La historia de los taxistas que dieron origen a los primeros colectivos argentinos
El sistema de transporte tuvo su origen en 1928; cómo fue evolucionando
“Estableciéronse nuevas líneas de transporte de pasajeros en automóviles”; “Sufrieron una transformación los automóviles de la zona Oeste”; “El servicio de Taxi Obus”. Con esos titulares los diarios La Nación, La Razón y La Vanguardia, respectivamente, le informaban a la ciudadanía que se había inaugurado un nuevo transporte público en la Argentina. El 24 de septiembre de 1928, un grupo de taxistas que solía reunirse en un café ubicado en el barrio porteño de Floresta, comenzó a concretar una idea que esbozaba en sus charlas por esos días: llevar a varios pasajeros en un mismo vehículo e inaugurar -quizás sin saberlo- lo que hoy se conoce como el colectivo.
Los finales de la década del 20 fueron tiempos complicados para la economía en general y, en particular, para los taxistas, que padecían de una ostensible merma de pasajeros debido a la competencia con los tranvías y los ómnibus, cuyos boletos tenían valores mucho más accesibles para el público.
En ese contexto, un grupo de choferes encabezados por Manuel Pazos, Felipe Quintana y Aristóbulo Blanquet (también se menciona, entre otros, a Forte y a Rodríguez) debatían en el café La Montaña sobre la posibilidad de subir a más de un pasajero y cobrarle una tarifa personal de acuerdo al recorrido.
De hecho, antes de la primera salida registrada para la fecha histórica hicieron pruebas trasladando a quienes asistían al hipódromo o a los estadios de fútbol a un peso por cliente. Finalmente, en la mañana lluviosa del 24 de septiembre de 1928, salió el primer Taxi colectivo (luego llamado Auto Colectivo y finalmente Colectivo).
Versiones encontradas
La mayoría de las crónicas y una placa ubicada en el lugar de partida certifican que el viaje de debut salió de Avenida Rivadavia y Lacarra. Aunque quien fuera señalado por sus pares como el primer chofer de un taxi colectivo tenía una versión distinta.
Sandalio Fernández, en una entrevista publicada en 1933 del ejemplar número dos de El Auto Colectivo -el órgano de prensa de la Federación de Líneas de Autos Colectivos- aseguraba que la puesta en marcha inicial se produjo desde la plaza Primera Junta hacia Floresta. Es decir, en sentido inverso al que se suele describir como el camino iniciático.
La explicación la dio Fernández en el mismo reportaje: lo que sucedió es que en ese trayecto no se levantó ni un pasajero. Así las cosas, se considera que la primera salida partió desde Lacarra porque fue con ocupantes, aunque fuera uno solo. Otro dato en esa línea aparece en el primer párrafo del diario La Vanguardia: “Hace unos días informamos de la próxima inauguración de un servicio de taxi-obús entre plaza Primera Junta y Lacarra (Vélez Sársfield), con parada en la plaza Flores”.
De una u otra manera, el trayecto de aquel 24 de septiembre se dividió en dos tramos. Lacarra hasta Plaza Flores y desde allí finalizaba en Caballito, en plaza Primera Junta; luego a la inversa. La primera sección costaba 10 centavos, mientras que la segunda 20. En esas primeras incursiones, por temor a sufrir multas o secuestros de vehículos, escribían con tiza en la carrocería las terminales del recorrido.
El motivo residía en que el flamante transporte público no funcionaba en un marco legal claro, había “un permiso precario para ensayo” otorgado por la municipalidad. En consecuencia, la queja de parte de sus competidores no tardó en llegar. De hecho, el diario La Nación del 30 de septiembre de 1928, decía: “La implantación de los servicios directos para transporte colectivo de pasajeros mediante el empleo de automóviles con taxímetro ha provocado una reacción en las empresas concesionarias de tranvías y ómnibus.” Y agregaba: “La primera en reclamar ha sido la Compañía de Tranvías Anglo-Argentina que ayer, antes de mediodía, se presentó a la Intendencia y dejó sentada su protesta ante el escribano público D. F. M. Bustamante”.
En el mismo artículo, el medio confirmaba que en sólo dos días desde su inauguración ya existían más de 40 líneas de Taxis-colectivos, con una cantidad de vehículos que superaba los mil. Además – en el ejemplar del 29 de septiembre- precisaba que en Flores comenzaron a salir “servicios especiales para damas con excelente resultado”.
"Sólo se admiten cinco pasajeros por coche"
En lo referido a la cantidad de ocupantes, La Razón del día posterior precisó: “Se ha querido asegurar a los ocupantes de los mismos, el mayor posible de comodidad y a ese efecto, sólo se admiten en cada coche, cinco pasajeros, es decir, uno por cada uno de sus asientos interiores. El situado junto al del conductor, queda reservado para los empleados policiales”.
