La heroica acción de un hombre común en medio de la tragedia
"Estoy feliz por haber salvado una vida", dijo Julio Rivas, quien ayudó a rescatar a una joven que estaba debajo de los escombros, tras la explosión
Hay una misa improvisada, dos curas, un rabino, una veintena de scouts, un centenar de ex combatientes de Malvinas y un grupo de familiares de desaparecidos que esperan una noticia que calme la angustia. Están en una carpa a dos cuadras de la tragedia que suma muertos a cada minuto. Los combatientes preparan la comida para los rescatistas, los scouts sirven mate cocido, los enfermeros les toman la presión a los familiares. Todos están sobre el bulevar Oroño, esa arteria rosarina que se viste de deporte y bares todas las tardecitas ahora está fracturada por las vallas, por la policía, por los móviles de los canales de noticias, por la Guardia Urbana, por tanto aroma a derrota.
Cae la noche en Rosario. Afuera de la carpa hay un cartel que dice "salud mental". Esta es la acción rápida que desplegó la municipalidad de Rosario para contener lo que tal vez no tenga contención. Mientras la lista de desaparecidos disminuye aumenta la lista de muertos. La noche avanza mientras se profundiza el trabajo de los especialistas en remover los escombros, lo que quedó del derrumbe de un edificio de nueve pisos que se desplomó por un escape de gas veinte minutos antes de las 10 de la mañana del 6A en Rosario.
Las noticias se actualizan con vértigo de los tuits: la búsqueda y detención del gasista que trabajó en Salta 2141, las donaciones que se multiplican como panes sagrados, los donantes de sangre que acuden a los hospitales y los pequeños milagros que abren una grieta en medio del caos. Julio Rivas, un hombre forzudo que se dedica a instalar aires acondicionados, se apoya en una camión de bomberos mientras mira cómo los policías de Santa Fe piden a gritos despejar calle Salta para que salgan más ambulancias del lugar del estallido. Decir que Julio tiene los ojos inyectados de lágrimas puede sonar a lugar común, pero padre de dos niños sintió que sus propios hijos podían estar bajo los escombros cuando entró corriendo entre el fuego para salvar a alguien.
Julio estaba en su auto muy cerca de los Tribunales de Rosario cuando ocurrió la explosión. Él llamó a su esposa y volvió rápidamente a su casa, que está a dos cuadras de la tragedia. Guardó el auto y corrió al lugar. "Era un desborde de gente que iba y venía", cuenta a LA NACION. Aún no había ni vallas ni noticias trágicas, sólo el caos propio de los primeros minutos. Así entró en el hall del complejo que tenía tres alas y llegó hasta lo que parecía un patio interno. Había casi dos metros de escombros, una pila inmensa donde, a primera vista, no se distinguían personas. Caminó entre las piedras hasta que advirtió que había dos camas, una arriba de otra, tapadas con vigas, con lo que quedó de la torre derrumbada. Julio sólo veía sus cabezas, sus cráneos. Empezó a hablarles hasta que obtuvo respuesta de una mujer joven, quien no había perdido el conocimiento a pesar de haber caído desde el cuarto piso.
La joven que había caído al vacío se llama Gisele, es estudiante de arquitectura y estaba enviando un mensaje de texto en el momento de la explosión a sus compañeros de facultad. Julio estaba trabajando junto a un grupo de cuatro rescatistas sacando la mampostería de arriba para poder liberar a la universitaria oriunda de la localidad de Fuentes. Ella gritaba y pedía que la saquen. La sacaron en una camilla, de ahí fue en una ambulancia hasta el Hospital Centenario. Según Julio, la joven de 23 años, fue la primera en ingresar al centro de salud. Mientras iban en camino, le dijo su nombre completo, Julio le avisó a su esposa por teléfono y así pudieron localizar a sus familiares vía Facebook.
Cuando Julio llegó al hospital se disfrazó de familiar. Gisele le pedía que no la abandone, que no la dejara sola. Julio dijo "soy un primo" y recibió el primer parte médico. La joven estaba fuera de peligro. Una hora más tarde llegaron al Centenario los familiares reales.
"Yo pensé que en una situación podría estar mi familia y eso me movilizó a ir al lugar". Julio tiene dos hijos: Nazareno y Juan Pablo de 9 y 12 años. En el interín del rescate, él recibió una llamada desde Colegio San José, una escuela religiosa que está a poco más de cinco cuadras del lugar. En la escuela se abrieron todas las puertas por la onda expansiva y la institución fue evacuada. "Estoy feliz por haber salvado una vida y también impotente porque quisiera volver a entrar". Mientras, adentro, de noche y con linternas sigue la búsqueda. Y a dos cuadras de la tragedia dos curas y un rabino procuran con la oración ponerle palabras en el espacio del vació y del silencio más terrible. Son muchos los que esperan que una noticia calme su angustia.
Otras noticias de Rosario
Más leídas de Sociedad
Podría extenderse este martes. Demoras y cancelaciones en los trenes del AMBA por una medida de fuerza de La Fraternidad
Reintegro. Cómo pagar el subte con MODO
Medida de fuerza. Por qué funcionan con demoras y cancelaciones los trenes
Para agilizar viajes. En el Aeroparque porteño se inaugura un nuevo sector: qué servicios se suman