todavía no escribió tiene capítulos y capítulos con historias y anécdotas autónomas, aunque conectadas entre sí. Recorre prácticamente todo el siglo XX y no hay personaje histórico que no cuente con su canción. Cada uno tiene la suya, como si se tratara de gladiadores de lucha libre a punto de subirse al ring.
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