Teresita cambia la foto de su perfil de WhatsApp todos los días desde hace un año. Siempre es una imagen diferente de su hijo mayor, Juan, que busca en el archivo de su celular. Si no encuentra una distinta, pide que alguno de sus otros siete hijos le mande, como si ver una foto que no conoce de Juan fuera una señal de que anda por ahí, riendo y haciendo un asado para los amigos. Pero Juan no está. Hace un año, en el recital del Indio Solari en Olavarría, murió asfixiado por la "marea ricotera" en la tragedia que marcó el fin de los shows masivos del músico que era su ídolo.
En la casa de los Bulacio, ya no escuchan al Indio . Ya nadie va a recitales. No hay festejos. Tampoco hay grandes esperanzas de Justicia. No quieren venganza. Eligen recordar a Juan como lo que era: el papá de Camila, Lucas, Tiago y Bautista, el abuelo de Mía, el enamorado eterno de Mariana, el hermano mayor de los ocho hijos de Teresita y Carlos, el pibe entrador, fanático de River, de las achuras, el amigo de todo el barrio.
Cómo le explicás eso a tus hijos. El papá saluda, le da un beso y jamás vuelve. ¿Cómo los consolás?""
Este domingo se cumple un año del recital que convocó a casi 250 mil personas a Olavarría, que terminó en tragedia, con decenas de personas heridas y dos muertos tras el desborde de una multitud sin control. Una de las víctimas fue Juan Francisco Bulacio, de 36 años, pero su familia solo lo supo dos días después, cuando los medios publicaron su nombre.
Ese fin de semana, casi todos los hombres del clan Bulacio habían viajado a la misa ricotera que se promocionaba como la última de la historia. Juan fue en un micro con sus compañeros de trabajo y su hermano Fernando en otro, con los suyos. El padre, el cuñado y otro hermano llegaron en auto, y volvieron a sus hogares, en Escobar, en la tarde del domingo, luego de varias horas en la ruta por el caos de tránsito y gente perdida que copó Olavarría después del recital. Pensaban que Juan aparecería de un momento a otro.
"Mi vieja estaba más preocupada por Juan que por mí, yo soy más precavido, él se mandaba a todos lados, no le importaba nada. Ella sabía que podía pasarle algo, se lo imaginaba -cuenta Fernando-. Cuando mi mamá se enteró, era la que peor estaba. No podía hablar, lloraba, estaba hecha una piedra, no podía hacer nada. Sigue así, todavía no termina de caer en ese pozo". Fernando estuvo en el océano de gente. Vio que no se podía respirar y se corrió lo suficiente para no ponerse en peligro. No supo que hubo muertos en el recital hasta volver a casa.
El viaje más difícil
De los siete hermanos, el único que podía ir a reconocer el cuerpo era él. El más tranquilo, el que podía aguantar lo peor: ver el cuerpo de Juan Francisco con moretones en la cabeza, en la cara, por los pisotones de la avalancha. Fernando le pidió a un amigo que lo acompañara y desanduvo los 400 kilómetros que separan Escobar de Olavarría por segunda vez en menos de 24 horas.
Sabía que había consumido alcohol y drogas, pero cuando el médico del hospital le destapó la cara, no dudó de que había muerto por las avalanchas. "Entré a un cuarto vacío, frío y vi un cuerpo reposando en una camilla. Me acerqué y quisieron mostrármelo. Pará, pará un poco, les pedí. Me di vuelta, suspiré y dije, dale. Lo destaparon y afirmé que era él. Me preguntaron si tenía un tatuaje, les dije que sí, un dragón en la pierna. Era él. Me abracé con mi amigo y pedí llevármelo", relata. No puede recordar sin llorar.
Desde la municipalidad de Escobar llegó el apoyo que necesitaban para llevar el cuerpo a su barrio lo antes posible. Alicia, funcionaria de esa localidad, lo acompañó y lo ayudó con los papeles. Ya era tarde y el registro civil estaba cerrado, pero en un par de horas todo quedó resuelto.
"Me dijo ‘vos no hagas nada, solo firmá los papeles’. Abrieron al registro civil, firmé y me dieron el acta de defunción. Por suerte me facilitaron mucho las cosas y a la noche pudimos volver", relata Fernando.
El velatorio dio cuenta de lo querido que era Juan en el barrio. Había mucha gente, todos cuidando a su familia, atentos a que la prensa no interviniera demasiado, que la intimidad del momento no se viera ultrajada.
El ya no está, por más que te den un montón de dinero, no ocupa el lugar que dejó. La plata no significa nada para nosotros.""
Aunque no está interesado en llevar adelante acciones judiciales, Fernando no se olvida que nadie lo llamó. Ni el intendente de Olavarría, Ezequiel Galli, ni los productores del evento, ni mucho menos el Indio Solari. No esperaban más que un pésame. "Humanidad", dice. Al día de hoy, nunca llegó.
Mariana, el corazón roto que busca Justicia
Mariana y Juan se conocieron en lo de una amiga hace casi 20 años. El 17, ella 30, nunca les importó la diferencia de edad. Mariana dice que fue amor a primera vista. Y sí que fue intenso: a los pocos meses del flechazo vivían juntos y esperaban a Camila, la primera de los cuatro hijos que tuvieron.
"Este año fue muy feo para nosotros, no sé cómo serán los años que vendrán, a veces dicen que el tiempo hace que el dolor sea menos, pero yo no sé si uno puede acostumbrarse a vivir con ese dolor. Siento que no se va a ir nunca. No fue una muerte anunciada para mí. Extraño su voz, su risa, su todo". Hablar con Mariana hoy es hablar con los pedacitos de su corazón.
