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La zona del camino de Chavango (actual avenida Las Heras) y Coronel (hoy Coronel Díaz), en el barrio de Palermo, era un descampado en medio de algunas quintas. En 1877, en el gran rectángulo conformado por estas dos calles más Juncal y Salguero, se inauguró el edificio de la Penitenciaría Nacional, obra del arquitecto Ernesto Bunge, quien también proyectó las prisiones de San Nicolás y Dolores.
Diseñada con el sistema panóptico (un puesto de vigía en el centro, desde donde se ve todo) tenía cinco pabellones de dos plantas, que partían desde el centro de vigilancia, en media circunferencia como si fueran los rayos de una bicicleta, sumados a otros dos pabellones más chicos. Su capacidad era para unos setecientos reclusos. Estos hombres concurrían a talleres de artes y oficios. El más destacado era la imprenta. Allí se hacían trabajos para varios organismos del estado. Por ejemplo, se imprimía el Boletín Oficial.
En 1923 se produjo una resonante fuga de catorce presidiarios. El décimoquinto, robusto, quedó trabado en el angosto túnel y evitó que siguieran escapándose otros. En 1931 se fusilaron entre esas paredes a los anarquistas Paulino Scarfó y Severino Di Giovanni. Pasaron veinticinco años y en 1956 fue ejecutado el general Juan José Valle, acusado de sublevarse contra la Revolución Libertadora. Entre los conocidos que cumplieron condena en la Penitenciaría figuran Juan Moreira, José Santos Godino ("El Petiso Orejudo") y el múltiple asesino de Azul, Mateo Blanks.
Del otro lado de las barras, estuvieron los directores de la Pentinciaría: Enrique O’Gorman (1877-1887), hermano de Camila, fue el primero y se encargó de dicatr el reglamento. Reynaldo Parravicini (1887-1890), sucesor de O´Gorman y el padre del actor Florencio Parravicini, Antonio Ballvé (1904-1909), quien puso fin al régimen de silencio, y Roberto Pettinato, padre del conductor de televisión homónimo, quien ocupó el cargo entre 1947 y 1955 y eliminó el traje a rayas que debían usar los penados.
La cárcel funcionó hasta 1961. Ese año empezaron a demolerse con piquetas algunas oficinas. Al años siguiente, se utilizaron explosivos para derribar los enormes muros de siete metros de alto por cuatro de ancho. Hacía décadas que contrastaba con el barrio de Palermo que la rodeaba. El terreno dio lugar al actual parque Las Heras, más tres colegios y varias canchas de fútbol.
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