La frontera norte de Pinamar: kilómetros de gazebos y camionetas 4x4, las marcas de una playa que crece cada verano
Miles de turistas eligen esta zona año tras año por su exclusividad; cómo es un día típico en el área
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PINAMAR (Enviado especial).– Una llamativa postal se reedita cada temporada sobre la línea costera de la frontera norte de esta ciudad, aunque quienes visitan la zona desde hace años afirman que nunca fue tan imponente como este verano. Son kilómetros y kilómetros de gazebos de todos los colores que se mezclan con camionetas 4x4, cuatriciclos y UTVs de familias que eligen disfrutar allí los días de playa. La cantidad de turistas y de vehículos es tal que se confunden en una difusa recta que, a la distancia, parece no tener fin.
Al acercarse a las instalaciones y en una recorrida por el área, que se extiende hasta el límite con Costa Esmeralda, se percibe rápidamente el ambiente familiar que impera. Cada gazebo o carpa, como les dicen algunos, es un mundo. En algunos, toman sol y en otros, simplemente, conversan sentados en sus reposeras. En la playa, padres, hermanos, primos y amigos se divierten y practican un sinfín de actividades: desde voley y tejo hasta deportes como natación y kitesurf. Mientras tanto, los más intrépidos salen a bordo de sus cuatriciclos y motos para ponerlos a prueba sobre los médanos que se dibujan tierra adentro.
“Exclusividad”. Esa es la característica que todos destacan de las playas de la frontera. Es que debido al terreno medanoso y desnivelado que las separa de la ciudad es necesario trasladarse hasta ellas en vehículos de tracción 4x4, ya sea en camionetas, cuatriciclos o utilitarios.
“Estamos pasando el día con amigos con los que venimos todos los veranos. Somos 6 o 7 familias que nos encontramos acá desde hace 25 años”, cuenta a LA NACIÓN Gustavo Blanco, un hombre de 50 años oriundo de San Antonio de Areco. Y recuerda: “En un comienzo no había tantas camionetas 4x4. Nosotros veníamos en una estanciera y resultaba muy difícil entrar. Hoy hay muchísimas 4x4. Además, se instalaron numerosos paradores y la gente viene con las carpas, algo que antes no existía. Estas empezaron a incorporarse con los años y son un golazo, porque te reparan mucho del viento”.
Las carpas o gazebos constan de cuatro parantes que en algunas ocasiones solo están cubiertos por una tela en la parte superior y en otras también a los costados. A veces, el material que protege del viento en los laterales es plástico y, en todos los casos, son muy espaciosos: albergan sin problemas a una familia tipo. Además, quienes los usan destacan su gran durabilidad. Los precios oscilan entre los $80.000 y los $100.000.
Costumbres
“En general llegamos a las 11, tomamos unos mates y almorzamos. Después, salimos a andar en UTV o moto y disfrutamos de las dunas. Traemos muchos juegos y jugamos al voley, a la paleta, al fútbol. Hablamos con la gente de las otras carpas. La verdad es que es muy relajante y es muy linda la vida en la playa”, señala Daniela Pernas, que es de Río Gallegos y desde hace 7 años elige vacacionar en estas playas.
Ante la presencia más espaciada de los paradores en la zona, cuenta que la comida se “autogestiona” y describe un típico menú playero familiar: “Hoy tenemos tarta como plato principal y también tenemos ensaladas. Un clásico es la ensalada de frutas, que traemos siempre, y además muchas bebidas. Por último, a la tarde compramos churros”.
Sí, también en estas playas hay churreros que se las ingenian para llegar en cuatriciclos y vender su mercadería a la fila interminable de familias que se extienden a lo largo de la costa.
Según Pernas, la temporada actual “es muy particular” dada la gran cantidad de turistas que pasan sus días en este sector de la costa. “Creo que mucha gente que se iba a otro lado se vino para acá. Siempre hay mucho movimiento, pero particularmente esta temporada se nota una gran cantidad de gente”, observa.
