La hija de Menem se casó ayer en Italia con un empresario
Pocos invitados argentinos en la fiesta
SANTA MARGHERITA LIGURE.- Seis y veinte de la tarde, temperatura bochornosa, mucha humedad. Desde el Salón Belvedere del primer piso de la espectacular Villa Durazzo, donde hace exactamente siete minutos hubo aplausos -lo que significa que los novios han firmado el acta-, se oyen las notas de la marcha nupcial. Pasan unos segundos. Otro aplauso.
Zulemita Menem, de 32 años, y el aquí virtualmente desconocido empresario italiano Paolo Bertoldi, de 43, ya son marido y mujer. "¡Vivan los novios!", grita uno de los fotógrafos apostados en el parque, listo con su inmenso zoom para disparar una foto.
Seis y media de la tarde -13.30 en la Argentina-, y la flamante pareja de recién casados se asoma al balcón del primer piso de la blindadísima Villa Durazzo, para conceder unas pocas imágenes; Zulemita, la hija del ex presidente Menem -el padre de la novia que nunca llegó al casamiento-, besando apasionadamente a su millonario marido italiano, Paolo Bertoldi.
Zulemita, que tiene un vestido de novia blanco, sin mangas y sencillo, está radiante. Delgada como siempre, bronceada, con algo de maquillaje y el pelo recogido. Se la ve feliz con sus velos -Elsa Serrano, que le diseñó el vestido, lo acomoda todo el tiempo-, y con su bouquet de rosas blancas.
Los fotógrafos le piden que bese otra vez al novio. "¡Bacio!", le gritan en italiano. Y ella, mucho más acostumbrada que Bertoldi a los flashes, muy natural, vuelve a abrazar y a besar a su marido, enamoradísima.
Feliz, Zulemita saluda con la mano a los poquísimos invitados, cerca de 50, transpirados por el calor, entre ellos, muy pocos argentinos, que ya bajaron al hall de la villa. "Gracias", dice en español, claramente emocionada. "Bacioni", arriesga, riendo, en italiano.
Siempre desde el balcón, Zulemita se dirige especialmente a alguien que está abajo, entre los invitados. "¡Te quiero mamita!", dice, tirándole un beso una y otra vez a su madre, Zulema Yoma, que la mira extasiada. Claro, después de tanto sufrimiento, al verla sobre el balcón con su marido, cual Lady Di junto al príncipe Carlos, le debe parecer una verdadera princesa.
Vestida con un pantalón negro y una casaca del misco color, con paillettes, Zulema Yoma fue una de las primeras en llegar al casamiento blindado de Villa Durazzo, en el cual el gran ausente fue Carlos Saúl Menem.
Como la mayoría, Zulema Yoma llegó a bordo de un Mercedes-Benz negro escoltado por la policía, junto a la madre de Paolo Bertoldi, que estaba vestida de largo, y a Elsa Serrano, acompañada por el padre del novio, de quien nunca pudimos saber el nombre, visto el secreto absoluto que rodeó la boda.
Zulemita arribó en cambio bastante después, pasadas las seis de la tarde. Al bajarse de la limousine la hija del ex presidente argentino saludó gentilmente a los fotógrafos y caminó emocionada sobre una alfombra roja, tomándose del brazo de su suegro, vestido con un traje gris.
"Muy emocionados"
Aunque el casamiento fue civil porque Zulemita es musulmana, durante la ceremonia presidida por el alcalde de Santa Margherita, Angelo Bottino, hubo reminiscencias religiosas cuando una cantante lírica entonó el Ave María de Shubert. Como contó el alcalde, sin embargo, durante la ceremonia, en la que "los novios estaban muy emocionados", hubo una traductora de los artículos correspondientes del código civil.
Buen mozo y con su 1,90 metro, al igual que Zulemita, que se vistió de blanco, también Paolo Bertoldi estaba de impecable jacquet, como si se hubieran casado por iglesia. Evidentemente tímido, Bertoldi no ocultó su mal humor ante el asedio de la prensa que intentaba cubrir la "boda secreta". Menos de una hora después del "sí", en efecto, los pocos periodistas que ingresamos en el parque de la Villa Durazzo, un sitio normalmente público, fuimos invitados a retirarnos. "Es un fiesta privada, tienen que irse", intimaron los efectivos de la policía municipal. Antes pudimos presenciar la tradicional ceremonia del arroz que los invitados tiraron a los recién casados y algunos minutos del "rinfresco", que comenzó al son del tango "El día que me quieras".
Después, 46 invitados pudieron sentarse en el bellísimo Salón Verde, elegantemente puesto con mesas redondas con manteles color marfil, platos de sitio plateados, copas y centros de mesa con grandes velas.
Como explicó Genny Van der Gest, la excéntrica organizadora de la fiesta, el menú fue sobre la base de la cocina local, de la costa lígure. Es decir, variadísimos platos de pescado, pero también ostras y frutos de mar, y ensaladas, con vinos tintos, blancos y "spumanti" regalados por Paolo Monti, amigo del novio.
La torta de bodas, con muchísimos pisos, midió casi dos metros, según dijeron en secreto unos chicos del catering que, ante una pregunta, confesaron que el banquete costó "un patrimonio". Los novios, que seguirán su vida de casados con un perfil más que bajo, comenzaron después de la fiesta su luna de miel. ¿El destino? Top secret.