Se trata de un trekking de mediana dificultad hasta llegar a los 1500 metros de altura, en el faldeo grande de las serranías cordobesas
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MINA CLAVERO.— La semana pasada fue su despedida de la alta montaña. El Gaucho Noel, así lo conocen todos a Daniel Casañas en Mina Clavero, es el guía “más viejo” habilitado por la Agencia Córdoba Turismo, y con 77 años de experiencia hizo su último ascenso con un grupo de 62 personas. Llegaron hasta los 2500 metros sobre el nivel del mar, en una caminata que, asegura, no olvidará nunca. Porque además del cariño que recibió de la gente, cuenta que la excursión tenía como fin recaudar dinero para instalar unos paneles solares en la casa de una familia que vive en Rodeo de Piedra, un caserío aislado en el paisaje de Traslasierra. Y fue un éxito.
El Gaucho Noel se retira, pero no se queda quieto, y aunque ya no estará al frente de los trekkings de alta dificultad, desde diciembre pasado es el nuevo mentor de una actividad que lo tiene expectante en cada salida: el avistaje de cóndores en el faldeo grande de las altas cumbres. Allí está la reserva del Gaucho Noel, en los campos que pertenecen a la familia Domínguez y a los que se accede directo desde la ruta 34, a la altura del kilómetro 19. Un escenario ideal para ver a estos eximios planeadores, que aprovechan las corrientes térmicas que se generan entre los paredones rocosos para tomar vuelo.
“Verlos volar es algo encantador, con sus tres metros de envergadura y toda su majestuosidad —dice el gaucho, mientras lidera la caminata hasta el punto ideal de la reserva, a unos 1500 metros de altura—. El cóndor no es un ave cazadora ni depredadora. Tampoco tiene uñas retráctiles y se alimenta mayoritariamente de carroña. Si tenemos suerte los vamos a ver volar en círculos sobre nuestras cabezas, de ladera a ladera. Observarlos es una experiencia única, algo encantador”.
Turismo Raíz
Como secretario de Turismo y Cultura del municipio, Ariel Panella está abocado a impulsar en Mina Clavero todo lo que tenga que ver con el “Turismo Raíz”, una propuesta que pretende revalorizar las tradiciones más representativas de la zona, con los saberes de los artesanos y los emprendedores locales, la gastronomía local y su sabor chuncano [una expresión que hoy se utiliza para reivindicar a las comunidades de lo territorios comechingones] y las experiencias ligadas con la naturaleza.
“Mina Clavero creció mucho y pasó de tener 3000 plazas hoteleras a las actuales 12.000, y con el paso de las décadas se transformó en un lugar con una fuerte actividad nocturna, impulsada por el casino, los teatros y los boliches. Todo eso está muy bien, pero tenemos que volver a las raíces y rescatar esos valores que hicieron de Mina un lugar único, con su río homónimo que fue declarado como una de las Siete Maravillas Naturales de la Argentina, que atraviesa la ciudad por el medio y tiene 16 kilómetros de playa. Con sus balnearios increíbles donde hay arena, rocas, cascadas y ollas profundas para bañarse. Con los innumerables senderos serranos y la posibilidad de hacer travesías únicas y de todas las dificultades”, dice Panella, que luego asegura que no hay otro lugar como la reserva del gaucho Noel para ver a los cóndores “tan pero tan cerca”. Casi al alcance de la mano.
“En este mismo lugar ya había hecho un trabajo con los cóndores otro guía de la Agencia Córdoba Turismo por más de 20 años. Ahora lo retomó el gaucho Noel, y es una experiencia que queremos relanzar”, dice Panella.
Durante esas dos décadas de trabajo previas, a los cóndores del lugar se les llevaba comida, y esa fue una de las razones —según explican Panella y el gaucho Noel— por la cual la comunidad de aves creció y se afianzó en esa zona de las sierras grandes. “Hubo polémica y debate en cuanto a la decisión de darles de comer o no. También intervino la Secretaría de Ambiente de Córdoba. Pero uno de los datos concretos es que la población de cóndores creció casi en un 30%, y esa fue una de las razones por las que se decidió continuar”, explica el funcionario.
En su camino al avistaje, el gaucho Noel lleva una bolsa con huesos. Los que inicialmente captan la llegada del botín no son los cóndores, pero las aves comienzan a merodear y el espectáculo comienza. Mientras tanto, el gaucho Noel continúa con la charla y explica que el cóndor es un eximio planeador. “Aprovecha las corrientes térmicas para remontarse a gran altura. Hasta los 6 años es un cóndor juvenil, y se distingue de otras aves no solo por su tamaño sino por su plumaje negro, donde se destaca un collar blanco. Las terminaciones de las alas son como una especie de abanico. A los machos los reconocemos porque tienen una cresta rojiza sobre su cabeza. La hembra no. Y los juveniles tienen un color más bien pardo”.
¿Es un cóndor?
“No, es un jote cabeza roja. También está el jote cabeza negra, y como planean es fácil confundirlos —advierte el gaucho, que es oriundo de Buenos Aires y se instaló en Córdoba en la década de los 90—. Si tenemos suerte podemos ver también al águila mora, que es de buen tamaño y plumaje gris oscuro, con el vientre blanco”.
La espera, mientras tanto, se matiza con la charla, con más información sobre los hábitos y las costumbres del cóndor, que era considerado por los pueblos andinos como un ave sagrada. En las serranías cordobesas hay muchos sitios arqueológicos que dan testimonio de las culturas aborígenes que habitaron estos valles. Se encuentran morteros, conanas [piedras ahuecadas donde se moler los granos] y pictografías, atribuidas a los comechingones y donde suelen destacarse, según explican durante la excursión, las imágenes de los felinos, las serpientes y las aves, como el cóndor.
Entre la dilación y la ansiedad que impone la llegada del rey de los cielos, también hay lugar para el cuento del gaucho Noel sobre su apodo, relacionado directamente por su parecido físico con el personaje legendario de la Navidad. “Hace muchos años que soy Papá Noel —dispara sin anestesia—. Todo surgió al parecido físico, porque la gente me lo decía todo el tiempo en la calle. Entonces, un día con mi esposa pensamos en alquilar un traje y arrancamos con toda esta locura. Hicimos un censo para saber cuántos chicos había en el pueblo, lanzamos una colecta y a medianoche fuimos por las casas entregando los regalitos”, cuenta el gaucho.
Las andanzas del Papá Noel de Traslasierra llevan varios años, y la “locura” a la que se refiere el gaucho es la de haber pasado de llevarles “un regalito” a los chicos del pueblo a recibir a más de 2000 niños y niñas que también se acercaban de ciudades vecinas. Tan famoso se hizo que con su personaje también llegó a la pantalla de TV con varias publicidades. “Una cosa de locos. Así que decidimos hacerlo todos los años en la plaza del pueblo. La pandemia puso una pausa, pero este año vuelve Papá Noel a festejar con todos”.
Llegó la suerte. Llegaron los cóndores. Sobrevuelan la reserva. El silencio del grupo es absoluto. “Díganme si no es algo encantador”, se ufana el gaucho.
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