"La fantasía rompe las leyes de la ciencia ficción", dijo Bradbury
El novelista habló con La Nación sobre su obra y su temor a los aviones
A la vez que producía admiración, en los años 60 los cuentos de Ray Bradbury estimulaban portentosamente la fantasía y nos llevaban a lugares remotos -mucho más allá de este minúsculo reducto de nuestra galaxia-, donde todo sucedía o estaba por suceder de un modo prodigioso.
Si en aquellos días nos hubieran dicho que ese privilegio se iba a potenciar hasta el punto de entrar en contacto -un encuentro cercano- con el autor de estas maravillosas narraciones, lo hubiéramos aceptado sólo como otro ángulo imaginativo más de lo que ellas eran capaces cuando entrábamos en el trance de todo lector solitario.
Sin embargo, ocurrió. Ayer, en algún lugar de la ciudad tumultuosa, en donde lo sueños suelen librar una pulseada desventajosa con la tensa realidad. Coordenadas de un mundo extraño.
"Sí que lo es -ratifica Ray Bradbury, en una entrevista con La Nación -. Yo tampoco pensé que algún día me encontraría aquí y sería recibido con tanto amor. Pero todo es extraño. La vida misma en la Tierra tiene sus facetas imposibles. Pensemos, por ejemplo, en el paso del gusano a la mariposa. No están relacionados, pero sin embargo lo están. Pensemos en el feto, una pequeña bola que empieza a crecer. ¿Por qué late el corazón? No lo sabemos".
Entre Verne y Poe
Bradbury gesticula continuamente. Es un buen conversador, bien dispuesto y cálido. Sorprende al fotógrafo Enrico Fantoni pidiéndole la imagen plastificada de José Luis Cabezas, y se la coloca en la solapa. "Deseo ser solidario", murmura.
-Algunos dudan en situarlo a usted como un escritor de ciencia ficción o de literatura fantástica. ¿Cómo se resuelve esto?
-La ciencia ficción está basada en las leyes de la física y la fantasía rompe esas leyes, al menos provisionalmente. El hombre invisible, por ejemplo. Si se descubre un mecanismo probable para lograrlo, el tema se corre a la ciencia ficción.
-Dicho de otra manera, usted parece estar más cerca de Verne que de Poe.
-En realidad, no estoy muy cerca de ninguno de los dos, sino en un plano que los combina. Pero sí debe decirse que mientras Verne subía en el aire, Poe se hundía en la tierra.
-Como sesgo característico de su narrativa, está presente de una forma muy nítida lo que podríamos llamar tratamiento poético. Algún crítico ha dicho que es un poeta que escribe cuentos. Utiliza la prosa, no obstante.
-Sí, creo que el tratamiento poético es algo intuitivo en mí. Creció con influencias diversas, como las de Shakespeare, Robert Frost, Emily Dickinson o la Biblia. Cuando se crece con esto, entra en la literatura de uno sin que uno lo sepa. La primera vez que descubrí que era un escritor de prosa poética fue una tarde en que tomábamos el té con Aldous Huxley. Yo era muy joven. Huxley me preguntó si sabía qué era yo. Le dije que no. Me dijo:"Usted es un poeta". Eso me sorprendió y a la vez me complació mucho.
-¿Y qué es un poeta?
-Alguien que puede tomar una metáfora y tejer un tapiz con ella. Hay mucha poesía actual que no lo es, no tiene metáfora, ni ritmo ni tapiz. A veces es sólo una descripción evocativa, un penseé, dicen los franceses, y eso no es un poema.
-Robert Graves iba aún más lejos. Deploraba la pérdida de contacto con un conocimiento trascendente, como ocurría con los poetas en el pasado.
-Sin duda. Debe haber un vínculo con el misterio y sensibilidad frente a la belleza y también respecto de lo terrible. Lo hizo Tolstoy en La guerra y la paz. Lo intenté en Fahrenheit 451.
-A propósito de Fahrenheit, uno recuerda la versión cinematográfica de Truffaut. Salvo ese film y su guión para el Moby Dick de Houston, el vuelco allí de sus obras no ha sido muy feliz.
