La historia de Pinamar, el balneario más exclusivo de la costa, que nació como un desarrollo inmobiliario hace 80 años
Tiene 22 kilómetros de playas y fue creado por Jorge Bunge, el primer urbanista de la Argentina; la idea de ciudad jardín que trajo de Alemania y el hotel que edificó para recibir invitados
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Hace 80 años abrió al público Pinamar. Abrió, sí, como quien abre un comercio, como una empresa. Porque esta ciudad fue pensada como un desarrollo inmobiliario y en esencia sigue siendo eso. Su fundador fue el arquitecto, ingeniero y urbanista Jorge Bunge, que trajo a estas playas la idea de levantar una “ciudad jardín”, que combinara en armonía mar y naturaleza. Y que nunca perdiera la sustancia de un lugar de retiro. Bunge se asoció con Valeria Guerrero, que era la dueña de las tierras, en 1938. Armó la empresa Pinamar S.A. Hasta acá llegaba en ese entonces el ferrocarril, que luego cerró por muchos años y reabrió hace poco. El arquitecto pensó que el tren lo convertiría en un punto estratégico. Y no se equivocó. Bunge fue el primer urbanista de la Argentina y cuando volvió de Alemania, donde estudió becado por el Estado argentino, llegó con muchos proyectos. Lo tenía todo calculado.
Una de las primeras cosas que hizo fue edificar el Hotel Pinamar para alojar a sus primeros invitados, que llegaron en 1943. Hoy, ese hotel sigue en pie, pero cambió de nombre (se llama Playas) y pertenece a sus herederos. Dos de sus nietos, Jorge y Elsa Shaw, son los administradores de la empresa que convirtió una zona desierta en uno de los balnearios más exclusivos de la Argentina, debido a esa armonía y su paisajismo, con sus calles circulares de arena, sus pinos, sus dunas, sus casas sin cerco, sin invasión de edificios, sus bosques y su tranquilidad. Ese encanto atrajo por décadas a famosos, empresarios y políticos. En esta arena se dirimieron campañas electorales y hubo momentos que quedaron marcados en la historia, algunos, pocos por suerte, trágicos, como el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas.
Para el desarrollo de Pinamar (que comprende 22 kilómetros de playas, incluidas las de Ostende, Valeria y Cariló), Bunge estudió las condiciones climáticas, puso un vivero y abrió una fábrica de tejas. “Hacer un vivero en la arena, ¡una locura!”, piensa en voz alta Elsa. “En ese tiempo no había heladeras, entonces también había que poner una fábrica de hielo”, añade Jorge. Elsa sonríe junto a él. Están en la casa que construyó el propio Bunge y en la que vivió hasta poco antes de su muerte, en 1961. “Quería que Pinamar siguiera creciendo, pero respetando esos principios de ciudad jardín y eso hicimos”, cuentan Jorge y Elsa. Por eso, desde su fundación, la empresa plantó 6 millones de árboles, la mayoría pinos.
El Plan Director de Pinamar, aprobado en 1944 por la provincia de Buenos Aires, fue realizado por otro reconocido arquitecto, Clorindo Testa. “Nos ayudó mucho”, dice Jorge. Testa murió en 2013 y dejó en Pinamar su huella. Hay edificaciones que llevan su sello.
¿Y cuándo se convirtió en ciudad? “Pero ese es un tema burocrático”, dice Jorge. La respuesta es 1978. Es la fecha en la que Pinamar pasó a ser partido y se separó de General Madariaga. Burocrático, sí, porque la ciudad jardín, creación de su abuelo, fue fundada con un objetivo y ese objetivo “se sigue cumpliendo”.
“Por ejemplo, no podía haber un almacén al lado de una casa, una idea que era bastante moderna, y hoy sigue siendo así, los principios básicos son los mismos, hay mucha elaboración, y el principio es vivir tranquilo y con naturaleza. La idea era que las casas no tuvieran cercos de material. El retiro, que ahora es famoso, pero en ese momento nadie hablaba de eso”, explica.
La anécdota de cómo se creó la fuerza policial es divertida. “La policía no mandó gente, mandó uniformes. Entonces se debatió quién quería ser policía, o quién podía. Y el primero que agarró el uniforme parece que era bueno porque después llegó a comisario general”, recuerda Jorge. Bunge, su abuelo, quedó en la memoria de los pinamarenses y en la avenida que desde 1962, un año después de su muerte, lleva su nombre. Es la antigua ruta de acceso, que va desde la entrada hasta el mar.
Pinamar sigue hoy desarrollándose hacia el norte. “Todavía falta por crecer bastante”, dicen Jorge y Elsa y cuentan a LA NACION que con un equipo multidisciplinario llevan adelante sus proyectos y se aggiornan a los nuevos tiempos: “Antes no se hacían bulevares. Pero ahora que se demostró que funcionan, hacemos. Se desarrollaron calles circulares como vías de escape y funcionan. Parecen sonseras, pero funcionan”. En esa línea se creó un camino de 4,5 kilómetros, para los que quieren caminar, correr o andar en bicicleta. Es el camino de los Pioneros (es el nombre de las familias que llegaron por primera vez a estas tierras). “Y ya nos quedó chico”, afirma Jorge. Todo va quedando chico en Pinamar, que tiene en verano capacidad para albergar a 380.000 turistas y no defrauda: su nivel de ocupación está por encima del 90% en esta temporada.
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