La familia de Rodrigo Hredil, contra el personal médico y policial: “Ellos sí estaban preparados para prevenir esta tragedia"
Desde el día en que la policía fue hasta la casa de la familia Hredil, en Las Grutas, provincia de Río Negro, para informarles que su hijo Rodrigo -de 21 años- había pasado por la comisaría a decir que una voz le ordenaba cometer algo tremendo, la vida de Celia Araya y Fernando Hredil nunca volvió a ser la misma. Desde ese 31 de julio de 2015, más de dos años de una búsqueda incansable se apoderó de la rutina de ambos y concluyó en noviembre del año pasado, cuando finalmente se enteraron que Rodrigo estaba muerto.
En esos casi mil días de búsqueda Fernando pidió licencia en la escuela en la que trabajaba como profesor de educación física para volcarse de lleno a encontrar a su hijo. Y las calles de Las Grutas se inundaron de carteles con las imágenes que Celia repartía, en las que imploraba por la aparición de su hijo. “Papá y mamá te amamos y queremos encontrarte”, decían los folletos. “Distintas personas nos decían que lo habían visto en el norte del país, en el sur. Fueron dos años de viajes, idas, venidas”, dice Celia en diálogo con LA NACION vía Skype, a más de cuatro meses de la aparición sin vida de Rodrigo.
El 30 de septiembre del año pasado el fiscal Juan Pedro Puntel, a cargo de la investigación por el hallazgo del joven, les comunicó a los Hredil que habían hallado unos restos óseos en la marea de San Antonio, una localidad ubicada a unos 18 kilómetros de Las Grutas. La noticia los sorprendió: supuestamente ya no había posibilidades de hallarlo en las zonas aledañas adonde había dejado su camioneta ese viernes de frío invernal, a un costado de la ruta, mientras atravesaba un brote psicótico. Les dijeron que la probabilidad de que los restos pertenecieran a Rodrigo eran altas. “Ya suponían que podía ser él porque no es común que una persona lleve ortodoncia”, cuenta Celia. “Ahí empezó otra etapa para nosotros. De mucho dolor, de expectativa”, agrega. “Hasta que el 3 de noviembre nos llama la psicóloga de la fiscalía para avisarnos sobre el resultado del ADN luego de haber hecho los análisis correspondientes. El resultado era que realmente Rodrigo era la persona a la cual pertenecían esos restos. Después de haberlo buscado durante dos años sentimos un dolor terrible”. La familia explica que Rodrigo no fue contenido ni por el personal policial ni por el personal médico que lo vio antes de que desapareciera: "Lo que siento es que dejaron a mi hijo libre para que se encuentre con su propia muerte sin poder nosotros tomar conciencia de ello".
Un dato para cerciorar que efectivamente se tratara de Rodrigo fue el pedido que Celia le hizo a la ortodoncista que lo atendía. Ella pudo constatar la similitud entre los moldes que ella guardaba en su consultorio y la dentadura del cadáver. “Coincidía todo, absolutamente todo”, cuenta la madre.
Ante la noticia, la familia se recluyó para juntar fuerzas e iniciar una nueva etapa: la de pedir justicia. “Nos tomamos un tiempo para poder estabilizarnos emocionalmente y comenzar otra etapa que es la de pedir justicia por la muerte de nuestro hijo, que nadie nos lo va a devolver”, continúa. De esa manera, repasa el último día que vieron a Rodrigo con vida: había tenido un brote psicótico el jueves 30 y, según dicen, no fue lo suficientemente ayudado por el personal médico que lo atendió. “Cuando Rodrigo hace crisis acá en casa nosotros no entendíamos qué le pasaba; lo llevamos al hospital y el personal médico que estaba en ese momento en la guardia no actuó de la manera que debería haber actuado”, apunta. Desde que esta pesadilla comenzó, una frase resplandece en la mente de Celia: “No es necesario internarlo, andá tranquila mamá, le pusimos un sedante y va a dormir muchas horas, pero eso sí, que mañana vea a la psiquiátra”. Según Celia, eso fue lo que le dijo la médica de guardia que vio a Rodrigo ese día y que se habría negado a internar al chico a pesar del pedido de sus padres. Cuentan que lo que hizo la profesional fue llamar en ese momento a un psicólogo del hospital para que pudiera ver a Rodrigo.
