La grieta de los balcones: de la resiliencia a la frustración de la discusión con los vecinos
Al principio de la cuarentena, era su cita obligada. El momento que abandonaba las relaciones virtuales para interactuar con otros. Cada vez que el reloj marcaba las 21, Eduardo Sáez, de 48 años, salía al balcón para aplaudir a los médicos y a todos aquellos que siguen trabajandodurante la epidemia de coronavirus. La conexión con sus vecinos era inmediata desde el balcón del cuarto piso sobre la calle 11 de Septiembre, en Belgrano. Eduardo, que vive solo, dejaba lo que estaba haciendo para sentarse en el balcón y aplaudir. A veces, llevaba lo que estaba cenando y se instalaba ahí afuera. Después del aplauso, un vecino pasaba música; los demás cantaban y pedían temas. Era lo más parecido a una vida social. Pero desde hace tres noches, Eduardo ya no sale. "Perdió gracia. Se politizó, como todo. Estábamos todos juntos y ahora nos mató la grieta", dice.
Desde que al aplauso de las 21 se le sumó el cacerolazo de las 21.30 para pedir que los funcionarios y legisladores se bajen los sueldos y los donen, se desató la guerra de los balcones. "Unos aplauden y dicen ‘Vamos Alberto’ y otros le contestan con insultos. Unos cantan el himno y otros tratan de taparlos con las cacerolas y ‘Son todos chorros’. Y así se arman las guerras", detalla. No salir al balcón, explica Eduardo, lo está afectando. No está de humor como la semana pasada. Ahora el encierro, a él que vive solo, le parece un confinamiento.
Lo mismo está ocurriendo en otros barrios de la ciudad, donde la grieta está empezando a dividir a los vecinos que antes estaban todos en la misma vereda, la de la solidaridad y la colaboración social.Parece que las 21 fuera la hora del encuentro de vecinos y las 21.30, la del desencuentro. Otro fenómeno social que parece estar quedando atrapado en la grieta.
"Reconozcamos que la situación que estamos viviendo, y de ahí en gran parte el humor social, es una situación compleja. Tiene una linealidad: todos juntos frente a la enfermedad, al virus. Eso nos homogeiniza y nos pone a todos en un mismo lugar. Ese es el balcón de los aplausos. El reconocimiento y agradecimiento a los que ponen su conocimiento y su cuerpo para ayudarnos a estar sanos. Los aplausos son además una manera de alimentar el vínculo entre los ciudadanos. Todos unidos aplaudiendo a otros. Se genera un puente transversal, un lazo entre los que aplauden. Construye un vínculo fraterno. También es una manifestación de que estamos vivos y aceptamos las reglas del juego. Salir a aplaudir es una forma de manifestar esperanza", opina José Eduardo Abadi, médico psiquiatra y escritor.
"Pero a las 21.30 viene el cacerolazo. Que no tiene una sola causa u origen. La crisis pone sobre el tapete distintas carencias, que se teme que sean peores. Este cacerolazo es un grito de ‘Por favor acuérdense de mí. No se olviden de que yo estoy pasando una crisis gravísima’. Es como informar, reclamar, pedir. Y ahí lo individual prima y pueden surgir las diferencias políticas. Esa homogeneidad de cómo salir adelante se quiebra", apunta.
Acá estamos
La psicoanalista Mónica Cruppi, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina, explica: "Frente al aislamiento que nos resguarda y nos desafía, la gente se sostiene con rituales sociales. Esta es una manera de hacer comunidad y no sentirse tan aislados. Tenemos la conexión virtual. Los balcones son otra forma de conectarnos de cuerpo presente. De decir ‘Acá estamos en comunidad enfrentando esto’. Aplaudimos por lo que está bien y protestamos por lo que está mal. Nos acompañamos y nos hacemos compañía".
"Nosotros sí salimos. Todas las noches subimos a la terraza y aplaudimos a los que están trabajando. Para mis hijos es como la salida del día. También cantamos el himno nacional. Pero no es igual que antes. Cada vez son menos los que salen y, en cambio, otros salen más tarde y se escuchan peleas. No está bueno", cuenta Cynthia Sencillo, vecina de Villa Devoto.
"Yo salgo en los dos horarios al balcón. Pero, mis aplausos no son para Alberto, como interpretó [Daniel] Filmus. Son para todos los que prestan sus servicios día a día", aclara Patricia Martín, que vive en Vicente López, sobre la avenida Maipú. "Acá no hay peleas. Se escuchan más los aplausos que los cacerolazos. Del lado que estoy yo es Vicente López y del otro lado es Florida. Y está repartido. Hay mucha gente grande que ya no sale. Pero los aplausos son más sonoros", dice.
"Estamos viendo las primeras manifestaciones del fenómenos en los balcones. Van a ir cambiando a medida que avance. El balcón es ahora el ágora romana. Nuestro espacio donde ejercer ciudadanía durante la cuarentena", agrega Cruppi.
Existe una ondulación en el humor social que puede servir para entender la guerra de los balcones. "Hay un primer momento de resiliencia, de resistencia y de solidaridad. Uno puso todas sus fuerzas en enfrentar la enfermedad. Y gestó una conexión muy fuerte. Pero, al prolongarse en el tiempo, se producen ondulaciones anímicas. Estamos atravesando un duelo colectivo, un momento de frustración. El miedo a lo que puede ocurrir, a medida que la cuarentena se eternice… Todo esto genera mucha ansiedad y temor. Y no todos reaccionamos de la misma manera. Porque la razón y la emoción no siempre pasan por el mismo camino", describe Abadi.
Y agrega: "Tenemos dos respuestas a la frustración, el enojo o la depresión. ¿Estamos atravesando ese estadío? A nivel individual, empiezan a aparecer algunos indicadores. En la medida en que esto se convierte en algo conocido, aparecen otros estados afectivos. Irritabilidad, enojo, tristeza muchas veces disfrazada de cansancio. A nivel colectivo, estamos en transición. De la resiliencia a la frustración. Se está haciendo largo. Y los estados de ánimo de quienes se asoman a los balcones son variables".
Cruppi concluye: "Tiene que ver con lo que pasa. Como habitantes de la cuarentena, llevamos al balcón la vida cotidiana. Aplaudir o hacer un cacerolazo, o lo que sea que venga después es una forma de ejercer democracia. Estamos viendo las primeras manifestaciones de estos fenómenos en los balcones. Van a ir cambiando a medida que avancen la cuarentena y la epidemia".
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