No obstante, en algunos casos le agregaban los “traspuntines” -también llamados transportines-, que permitían cargar dos pasajeros más. Durante esos primeros años, su desarrollo fue difuso en el contexto legal. Hasta que a finales de 1932, la Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires decidió reglamentar el servicio: habilitó las líneas y las enumeró desde el 1 al 69. Además, fijó como medidas máximas 5,30 metros de largo por 2 de ancho y 2,50 de alto, con 10 asientos como máximo (contra los 17 a 36 que tenían los ómnibus). Consecuentemente, los coches fueron carrozados para incluir más clientes. De hecho, entre 1931 y 1934, se transformó su fisonomía sobre chasis cortos de camión. Con esas dimensiones permaneció alrededor de diez años; luego se agregaron 16 asientos.
En simultáneo, comenzaron a ser adornados con el clásico fileteado y cambiaron los carteles por la bandera luminosa en el frente. Su tamaño siguió modificándose, tanto como su estética, el funcionamiento de las ventanillas y, entre otras cosas, el sistema de sus puertas y la ventas de boletos.
“Se desarrolló y creció, no sin contratiempos, hasta que en un momento comenzó una lenta pero imparable mimetización con los ómnibus, proceso que concluyó con el retiro del último Mercedes Benz LO-1114 del servicio regular. Este fue el último vehículo al cual se lo puede considerar colectivo, pese a que por su tamaño ya es claramente un microómnibus.”, explica Alejandro Scartaccini, creador del Museo Virtual del Colectivo, en el el sitio especializado BusArg.
¿Un invento argentino?
Cualquier compatriota si se le consulta sobre el país de origen del colectivo, responderá sin dudar que surgió en la Argentina. Sin embargo, los revisionistas aseguran que hubo otras experiencias similares a las del taxi colectivo muchos años antes en otros países.
En California, EEUU, aparecieron los llamados Jitney (colectivo en inglés): un auto compartido que salió por las calles de los Angeles, a comienzos de julio de 1914. “Lo cierto es que fueron muy bien recibidos por el público, que prontamente los bautizaron gracias a la denominación de la moneda con la que se abonaba el viaje (' -¿Cuanto es? -Un Jitney, caballero').
A fines de ese mes, ya circulaban unos 800 Jitneys y el fenómeno se había repetido en buena parte de las principales ciudades estadounidenses.”, explicó Scartaccini en una nota escrita para Busrarg en septiembre de 2010. La diferencia con el colectivo argentino es que no lograron progresar del mismo modo.
De hecho, a comienzos de los años 20, unos pocos carrozaron sus vehículos y los agrandaron; sobre finales de la década ya no quedaba casi ninguno. En 1915, la experiencia también llegó a Toronto y Vancouver, Canadá. En tanto, en Lima, Perú, hubo experiencias con transportes similares ya desde 1927.
Mientras que Fernández, considerado por sus compañeros como el primer chofer argentino, contó en la citada publicación El Auto Colectivo que dos compañeros que volvían de Europa, de paso por Brasil, pudieron ver el mismo servicio. Motivados por la novedad, cuando llegaron a Buenos Aires hablaron con sus pares del tema.
Diferencias entre el colectivo y el ómnibus
En la actualidad resulta difícil establecer diferencias estéticas y de tamaño entre un ómnibus y un colectivo. Aunque, cuando surgió el “taxi-Obus” en la Argentina, las asimetrías eran elocuentes. Los ómnibus eran vehículos de gran porte que se carrozaban sobre un chasis de camión, inspirado en los tranvías no sólo por su forma, si no también por la utilización de guarda y chofer y porque se ingresaba por detrás, con una capacidad que iba desde los 17 asientos hasta los 36.
Los colectivos, en tanto, comenzaron como automóviles grandes con un espacio máximo para 7 personas. Si bien a los pocos años, el llamado “bondi” aumentó sus asientos a 10 u 11 y luego a 16, pasaron muchas décadas para que su forma se asemejara a la de un ómnibus (finales de la década del 80).
Además, los separó su propuesta más accesible y por consiguiente más popular. Se distanciaron en lo estético, el ómnibus se caracterizaba por sus ángulos rectos y uniformidad de colores, con un franja pintada debajo de las ventanillas como mucho. Bien distintos a los colectivos; famosos por sus bordes redondos, ornamentación, colores múltiples, carteles luminosos y sus ya míticos filetes.
Finalmente, el servicio de ómnibus como transporte urbano se fue extinguiendo hasta circular el último en 1978. El colectivo está más vigente que nunca aunque, paradójicamente, sus dimensiones sean similares a la de un ómnibus.