Con esa apreciación coincide Marcelo Clavel, de 51 años, que conversa con LA NACIÓN mientras lanza un anzuelo mar adentro con su caña. “Lo que tiene este lugar es que te permite realizar actividades, que en las playas del centro no podés hacer. Por ejemplo, te permite tirar la caña mientras estás disfrutando de la playa y por ahí pescar algo. Hoy todavía no tuve ninguna alegría, pero recién llego. Anteayer, tuvimos suerte y sacamos varios bagres que cocinamos en un ‘chulenguito’ que traemos con la camioneta. Los envolvemos en papel aluminio, los tiramos a las brasas y en un ratito ya los tenemos”, manifiesta.
El hombre, que pasea por el lugar en compañía de un amigo y de su hijo, es habitué desde hace 9 años y también se sorprende por los “kilómetros y kilómetros de carpas” que se extienden a lo largo de la costa. “La imagen es muy impresionante y también la cantidad de camionetas 4x4. Son cientos y vos decís: ´¿de dónde salen tantas?´. Con el paso del tiempo se suman más”, afirma.
Por su parte, Román, de 17 años, relata: “Vine con mi familia y nos juntamos con unos amigos de mi tío. En un día típico, venimos con la camioneta y los cuatriciclos, después armamos las carpas y salimos a andar. También jugamos al fútbol y nos metemos al mar. Además, este verano también está saliendo mucho tejo: se juegan muchos partidos y hay pica. Pero hay todo tipo de prácticas, desde andar en cuatriciclos hasta kitesurf y windsurf”.
Finalmente, Gustavo sostiene: “Yo soy fanático de llegar entre las 10 y 10.30, aunque la gente más joven llega a las 14 o 15 y la movida se termina por la tardecita, noche, aunque si el tiempo está muy lindo algunos se quedan y hacen asado, pero son muy pocos. La mayoría se va para el centro y vuelven al otro día”.
Picadas en los médanos
Mientras que la mayoría disfruta de las playas de la región, son muchos los que prefieren salir a recorrer los médanos cercanos a bordo de todo tipo de vehículos. En algunos casos, se contentan con manejar sobre el impredecible terreno en busca de un poco de adrenalina. Sin embargo, también se observan picadas a toda hora, un problema cuyos principales protagonistas son los cuatriciclos y los UTVs, pero también las 4x4 y las motos.
“Acá está toda la movida de las 4x4 y atrás se hacen las famosas picadas de cuatriciclos, camionetas y UTV. Hace algunos días fui a ver, porque soy inquieto. Como no corro, me ofrecí a ser ‘largador’ en chiste y me dejaron. La verdad es que estaba tranquilo y todos corrían en el mismo sentido”, dice a este medio Gustavo, aunque aclara: “Sin embargo, no deja de ser riesgoso, aunque creo que lo más peligroso es cuando empiezan a saltar en la zona de las dunas y se encuentran en el camino. Ahí suceden los accidentes. Ante esta situación, propuse tiempo atrás que se hiciera una división en carriles en esas tierras, pero son privadas, así que la Municipalidad no puede hacerlo”.
Román, en tanto, plantea una perspectiva similar: “Nosotros salimos a andar tranquilos con los cuatris y vemos las picadas, pero están controladas. En general, se hacen en un lugar que es plano para evitar accidentes”. Por su parte, José añade: “Las picadas se hacen en La Olla, desde siempre. Pero en el resto de la frontera el ambiente es muy familiar”.
A pesar de la normalidad con la que los turistas hablan de las picadas y las recorridas por las dunas, lo cierto es que los accidentes suceden con frecuencia. De hecho, fuentes de la Secretaría de Salud del municipio confirmaron a este medio el ingreso de entre dos o tres personas diarias al hospital local producto de lesiones vinculadas al uso de cuatriciclos y UTV, muchas de las cuales ocurren en la zona de la frontera.
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