La historia de la iglesia que estaba en el medio de la 9 de Julio y en sus profundidades dejó una tumba jamás hallada
La parroquia San Nicolás de Bari se ubicaba donde actualmente está el Obelisco; en 1931, se decidió tirarla abajo para dar lugar a la ampliación de la ciudad; las personalidades que fueron bautizadas ahí y su triste adiós
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La Ciudad de Buenos Aires cuenta con una rica arquitectura que embelesa sus calles, en particular en barrios históricos como Monserrat, Recoleta o San Telmo. Desde los edificios públicos hasta construcciones privadas, la gran mayoría de ellos guardan secretos de siglos pasados pero, a decir verdad, hay otras edificaciones que no resistieron el crecimiento poblacional y que fueron demolidas para dar paso a nuevas avenidas y calles. Ese fue el destino de la parroquia de San Nicolás de Bari, fundada en 1769, en pleno auge del colonialismo español y que se tiró abajo en 1931 con el fin de ensanchar algunas de las arterias porteñas más famosas. Para ser más precisos: su demolición vino de la mano con la necesidad de construir otra obra emblemática... la Avenida 9 de Julio.
San Nicolás de Bari, la iglesia destinada a desaparecer
La historia de la parroquia se remonta a hace 255 años, cuando Francisco de Araujo, propietario de una serie de terrenos en lo que hoy es la zona del Obelisco, cedió parte de sus lotes para la construcción de la misma bajo el ordenamiento de su yerno, Domingo De Acassuso.
En aquellos lotes poco urbanizados, vivían las personas de menos recursos y desplazadas de la colonia, en lo que se consideraban como tierras destinadas al cultivo. Fue allí donde en 1721 inició la construcción de la primera capilla con el fin de “socorrer a la gente asentada ahí”. Así lo explicó, en diálogo con LA NACION, Ana María Di Consoli, guía de turismo, autora del libro Pasado y Presente de la Parroquia San Nicolás de Bari y miembro de la Junta de Estudios Históricos de Montserrat. Las casualidades, en este caso, no existen: el barrio de San Nicolás debe justamente su nombre a la iglesia (que irónicamente fue demolida).
Esa primera capilla evolucionó con el trabajo de tres esclavos negros, pero en 1727, Domingo de Acassuso cayó de un andamio y murió. Por lo tanto, su yerno, Francisco, continuó con la obra.
Aquella región de Buenos Aires era “peligrosa”, con calles angostas y de tierra. Hasta antes de su nombre oficial, el barrio se denominó como: “Recio o Taco verde”, por el tipo de personas que habitaban allí, tal como rememoró Di Consoli.
En 1732 se terminó el edificio, aunque faltaban detalles.. Ese mismo año se bendijo. Tras ello, se dio paso en ese sitio a uno de los primeros conventos de la Ciudad, donde se instalaron monjas de clausura. Si embargo, la lejanía del centro neurálgico las obligó a mudarse y no fue hasta el 3 de noviembre de 1769 cuando el obispo Manuel Antonio de la Torre dividió a la diócesis porteña en cuatro curatos y se designó a ese como año fundacional de la iglesia de San Nicolás.
Misterios, curiosidades y hechos históricos que marcaron a la iglesia
La parroquia tuvo un rol preponderante desde su creación, no solo por el cementerio que se ubicó a su costado, fiel a los diseños de la época, sino que asistió a las personas que habitaban en ese barrio lejano. Además de su participación ciudadana, el edificio fue uno de los lugares donde los criollos y españoles escondieron las municiones de las milicias británicas durante la segunda invasión inglesa en 1807.
Más tarde, en 1811, el párroco de la iglesia, Manuel Alberti, integrante de la Primera Junta de gobierno patrio, murió y sus restos se enterraron en una cripta debajo San Nicolás de Bari. Sin embargo, reina el misterio: a pesar de la instalación de las líneas ferroviarias del subte D y de otras tantas edificaciones, la tumba nunca se halló.
Uno de los sucesos más importantes que ocurrieron en los muros de la parroquia, antes de la declaración de Independencia, fue el izamiento de la bandera nacional. Según explicó la guía de turismo porteña, “no se izó como tal, sino que se rodeó a la torre de la iglesia con la insignia patria”. “Esa fue la primera vez que apareció en Buenos Aires. Era el 23 de agosto de 1812. Todavía estaba el fuerte, fue muy cerca de la revolución”, continuó y describió: “Se hizo un festejo, hubo bailes, se tiraban monedas al público, fuegos artificiales y hasta hubo cantores”.
En aquella parroquia también se bautizaron próceres y personalidades históricas argentinas, entre ellos, Mariano Moreno, Bartolomé Mitre, Dardo Rocha, Florencio Molina Campos y Jorge Luis Borges.
Ya en 1931 comenzó el trabajo para la demolición el edificio y muchos de los objetos importantes se conservaron hasta la fundación de la nueva iglesia de San Nicolás de Bari, en la calle Santa Fe, entre Uruguay y Talcahuano.
Di Consoli explicó que el proceso fue “de a poco” y que, como último vestigio, se tiró la torre emblemática. En el libro que escribió al respeto, destacó el malestar de la ciudadanía y recordó un titular de LA NACION de aquella época, el cual describía el 13 de septiembre de ese año: “Da asombro la rapidez con la que se empezó a derruir el templo de San Nicolás de Bari y a retirar los escombros que se amontonan, desde la calzada, los vecinos miran expectantes. Las imágenes de las ruinas son tristes”.
San Nicolás de Bari, testigo de los procesos que dieron origen a la Argentina
La iglesia de San Nicolás sobrevivió por más de 162 años. Fue testigo de la caída del Imperio español y del Virreinato del Río de la Plata y del nacimiento de la Argentina como tal. Dentro de sus muros se conservó parte de la historia de Buenos Aires y, a pesar de que no permanezca de forma física, la placa que se colocó en su referencia en el Obelisco en 1936 intenta recordarla y honrarla, ya que su inexistencia dio paso a una mejor urbanización para la Ciudad.
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