La historia de los bisabuelos que hacen juguetes para los chicos más necesitados
Con maderas viejas y restos de telas, Víctor y Rita crean autos, títeres y muñecas para escuelas y comedores comunitarios.
Sobre la mesa de la cocina hay retazos de telas, hilos, lanas, restos de madera y pinturas de distintos colores. Con estos materiales, Víctor Bardesi, de 80 años, y Rita Merlo, de 81, crean juguetes para los niños de escuelas y comedores comunitarios, una labor que vienen llevando adelante desde hace 10 años.
Todo comenzó cuando esta pareja de bisabuelos decidió colaborar con el Banco de Alimentos de Vicente López, donde una vez por semana clasificaban la comida para destinarla a comedores comunitarios. “Ahí noté que los niños no tenían con qué jugar, no había juguetes”, recuerda Víctor.
Así fue que este arquitecto retirado decidió poner en práctica todos sus conocimientos y fabricar juguetes de madera para los niños que asisten a los comedores. Toma los restos que sobran de las construcciones o que quedan olvidados en la basura, los lija, les da forma y crea autos y camiones. “Los pinto y quedan listos para salir a la ruta”, cuenta entre risas.
Además, su ingenio lo llevó a elaborar juegos de mesa con fibrofácil. “Le pido ayuda a mis nietas que son maestras jardineras para que me orienten a realizar juguetes que estimulen y activen la imaginación y la memoria de los chicos”, cuenta Bardesi, quien también toma ideas de Internet y luego las reproduce en su tallercito de su casa de Florida Este.
Pero Víctor no está solo en esta cruzada solidaria. Rita, su mujer, lo ayuda haciendo muñecas y títeres de mano y de dedo. “Ella siempre fue muy buena artesana, así que cuando vio que yo hacía juguetes para los varones decidió comenzar a coser muñecas para las niñas”, detalla. Sin duda, un dúo imparable que con su ayuda y solidaridad multiplicaron las ganas de sacarle una sonrisa a los 150 niños que reciben estos obsequios.
Recuerdos que no tienen precio
Ellos nunca imaginaron que sus habilidades podrían servir para un acto tan noble, para la creación de esos objetos que no sólo les devuelve la alegría a los chicos sino que, además, funciona como lazo de unión entre padres e hijos. “Cuando llueve, muchas familias vienen a merendar y se ponen a jugar con los autitos, los camiones y las muñecas”, revela Rita y agrega: “Verlos sonreír no tiene precio”.
Y como dice la letra de una reconocida canción: “Y al final…Al final hay recompensa”. Así lo sienten ellos cuando cuentan algunas anécdotas que vivieron en los distintos comedores. “Una tarde fuimos a entregar una caja donde estaban merendando niños de diferentes edades. Cuando el encargado les contó que nosotros éramos los que hacíamos los juguetes, los chicos se pararon y nos empezaron a aplaudir”, recuerda Víctor emocionado.
Tal vez, este sea el motor que los lleva, aún con la necesidad y el precio de los materiales, a no bajar los brazos y a seguir creando por los niños. Quizás, esas sonrisas sean el mejor homenaje para estos bisabuelos que, desde su propia ONG, “Unidos para Ayudar” y desde su página de FB, dan a conocer sus trabajos con el fin de que otros se sumen a esta “fábrica de ilusiones” para los más necesitados.
“Es importante aclarar que también aceptamos juguetes en buen estado, los ponemos a punto y los donamos. Nuestro sueño es que la gente se contagie con este proyecto. Necesitamos gente que nos dé una mano. Hay muchos chicos del país que van a estar agradecidos y que al final del día se van a ir a dormir con una gran sonrisa”, finalizan.
Si tenés una historia propia, de algún familiar o conocido y la querés compartir, escribinos a PalabrasMayores@lanacion.com.ar
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