La falta de papel y los aumentos por encima de la inflación ponen en riesgo la producción de libros en la Argentina
Con la 47ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en el horizonte, cuyo arranque está previsto para el 27 de abril, esta demanda generó un alerta a través de un comunicado firmado por la Cámara Argentina del Libro
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Aumentos por encima de la inflación, que van desde 150% en el papel obra, ahuesado y ecológico y llegan a un 300% en torno al papel ilustración, atraviesan la producción editorial en este 2023 y profundizan así una situación que ya preocupó el año pasado y que si bien coincide con la falta de este insumo básico en la industria a nivel internacional, se profundiza en Argentina.
Editoras y editores de distintos sellos analizan la situación y cuentan cómo impacta este acceso desigual al papel en el día a día al momento de diagramar, proyectar y publicar libros cuando la materia prima está costando más que el trabajo sumado de autores, editores, diseñadores, imprentas y encuadernadores, ya que históricamente, esa participación estaba entre el 30 y el 35% y hoy representa el 50% del costo.
Consultado por Télam, Martín Gremmelspacher, presidente de la Cámara Argentina del Libro (CAL), explica que si bien esta situación ya preocupaba en 2022 y motivó el Primer Congreso Nacional de Libreros y Editores en noviembre en Chaco, continúa y se acentúa este 2023: “Venimos con falta de papel y desabastecimiento, es un ciclo continuo no estanco. Hoy aparece papel, pero como hay tanta demanda insatisfecha se acaba y de nuevo estamos dos meses sin papel”.
Con la 47ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires en el horizonte, cuyo arranque está previsto para el 27 de abril, esta demanda generó un alerta a través de un comunicado firmado por la CAL en el que advertían que no peligraba la realización de este evento, pero sí la diversidad de libros que puedan editarse para ese momento.
Vanina Colagiovanni, editora en Gog & Magog, estuvo en el congreso realizado en Chaco y coincide con que este panorama no es nuevo. La también autora de “Seamos felices acá” contextualiza esta escena en el plano internacional al explicar que se trata de algo que “sucede en todo el mundo, donde hay escasez de papel porque, debido a las compras on line, muchas papeleras destinan su producción al packaging, aunque en la Argentina se agrava por estas dos empresas que fijan un precio más alto que la inflación y además por momentos no venden”. Y ejemplifica: “Acá había una papelera que antes producía papel y ahora solo produce cajas”.
En Gog & Magog, dedicada a la poesía y el ensayo, esto influye en la impresión de menos ejemplares por título para las novedades de 2023, pero cuenta la editora que también impacta en el armado del catálogo, “porque al momento de seleccionar este año hay menos voces nuevas”, a diferencia de la apuesta que el sello hizo el año pasado. “Lleva más tiempo que se conozcan nuevos autores, es un trabajo mucho más largo, hoy no puedo permitirme eso: tengo que editar libros y que vuelva rápidamente para volver a financiar los que siguen porque no cobramos a los autores, pagamos los derechos por sus porcentajes, pagamos traductores”, argumenta.
Sobre estrategias ante este panorama, la también editora y autora Soledad Urquía, impulsora y responsable junto a Santiago La Rosa del sello Chai, cita “las conversaciones permanentes con editoriales amigas para ver en qué están y pensar qué se hace en relación a esta situación. Si bien nadie sabe muy bien qué hacer, ese diálogo para nosotros está bueno”.
En el caso de Chai, editorial fundada en 2019 en San Javier, Córdoba, y dedicada a la publicación de obras contemporáneas de narrativa en otros idiomas que son traducidas por Federico Falco, Laura Wittner, Ariel Magnus y Virginia Higa, entre otros, “hubo un momento en el que no había papel. Hoy no parece ser un problema en las cantidades que manejamos. Evaluamos a partir de un presupuesto”, dice Urquía.
“El tema del papel no termina de acomodarse. En 2022 teníamos programado un libro muy largo, lo pasamos para este año y lo cambiamos por uno más corto. Son cambios pequeños. Espero que las editoriales más pequeñas puedan seguir editando, resulta difícil porque no hay mucha más certeza”, expresa la autora de “La luz y la montaña”.
Matías Reck, de Milena Caserola, precisa que en 2022 los aumentos del papel iban entre un 8 y un 15% cada 15 días, lo que generaba aumentos en el costo de los libros que eran mensuales, pero cuenta que recién se trasladaban a la venta al público cada cuatro meses. “Estamos un poco entre resignados, acostumbrados”, sintetiza.
“Nuestra modalidad es parecida a la de otras editoriales: no paramos de producir porque hacemos muchos títulos y tiradas cortas entonces siempre hay movimiento de ventas, presentaciones, preventas, ferias. Eso hizo que durante la pandemia sigamos vendiendo y durante la pospandemia volvimos a una cierta normalidad de presentaciones de libros y ferias, donde hacemos ventas directas, pero como sabemos que eso afecta a la cadena, entonces apostamos a la otra venta con distribuidora y librerías”, detalla.
Para Reck, “quizás los sellos grandes tienen más lobby con imprentas, con papeleras, tal vez tengan el dinero para hacer compras anticipadas, en efectivo, y hacen compras más grandes, con movimientos de dinero más grandes todavía. Si hay editoriales chicas que pretenden competir con las grandes con estructuras muy pequeñas, no es ese el camino, sino tomar decisiones propias, racionales de forma colectiva”.
En ese sentido, cita el caso de los stands colectivos de la Feria del Libro, donde dice que esa asociación es clave porque “el alquiler por metro cuadrado es uno de los más caros del mundo”. El editor cuenta que todavía no entraron a imprenta con las obras que lanzarán en 2023 porque todavía no llegaron con los fondos, así que dice que “por ahora” están “más bien expectantes”.
Colagiovanni agrega que en el congreso de editores llevado a cabo en Chaco se vio la posibilidad de hacer una presentación a la Secretaría de Comercio. Para dar cuenta de la dimensión del problema, la también autora de “Una no elige cuándo caerse” asegura que, además, siguiendo este aumento desmedido de costos de los libros no pueden subirse los precios porque sería imposible venderlos.
“Terminás trabajando para que autores, editores, diseñadores, ilustradores ganen cada vez menos y que el mayor precio del libro se lo lleve el papel. Esto hace que uno se ponga muy selectivo, no imprimís libros caros y largos. Tengo obras reunidas y otros que me gustaría hacer con color que voy pateando. Eso influye en la posibilidad de redistribución. Siempre vuelvo a reimprimir, pero esto lo hace muy difícil”, completa.
Con información de la agencia Télam
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