Luchar contra el desgano y el estigma: la batalla de Martín con la depresión
Más de 300 millones de personas padecen la enfermedad en todo el mundo; según la OMS, es la principal causa de discapacidad y la segunda de muerte entre los jóvenes de 15 a 29 años
Martín tiene 35 años, corre tres veces por semana y compone música. También escribe y se junta con amigos. Vive con su mamá y administra los gastos de la casa que comparte con estudiantes extranjeros. Parecen actos cotidianos, pero requieren un enorme esfuerzo para él y los más de 300 millones de personas en el mundo que sufren depresión, la principal causa de discapacidad según un informe de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
“Durante la depresión hay estado de ánimo bajo, pérdida de interés, de la capacidad de disfrutar, y reducción de la energía que produce una disminución de la actividad, todo ello durante un mínimo de dos semanas. Muchas personas con depresión también padecen síntomas de ansiedad, alteraciones del sueño y del apetito, sentimientos de culpa y baja autoestima, dificultades de concentración e incluso síntomas sin explicación médica”, define la OMS.
Con mucho esfuerzo
Martín fue víctima de esto y hasta el día de hoy batalla todas las mañanas con el desgano por salir adelante, pero realiza un tratamiento psicológico y psiquiátrico que lo ayudan a estar mejor y estable.
“Cuando estás en el punto más álgido de la depresión, es una discapacidad , no podés hacer nada. Apenas te podes bañar, no vas a ir a buscar un trabajo. Si no comés, no tenés energía, entonces con qué ganas vas a hacer cosas. Tenés el autoestima muy bajo, entonces no confías en vos, no podés levantarte a la mañana, te cuesta interactuar, estás incapacitado, no podés trabajar porque no rendís, estás muy lejos de hacer bien las cosas. Uno tiene que hacer ciertos malabares para tener una sonrisa y no contaminarse”, confiesa.
Aunque reconoce que siempre fue melancólico y tuvo apego a la tristeza “y la oscuridad”, como él mismo dice, su primer episodio depresivo apareció cuando tenía 20 años. Su papá estaba deprimido, “tirado en una cama”, y a uno de sus hermanos le habían detectado leucemia.
“En la adolescencia, cuando estaba en el colegio, ya me deprimía. También se me generaba el placer del displacer, es decir encontrarle el gusto al sentirse mal. Tomaba la depresión como una cuestión de rebeldía, pensaba que estaba deprimido porque el mundo era una porquería o porque sí, pero de alguna manera era inocente”, cuenta Martín.
El cambio vino después. “Mi hermano se enfermó de leucemia y mi padre entró en una depresión muy profunda. Me golpeó. Rápidamente podía perder a dos familiares. La enfermedad de mi hermano me desestabilizó y me volví vulnerable. A veces hay hechos que provocan una depresión, pero si encima tenés una tendencia genética que no acompaña, te soplan y te caés. Y yo la tenía”, dice.
Tiempo después, el hermano de Martín murió y ahí comenzó su recorrido por psicólogos y psiquiatras. Una sucesión de buenos y malos tratamientos. Aciertos y errores. Hoy, 15 años después, encontró la terapia adecuada y tiene una mirada positiva sobre su problema, por eso habla del tema: quiere ayudar a otros de los millones que padecen depresión que, como explica la OMS, “en el peor de los casos puede llevar al suicidio”.
“Mis depresiones fueron muy fuertes, extremas. Estar deprimido es como entrar a un lugar oscuro, profundo, del que no sabés si vas a salir. Lo intentás, pero tenés poco resto. Es doloroso, desgastante, te sentís a un 5% de tu capacidad, perdés el interés. Todo te da lo mismo, cualquier cosa te cuesta, bañarse cuesta, comer cuesta, la cama te atrapa, no querés hablar con nadie, pero a pesar de todo eso hay que buscar ayuda, levantar la mano y decir ‘che, me pasa esto’. A veces me cuesta creer que pude salir de ciertas situaciones, pero gracias a la medicina se puede. Con un tratamiento, se puede”, asegura Martín.