El veinteañero volvió a la casa familiar esa noche y, al otro día, la psiquiatra que tenía que verlo -la única de Las Grutas- no pudo hacerlo porque se encontraba enferma. Acto seguido, la familia se comunicó con un médico de confianza para que le recetara algún medicamento a Rodrigo "previa consulta con el psicólogo". Según dicen, estuvieron todo el 31 de julio intentando que el joven tomara el medicamento, pero él se resistía. "Con esto quiero decir que nadie está capacitado en su casa para poder contener a una persona que está atravesando por un brote psicótico, porque esa persona está en su propia realidad y no entiende que la ayuda que le querés dar es para que se recupere", enfatiza Celia. Horas después, tras tomar su camioneta para repartir algunos pedidos de su trabajo, Rodrigo pasó por la comisaría con claros signos de delirio. Luego, dejó su camioneta en la ruta y desapareció.
Según pudo saber LA NACION el personal médico les habría indicado a la familia que no dejaran solo a Rodrigo y que no retomara sus actividades laborales.
Ahora, los Hredil tomarán acciones judiciales contra la médica y el psicólogo del hospital ya que dicen que no supieron "contener" al joven a pesar del estado en el que se encontraba. Los Hredil cuentan que si bien el psicólogo fue citado a declarar ante la justicia, ese no fue el caso de la médica. Sobre ella, dicen que nunca se acercó a solidarizarse con la situación. Así, explican que hubiese sido importante su aporte para poder concretar el perfil psicológico de Rodrigo en la causa por su desaparición, que lastimosamente se terminó de realizar al tiempo que apareció sin vida. “Lidiamos más de un año para que estuviese ese perfil y recién terminaron de hacerlo cuando ya se sabía que mi hijo estaba muerto”, dice Celia sobre el lento accionar de la justicia. “No voy a estar tranquila hasta que no se haga justicia”; “que se hagan responsables de lo que pasó”; “ni siquiera me pusieron en sobreaviso de que la persona puede estar con delirio de persecución y se puede autodestruir”; “el tenía un delirio de persecución tremendo pero uno no toma conciencia de la gravedad”. Celia subraya una y otra vez que el personal médico estaba preparado para evitar lo que ellos no.
Los restos fueron hallados por los propietarios de un campo aledaño al mar
La familia no sabe con exactitud cómo murió Rodrigo, estiman que tras bajarse de su camioneta caminó hacia al mar y murió ahogado. “Se pudo determinar que los restos no presentaban golpes, quebraduras; lo encontraron intacto. Según palabras de Puntel y los médicos, cierran la causa porque no tienen nada más que investigar. No hubo sospechas de que alguien le pueda haber dañado”, explica Fernando. Lo que sí pudo determinar el informe de autopsia elevado por el Cuerpo Medico Forense y suscripto por el médico Gabriel Navarro es que "la data de la muerte se puede precisar en mayor a un año".
Celia agrega: “Se ve que el cuerpo fue despedido muchos días después por el mar. Fuimos al lugar (a la marea de San Antonio, ubicada a varios kilómetros del lugar donde desapareció) y constatamos que el mar despide todo lo que tiene en esa zona”. Las personas que encontraron los restos óseos son los propietarios de un campo aledaño al mar que andaban por la orilla buscando cajones que tiran los barcos pesqueros y que despiden las olas. “Ellos andaban buscando detenidamente algo, prestando atención. Es decir que si ellos no hubiesen andado por ahí buscando puntualmente algo tal vez mucha gente hubiese pasado a metros de distancia y jamás hubiesen visto eso”.
