La habilidad que se enseña cada vez menos en las escuelas y que la pandemia puso al borde de la extinción
Durante los últimos dos años, se aceleró el reemplazo de la escritura manuscrita por el uso obligado de los dispositivos tecnológicos a distancia
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Santiago tiene 12 años y no sabe leer ni escribir en cursiva. Aprendió en algún momento durante la primaria, pero no le quedó nada. Él no es el único de sus amigos que no escribe, pero sí uno de los pocos que no puede leerla. Cuando sus profesores escriben con marcador en la pizarra, tiene que acercarse y recordarles que usen la imprenta, porque si no no entiende. Cuando regresó la presencialidad, Santiago volvió al colegio con una tablet en la mochila, y solo un block de hojas que usa con poca frecuencia. Toma notas y hace la gran mayor parte de sus deberes en forma digital.
Para estas generaciones la vida es en imprenta. Y en realidad, casi completamente digital. Según datos del INDEC, el 90% de los hogares urbanos de la Argentina tienen acceso a Internet, 88 de cada 100 personas tiene un teléfono celular y casi un 65% de los hogares cuentan con una computadora.
Lejos quedaron los cuadernos de caligrafía y las largas horas de practicar las curvas y las uniones. Y aunque muchos docentes insistan en la importancia de la utilización del papel, la realidad es que incluso gran parte de los adultos ya no escribe a mano, mucho menos en cursiva. La pandemia aceleró este proceso en muchas escuelas, en las que se pasó casi completamente a modelos de enseñanza digital. Al volver a clase, los dispositivos tecnológicos continuaron presentes: los celulares, notebooks y tabletas reemplazaron no solo la cursiva, sino directamente a la escritura en papel.
El debate sobre si es necesario enseñar la cursiva a las nuevas generaciones no es nuevo: en Finlandia, desde el 2016 los chicos aprenden solo la imprenta, y en Estados Unidos, desde 2014, la cursiva no es obligatoria. En la Argentina, hace varios años que ya no se obliga a los alumnos de primaria a que escriban cursiva. La aprenden, pero luego se les permite elegir con cuál forma de escritura se sienten más cómodos, sin forzar una por sobre la otra. En el mundo escolar post pandémico, este debate está siendo superado por uno más radical: ¿debemos abocarnos a la escritura digital por completo?
Constanza Escurra es directora de primaria en el colegio Arrayanes, situado en Garín, en la zona norte del conurbano bonaerense, y profesora de Metodología del Aprendizaje en la Universidad Católica Argentina (UCA). Ella considera beneficioso que se practique la cursiva obligatoriamente. Y no se rinde: “Yo personalmente les pido a mis maestras que lo exijan, porque los chicos tienen que adquirir las dos habilidades. Es evidente que no van a elegir la cursiva si no tuvieron la oportunidad de practicarla bien y adquirir la motricidad fina”.
Las maestras a su cargo están de acuerdo con la metodología de enseñanza e incluyen tareas en las que se pide específicamente que las entregas sean en cursiva.
Los defensores de la cursiva plantean que, al usarla, se ponen en juego una serie de mecanismos de coordinación y motricidad fina. Un experto en caligrafía alemán, Hasso Mansfeld, plantea que la caligrafía es “uno de los elementos más importantes en el aprendizaje de un niño, ayuda a fomentar la coordinación, las habilidades manuales y su ejercicio periódico es fundamental para la actividad cerebral”.
Resistencia
Los que presentan mayor resistencia a la cursiva y al papel son los alumnos, en especial a nivel secundario. “Si pueden zafar de escribir, mejor. Prefieren siempre entregar en un documento, abrir la computadora o hacer la tarea en el teléfono directamente. Especialmente después de la pandemia, porque ya saben que es posible usar las plataformas. Yo, en cambio, prefiero como profesora corregir en papel, es más rápido y más fácil”, explica Marina Bruzzesse, profesora de historia en nivel secundario, en el colegio St. John’s, de Pilar.
Hace muchos años que se anticipa la erradicación de la escritura manuscrita. Fuera de las aulas, existen algunos nostálgicos, pero el mundo abandona cada vez más la escritura en papel. “En el mundo hoy se escribe más. Pero a mano se escribe menos y la evidencia es directa. ¿Cuántas líneas resiste nuestra mano sin sentir que nos acalambramos? ¿Cuántas veces no pudimos descifrar lo que nosotros mismos escribimos?”, se pregunta Valeria Abusamra, doctora en Lingüística, docente de la materia de Psicolingüística en la Universidad de Buenos Aires e investigadora del Conicet.
“Hay países que no usan la cursiva y tienen excelentes sistemas de alfabetización. Incluso a los que les va mejor en las pruebas Pisa erradicaron la manuscrita”, afirma Florencia Salvarezza, directora del Instituto de Neurociencias & Educación de la Fundación Ineco.
Experiencia motora
Abusamra cita un estudio que llevó a cabo Karin James, en el año 2017, con resonancia magnética funcional: “James demostró que la escritura a mano tenía efectos significativos en la capacidad de niños de 4 y 5 años de reconocer letras. La escritura a mano permitía vincular el procesamiento visual con la experiencia motora, facilitando las habilidades de reconocimiento de letras posteriores. En esta misma línea, Laura Dinheart, de la Universidad de Florida, mostró que era posible plantear asociaciones entre la buena escritura y el rendimiento académico”.
Según señala la lingüista, la escritura a mano tiene un rol importante en el desarrollo educativo: los niños aprenden a leer más rápido si primero han aprendido a escribir a mano. Además, los conceptos manuscritos se recuerdan más que los que se escriben en teclado, y resulta más sencillo retener información y generar ideas nuevas.
“Con la pandemia aparecieron otros modos de representar la realidad introducidos por las tecnologías. No podemos decir que sean positivos o negativos, sino simplemente que se ha abandonado (o que está en proceso de abandonarse por completo) un modo de escritura”, opina Silvia Schlemenson , directora de la carrera de especialización en psicopedagogía clínica de la Universidad de Buenos Aires.
“Podríamos pensar que la letra cursiva ha perdido vigencia absoluta, y no deberíamos pensar tanto en qué se pierde con una escritura alfabética y gráfica, sino en qué se pierde si se pierde la letra cursiva. Habría que empezar a pensar que sustituir un modo de graficar el lenguaje (letra cursiva por imprenta o virtual) en sí mismo no son significativas para el aprendizaje. No importa tanto el sistema gráfico según el cual se transmitan las ideas, sino que las ideas sean transmisibles”, concluye.
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