Hace un año los dos estaban preparando la fiesta de cumpleaños de tres de su primera nieta, aunque Juan no iba a estar. Había sacado entradas para el recital del Indio Solari en Olavarría. Mariana un poco se opuso pero no había forma de convencerlo. Se fue. "Cómo le explicás eso a tus hijos. El papá saluda, le da un beso y jamás vuelve. ¿Cómo los consolás?"
Hay días en que todo duele. Las bromas que ya no escucha. Los anillos que eran su marca registrada, como su risa y su flamante pelada. A Mariana le duele no escuchar más su voz. Le duele hasta cocinar una carne como a él le gustaba. "Un día, no había pasado ni un mes de su muerte y me puse a cocinar. Hice una colita de cuadril. Cuando la corté y la puse en la mesa, faltaba esa persona que viniera corriendo a poner el plato, como un chiquito, era al primero que había que servirle. Me faltaba esa persona. Me largué a llorar. Y ya no pude comer".
Aunque Juan ya había ido a otros recitales del Indio, nunca le contó a Mariana que a veces la marea de gente se ponía peligrosa. Ella no se imaginaba que pasaban esas cosas. Por eso, el domingo, cuando Juan no volvía no se preocupó demasiado. Esperó hasta el lunes. Le dejó la camisa planchada, les dijo a sus hijos "si viene papá, que me avise al celular", y se fue a la casa de una amiga que tenía computadora para pedirle ayuda para buscarlo.
El Indio es un ídolo de barro porque no tiene corazón. Como ser humano, cero, no existe. No le importó las familias de nadie. Creo fehacientemente que él es culpable""
Debía estar perdido. Unos minutos después salió a fumar a la puerta de la casa de su amiga y se encontró con todos sus hijos llorando. Que su padre estaba muerto. Que lo habían visto en la tele. "Me largué a correr por la calle desesperada, no sé por qué, no pude quedarme consolándolos. Ellos me contuvieron a mí. A veces me siento culpable por eso".
Asesorada por Fernando Burlando, con quien está profundamente agradecida, Mariana se unió a María José, la mujer de Javier León, la otra víctima del recital, para pedir Justicia. "Queremos que se lo impute al Indio Solari y al intendente de Olavarría", dice y piensa ir hasta las últimas consecuencias, sobre todo contra el músico, a quien cree completamente responsable.
"Esa persona no mostró ni un poquito de humanidad hacia la familia de las víctimas. Yo sigo diciendo que los jóvenes se guían por ese ídolo, pero es un ídolo de barro porque no tiene corazón. Como ser humano cero, no existe. No le importó las familias de nadie. Nunca se dignó a decirles nada. No solamente por eso. Creo fehacientemente que él es culpable. Vos no podés lavarte las manos diciendo que contrataste a ciertas personas… Vos sabés a quién contratás. Ese tipo de cosas no se hacen. El es el jefe de todos, él decide. Tiene que hacerse responsable", denuncia. La causa está abierta, la lleva el fiscal David Carballo y están imputados los productores del espectáculo pero el Indio y el intendente Ezequiel Galli solo figuran como testigos. "Quiero que los culpables paguen en la cárcel", exige.
Cuando un hermano se va
"Hacíamos todo juntos, peleábamos y jugábamos a la vez. Era jodón, tenía muchos amigos pero era malísimo para el deporte. Yo era más machona así que en vez de llamarlo a él para jugar a la pelota me llamaban a mí", cuenta Natalia. Juan le llevaba un año y dos meses, eran hermanos y amigos, hacían todo juntos.
A pesar de su fanatismo por el Indio, Natalia no pudo viajar a Olavarría porque tenía que trabajar. Maneja un buffet en un barrio cerrado de Nordelta. Se quedó con las ganas de acompañar a su marido, que fue quien los llevó a todos los Bulacio por el camino ricotero.
Sin embargo, el fatídico hecho los alejó del Indio y no se volvió a escuchar su música en la casa. Resignada por la falta de soluciones de la Justicia, sospecha que nunca van a saber realmente lo que pasó y ya no busca culpables. "En este país, el que tiene guita, zafa", sostiene. Aunque los abogados más importantes no tardaron en ofrecer sus servicios, los Bulacio prefirieron "no remover" todo ese dolor. Mariana, la mujer de Juan, fue la única en tomar el camino judicial. "Los abogados te dicen, vas a recibir una indemnización... Si ya está, él ya no está, por más que te den un montón de dinero, no ocupa el lugar que dejó. La plata no significa nada para nosotros".
-¿Cómo les cambió la vida ese 11 de marzo de 2017?
-Nos cambió la vida a todos. Todos cambiamos mucho; nuestras actitudes, nuestra manera de ser y nuestra manera de festejar. Cambiamos los lugares, la gente, te cambian las emociones y ves la vida de otra manera. Ahora vamos siempre a lo de mi vieja, un día a tomar mates, otro a comer.
-¿Es la que más sufre?
-Mi mamá no está bien. Por momentos la ves mejor, bien de cara, pero no está para nada bien. Es a la que más le afectó todo lo que pasó. Antes todo el tiempo se reía, jodia y ahora nada. Estuvo como un mes con la bata acostada, no se quería levantar. Está yendo a la iglesia con su hermana y le hace muy bien, por suerte. Estaba cayendo en un pozo depresivo, escuchando audios de Juan.
Audios, fotos, mensajes, recuerdos... Los Bulacio buscan la resignación más que la Justicia, a la que consideran lenta, lejana. Este fin de semana, seguro acompañen a la mamá, Teresita, al cementerio. Van a tratar de que no se sienta tan triste, aunque todos están tristes. Por suerte, siempre queda en la memoria una broma de Juan, el que hacía reír a todos, incluso ahora: nombrarlo es hacerlos sonreír.
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