Rodrigo fue enterrado un 28 de noviembre. “Nosotros estuvimos haciendo por más de dos años marchas de la luz donde cada mes pedíamos la aparición con vida de Rodrigo. Entrabamos todos con una velita a la capilla de Las Grutas para alimentar nuestra esperanza. Ese día, entrar para despedirlo en la misma capilla adonde llegábamos todos los meses con la luz encendida realmente fue terrible, muy doloroso, le tuvimos que dar la despedida en un estado que nunca nos imaginamos”, continúa Celia.
En 2016 la familia presentó una denuncia en las que cuestionaba el accionar de la policía. “Fue por la inexactitud con la que declararon en el expediente judicial. Y pedí además una investigación por su mal accionar en el momento en que Rodrigo pide ayuda en la comisaría ese 31 de julio de 2015. Ellos terminan siendo también responsables de la desaparición de mi hijo”, añade. Y agrega: “Los horarios que dijeron no eran correctos, entonces lo que pido es que se investigue por qué declararon algo que no era así. El paso de Rodrigo por la comisaría es gravísimo, es detonante porque si lo hubiesen contenido, si se hubiesen percatado de que andaba en un vehículo -porque nisiquiera se percataron de eso- es terrible, es tremendo”.
A pesar de que Las Grutas es una comunidad chica -posee poco más de 40 mil habitantes- en todo este tiempo ni Celia ni Fernando se cruzaron con la médica del hospital ni con el psicólogo que vio al chico o con los policías que les advirtieron sobre el estado de su hijo. “En estos dos años y medio jamás, mirá que es un pueblo chico, somos pocos habitantes, pero jamás”, dice Fernando.
Antes de cortar la comunicación por Skype, Celia dice: “Sabemos que es una lucha dura y que no es fácil porque son dos instituciones del Estado que fallaron, que dejaron a mi hijo desamparado y que hicieron que terminara como terminó, pero no queremos que le ocurra a otra familia lo que nos ocurrió a nosotros con Rodrigo”.
La médica que vio a Rodrigo por última vez les envió una carta documento
Once días después de que se confirmara la identidad de los restos óseos, los Hredil recibieron una carta documento de la médica que atendió a Rodrigo por última vez. Si bien la mujer nunca fue nombrada públicamente por ellos, en la carta afirma sentirse aludida por los dichos de Celia y Fernando en los medios y los intima a que la demanden y demuestren si efectivamente ella tuvo responsabilidad en lo sucedido. “Intimo a que clara y concretamente se constituya ante los Organismos Jurisdiccionales de la localidad y formule la correspondiente denuncia expresando clara y concretamente hechos, fechas, nombres y circunstancias, la que será objeto de mérito y correspondiente acción judicial”, dice la misma.
“No se puso en nuestro lugar de padres, en ningún momento un llamado”, dice Celia. El día que recibieron la carta, a Rodrigo todavía no lo habían enterrado. Ana Schiavonne, abogada de la familia, dijo: “Siempre tuvimos la delicadeza de no nombrar a la médica. Debería haberse puesto a disposición de la familia y de la justicia desde un principio. Una persona de bien, un profesional, después de semejante impericia debería, mínimamente, llamarse al silencio”.
LA NACION se comunicó con la médica en cuestión al Hospital Violeta Villalobos, donde continúa trabajando. Ante la consulta, respondió que prefería no hablar ahora sino una vez que se efectuara la denuncia en su contra. “La carta documento se la mandé a la abogada (Schiavonne), no a ellos. Por ahora voy a esperar, cuando salga todo, en su momento, voy a hablar”, expresó. El psicólogo, también dijo a LA NACION que por ahora no quería hacer declaraciones a la prensa.
Los Hredil prefieren no dar en público conocimiento el nombre de los profesionales que atendieron a su hijo hasta tanto no se concrete la denuncia.
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