-No, por cierto. Crónicas marcianas es aburrida y El hombre ilustrado, un desastre.
-¿Y cómo le impresionaron Odisea del espacio y Encuentros cercanos del tercer tipo?
-La de Spielberg me pareció demasiado larga, pero tiene la virtud de que uno sale cambiado. Creo que hay algo en ella de la Capilla Sixtina, con Dios tocando al hombre, conectándose con él. Odisea es muy hermosa para mirar, pero no mucho más. Stanley Kubrik es un gran fotógrafo (ríe).
-¿Cómo visualiza el futuro de la humanidad?
-Vamos a tener éxito, pese a los apocalípticos. En los relatos en que tiendo una mirada agobiante sobre la situación del hombre, también concibo siempre una salida, como en Fahrenheit, en donde la quema de libros es compensada con el recuerdo de ellos, con alguien reproduciendo sus contenidos de memoria.
-Se ha mostrado crítico respecto de los avances tecnológicos. ¿Cómo se los contrarresta?
-Con un lápiz y un cuaderno. Con la cabeza y con mayor creatividad. Internet sólo sirve para hacer alguna investigación, pero más allá de eso es un típico juguete machista, como el fútbol. No hay cerebro.
-En su charla con el público, en la Feria del Libro, dijo que había que saltar al vacío, sin alas. Y construir las alas mientras se está cayendo. Un poco al estilo de Cristóbal Colón que se largó con sus naves, pese a que la Tierra era cuadrada. Pero usted relacionó esto con el acto de escribir. ¿No lo cree aplicable a la vida, en general?
-A la vida cotidiana, claro. Es preciso correr riesgos en todo lo que emprendemos: en el amor, la amistad, los negocios. Hasta en una entrevista para un diario (ríe.)
-Empezó a escribir siendo un niño. ¿Con qué motivación?
-A los ocho años, me encontré con un mago que me tocó con una vara eléctrica y me dijo: "Vive para siempre. Viviste antes y moriste en mis brazos y ahora vivirás para siempre". Eso me impulsó a escribir. Tal vez no viviré para siempre, pero quizás sí unos cuantos años en mis libros. Pero hay también un sentimiento religioso. A la manera de Kazantzakis, creo que Dios grita para que lo salvemos. Lo hacemos testimoniando y celebrando la vida. ¿Para qué serviría el Universo si no somos capaces de eso, de comprender la frase de Chesterton cuando habla del milagro de la mera existencia?".
-¿Es cierto que desciende de una de las brujas de Salem?
-¡Oh, sí! De Mary Bradbury, que murió quemada en la hoguera, en 1680.
-Usted no viajaba por temor a los aviones. ¿Cómo se las arregló esta vez?
-Me fabriqué un par de alas cuando estaba cayendo.
A solas con Menem y con Vargas Llosa
El presidente Menem recibió ayer a los escritores Mario Vargas Llosa y Ray Bradbury, y les manifestó su deseo de que se sancione próximamente la Ley del Libro en nuestro país. "Es una deuda que hemos contraído públicamente y el Poder Ejecutivo va a hacer todo lo posible para que se concrete", manifestó al recibirlos, junto con la secretaria de Cultura, Beatriz Gutiérrez Walker.
Tanto Vargas Llosa como Bradbury, expresaron su sorpresa y conmoción por el éxito y la masiva participación de jóvenes en la Feria Internacional del Libro, la cual está superando todas las expectativas. Conversaron también sobre sus gustos literarios y coincidieron en la importancia de la figura de Jorge Luis Borges.
En la reunión, no faltaron los regalos: Menem obsequió a sus visitantes con libros ilustrados sobre la historia del tango. A su vez Vargas Llosa entregó al mandatario un ejemplar de su última novela, "Los cuadernos de don Rigoberto".
Menem y Vargas Llosa se refirieron a los últimos acontecimientos del Perú, y evaluaron la operación de rescate de los rehenes del MRTA como "algo necesario". Dijeron que la medida del presidente Fujimori fue tomada con el fin de rescatar con vida a los rehenes y precisaron que "no se puede sacar rédito político de la pérdida de vidas humanas".
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