La historia del estudiante de ingeniería y de cultura Dakar que murió en un accidente en Cariló
Matías Mares tenía 24 años; el domingo chocó con su moto contra un UTV en una zona de médanos. Sus padres, tras la confirmación de la muerte cerebral, decidieron avanzar con la donación de los órganos del joven
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PINAMAR (ENVIADO ESPECIAL).- Justina Lo Cane, la adolescente que esperó cuatro meses un corazón en 2017 y cuya muerte significó un cambio en la Ley de Donación de Órganos en la Argentina, iba al mismo colegio que Matías Mares, el joven de 24 años que el domingo tuvo un accidente en una zona de médanos en Cariló y fue declarado con muerte cerebral ayer. Hoy, el corazón, más otros órganos del estudiante de ingeniería, fueron donados por sus padres y le darán una segunda oportunidad a una chica bonaerense de 26 años y a otras dos personas.
La muerte del joven que vivía en la zona norte bonaerense conmovió a todos por lo inexplicable del accidente y el loable gesto de sus padres, Eduardo y Mariana.
“Matías era un chico bueno. Tenía su Pyme, que la creó él a los 18 años, hacía detailing en la zona de Olivos. Se autoabastecía económicamente desde esa edad. Le faltaba un año para recibirse de ingeniero en mecánica automotriz en la UTN de Pacheco”, contó Eduardo a LA NACION.
Para los amigos, Matías “a diferencia de muchos pibes de su edad era sanísimo. Era responsable, tenía su emprendimiento, pronto a recibirte de ingeniero. Muy, muy, muy compañero”.
La pasión por los fierros y los deportes de aventura acompañaron a Matías casi desde que comenzó a caminar. “A los tres años tuvo su primer cuatriciclo por un regalo de su padrino”, contó su padre.
“Siempre estuvo rodeado de referentes de este tipo de actividad. Somos muy amigos de los hermanos Patronelli, los campeones del Dakar. En varios Dakar formamos parte del grupo de los Patronelli. Convivimos muchas veces en los entrenamientos de ellos. Él se formó en ese mundo”, detalló Eduardo.
Con la voz entrecortada, agregó: “Todos sabemos lo que era Matías en los médanos. Se le inculcó el hecho de la seguridad siempre. El casco, la pechera y el respeto a los médanos. Todo eso lo sabía y practicaba de esa forma. No era un improvisado”.
Los amigos coinciden con las palabras de Eduardo. “Él era el que cumplía con todos los reglamentos de seguridad. Si queríamos salir a dar una vuelta, siempre nos decía de usar casco”.
“Ya no pertenecía más a la vida con nosotros”
“Matías hizo la primaria y secundaria en el mismo colegio que Justina. No eran compañeros, pero su caso se conocía y algo que nos transmitieron a los padres en el colegio es que hay una vida después de esta. Por eso, quizás, muchos papás nos puedan entender que en este momento los órganos de Matías estén en otras personas”, reflexionó Eduardo.
El hombre agregó: “Nuestro hijo no quiso seguir viviendo como un vegetal. Sus pulmones no funcionaban porque su cerebro no daba las señales. Una vez que existe la muerte cerebral, no hay posibilidades”.
“Su corazón estaba intacto. La compatibilidad era casi del 100% con la chica que lo recibió. Le está dando vida a otro ángel de luz de 26 años que necesitaba que alguien le done su corazón. El corazón de Matías va a seguir latiendo en otra persona”, resumió sobre la decisión familiar.
Para cerrar contó: “Nadie está preparado para aceptar la muerte de un hijo. La única paz interior que tenemos es haber dado la posibilidad de vida a otros chicos con los órganos de Mati. Hay que dejar de ser egoísta para pensar un poco más en los demás. Matías tuvo un accidente, ya no pertenecía más a la vida con nosotros”.
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