Su segundo episodio depresivo vino con una crisis existencial. Él es publicista y trabajaba de eso, pero un día se dio cuenta de que su pasión era la música y quería dedicarse a componer. Su tercera depresión llegó de la mano de una separación, pero en los tres casos, con optimismo y ayuda de profesionales, salió adelante.
“Mis depresiones siempre tuvieron un disparador. Cuando estuve deprimido lo supe, fui consciente por mis conductas, mi desgano hacia todo, pero en general siempre estuve asistido, entonces la recuperación era rápida”, dice.
Más allá de lo emocional
No alcanza con la decisión de querer estar bien, tampoco con que alguien le diga a quien padece depresión que tiene que ver la vida de una forma más optimista. La alteración en el estado de ánimo está acompañada de factores fisiológicos y contextuales que deben estar regulados.
Comer al menos cuatro veces por día, dormir entre seis y ocho horas diarias y cumplir con pequeños hábitos como bañarse o hacer actividad física son metas que tiene que alcanzar quien padece la depresión para poder, de a poco, salir de ella, según explica el psicólogo Víctor Fabris.
“Hay que hacer un monitoreo diario, trabajar sobre objetivos y metas de corto y largo plazo y activar la conducta para que el paciente vea cómo puede sentirse bien a partir de dar pequeños pasos. Nos bañamos y después nos sentimos frescos, no al revés, por eso es importante generar la capacidad para buscar refuerzos positivos como jugar con una mascota, salir a pasear, bañarse o reconectarse con seres queridos”, dice el psicólogo.
Para Martín, también es importante ganarle a la mente: “Hay una lucha con los pensamientos y no hay que dejarlos entrar. Hay que darles batalla para que no te desestabilicen y validar otros pensamientos para que el negativo quede más pequeño. A veces uno se quiere sentir bien antes de tiempo y eso es peor. Hay que saber transitar el malestar. Es un pasito a pasito. Se sale haciendo y no pensando”.
El estigma y la mirada del otro
"En general, el que está fuera y nunca vivió la depresión no la entiende, porque piensa que es una cuestión de actitud y voluntad, y a veces con eso no alcanza. O tu estado de ánimo está tan abajo que tu voluntad se fue a dar un paseo por ahí porque pasa a ser algo químico y psicológico, no actitudinal", explica Martín. "Quizás tu genética no te está ayudando y vos no podés hacer nada. Creo que la depresión es difícil de entender cuando no la viviste, parece que es porque estás tomando decisiones incorrectas en tu vida o es una falta de hacer las cosas bien. Muchas veces ni siquiera se la toma como una enfermedad, se la subestima", añade.
La falta de aceptación del otro para él fue un problema recurrente. "La gente no tiene mucha tolerancia a la depresión, porque no es divertido escuchar a alguien que está triste. Es un tema feo, al que la gente le huye. Es un fantasma al que la mayoría le tiene cierto temor porque es algo de lo que nadie está exento".
Signos para estar alerta
"La depresión es un trastorno en el que el estado de ánimo se deprime la mayor parte del día casi sin ningún disparador concreto. Hay una disminución del interés o de la capacidad para experimentar el placer o las actividades diarias, hay una importante alteración del peso tanto pérdida como aumento desmedido; se producen trastornos del sueño insomnio o hipersomnia, agitación o enletecimiento, movimientos apesadumbrados, fatiga, perdida de energía, sentimientos de inutilidad o culpa, disminución en la capacidad para poder pensar y concentrarse y pensamientos recurrentes que pueden llevar a la ideación suicida", detalla Fabris.
Además es importante prestar atención a los antecedentes biológicos y a los factores contextuales como despidos, acosos, bullying, violencia, violencia de género, desempleo, crisis económicas, entre otras cosas.
Martín estuvo deprimido tres veces, logró salir las tres y da fé de que se puede: "Se sale haciéndole mucho caso a los médicos. Si tenés otra enfermedad y te mandan a hacer reposo, hay que hacerlo. Acá es todo lo contrario, hay que estar activo, hacer ejercicio, tomar la medicación. Se sale, haciendo caso y pensando que se puede, teniendo fe y paciencia", asegura, y a quienes están deprimidos les dice que "la depresión es un estado pasajero y siempre lo que gana es el querer salir adelante con ayuda de profesionales".
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