Fundado hace casi 45 años, se generó toda una comunidad a su alrededor, con su propia constitución y moneda
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En 1979, en los Alpes italianos, una comunidad incipiente de 28 personas comenzó a excavar en una montaña por la noche... en secreto. El propósito era construir el templo subterráneo más grande del mundo. Y, efectivamente, para cuando terminaron, años después, lo que habían hecho era enorme.
Nueve templos ornamentados, en cinco niveles diferentes, unidos por cientos de metros de túnel, construidos como un libro tridimensional que narra la historia de la humanidad a través de todo tipo de arte. Todo bajo tierra.
Esa catedral es conocida como los Templos de la Humanidad. “Hoy es el centro de una realidad, el centro histórico de Damanhur, la capital de la federación internacional con cinco comunidades, 1500 personas en todo el mundo”, le dijo a BBC Reel Barys Elleboro, quien nació en Damanhur y hoy es su embajador.
La ecoaldea y comunidad espiritual lleva el nombre del antiguo templo subterráneo egipcio de Damanhur, que significa Ciudad de la Luz, dedicado al mítico dios Horus. Está situada a 50 kilómetros al norte de Turín, Italia, y fue fundada por Oberto Airaudi (1950-2013), quien cambió su nombre a Falco Tarassacose.
“Falco es considerado por la mayoría de sus discípulos como una criatura extraordinaria”, señaló Stephania Palisano, profesora de Sociología de la Religión en la Universidad de Turín.
Para ellos, es “un hombre del futuro que viajó en el tiempo para llevar a cabo una ‘misión mágica’ para salvar la Tierra y sus habitantes”, agregó.
Discípulos
Y es que, en sus primeros años, los damanhurianos hablaron de lo que llamaron experimentos de viajes en el tiempo, utilizando unas “cabinas de viaje” que le permitían a quienes hubieran alcanzado el más alto nivel de iluminación convertirse en “temponautas”.
Falco afirmaba haberse originado 600 años en el futuro y regresado para salvar a la humanidad del desastre. También había viajado al pasado lejano, y fundado y alentado el desarrollo de una colonia que, bajo su dirección, se convertiría en la civilización mítica de la Atlántida.
No obstante la suspicacia que eso te pueda generar, lo cierto es que, en un pasado más cercano, sembró el germen de la que se convirtió en una comunidad con su propia forma filosófica de vida. “Damanhur es único en el mundo”, explicó Palisano, quien ha estudiado por años la comunidad. “Son personas que han decidido abandonar su zona de confort para unirse a una misión difícil”.
“Falco alentó este tipo de afiliación porque, persiguiendo su misión ‘mágica’, necesitaba construir templos, donde residirían ‘tecnologías mágicas’”, dijo la socióloga.
Entre esos discípulos se cuenta Antílope Verbena, de la Academia Damanhur, cuyo nombre refleja la tradición del grupo de adoptar los nombres de animales y vegetales.
“Vine a vivir a Damanhur el 1 de abril de 1985. Mi primer día fue interesante porque en ese momento era un lugar donde llegabas y tenías que dejar todas tus cosas fuera y comenzar a vivir en una realidad que se parecía mucho a un kibutz”.
Bajo el liderazgo de Falco, los primeros habitantes de Damanhur comenzaron a cavar. “Todos participamos en la construcción de los templos en aquellos años. Era nuestra vida”.
En secreto
“Durante los primeros 15 años fue en secreto, porque en Italia no había ninguna ley que pudiera permitir construir estructuras subterráneas privadas”, precisa Elleboro. Además, temían que en un país tan católico como Italia, un templo vinculado a otra creencia fuera rechazado.
Así que nunca solicitaron ningún permiso de planeación, y siguieron adelante con su proyecto clandestinamente. Poco a poco, se fueron uniendo más personas que compartían esa visión de crear esa sociedad utópica que respetara y cuidara el planeta y a los demás. Y, poco a poco, fueron adquiriendo más propiedades.
Para satisfacer las necesidades de la comunidad y ganarse la vida, fueron estableciendo pequeñas empresas cooperativas, que se convirtieron en panaderías, viñedos, librerías y tiendas.
Los dueños de esos negocios, así como quienes eran albañiles, artistas, granjeros y artesanos, trabajaban durante el día y excavaban en silencio en turnos, año tras año.
A pesar de todas las precauciones para ocultar lo que estaban haciendo sin autorización, de alguna manera aún no explicada el secreto fue revelado.
En julio de 1992, cuando gran parte del templo ya estaba terminado, Damanhur fue allanada y el fiscal estatal dio un ultimátum: “Muéstranos los templos o dinamitaremos toda la ladera”. Sin más opción, Falco y sus colegas abrieron la puerta secreta.
En peligro
“Era absolutamente imposible siquiera pensar o imaginar que un mundo increíble e inimaginable pudiera abrirse detrás de una puerta de madera tan anónima”, señaló Verbena. El fiscal y tres policías recorrieron las salas temáticas con altas columnas cubiertas con pan de oro, y paredes y techos profusamente decorados con murales, mosaicos, frescos y cristales.
“Fue increíble, vinieron con dinamita, pero cuando vieron cada cámara y comenzaron a comprender la sabiduría inherente contenida, se emocionaron hasta las lágrimas”, contó la ciudadana residente de Damanhur Esperide Ananas, en su libro “Damanhur: Templos de la Humanidad”.
“Tras ver las nueve cámaras, nos dijeron que continuáramos con la obra de arte, pero que no construyéramos más”. Durante los años siguientes, los damahurianos lidiaron una batalla política y legal que terminó en 1996 con la autorización oficial para mantener y reabrir su catedral subterránea.
“Recolectamos cien mil firmas para ayudar a salvar los templos”, dijo Ananas.
“Los templos son un himno a la humanidad”, afirmó Elleboro. “Cada habitación habla de un capítulo diferente de nuestra vida, nuestra forma de interactuar con nosotros mismos, con el entorno, con el tiempo, con la vida y la muerte. Así que representan -desde nuestro punto de vista- una enciclopedia de espiritualidad humana”.
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