La evaluación nacional traspasó los límites propios del aula
La respondieron 1.400.000 estudiantes de todo el país, pero generó discusiones entre distintos sectores; Macri defendió la prueba; para el ex ministro Sileoni, "se prepara un diagnóstico del horror"
"Vamos a desdramatizar", exclamó Hilda Olivera, la maestra de 6° grado de la Escuela N° 7 en Gorriti 2818, de Boulogne, para calmar el alboroto que provocaban los nervios de los alumnos que, ayer por la tarde, se preparaban para rendir la evaluación Aprender 2016.
Con el objetivo oficial de obtener una radiografía de los índices de aprendizaje escolar y el clima que viven los alumnos en el aula y en la vida familiar, la evaluación Aprender, que alcanza a 1.400.000 alumnos, transcurrió ayer en más de 31.000 escuelas públicas y privadas del país, y concluirá hoy. Si bien hace 23 años que se realizan pruebas nacionales, ésta se encontró con una gran resistencia de docentes y sindicatos que se oponían al examen, y que calificaron el operativo de "descontextualizado" y de tener un "sesgo tecnocrático".
"Se está preparando el diagnóstico del horror", dijo el ex ministro de Educación de la Nación Alberto Sileoni, que estuvo al frente de esa cartera entre 2007 y 2015. "Esto forma parte de un montaje para hacer pensar que la vida empieza el 10 de diciembre", añadió. En 2012, Sileoni intentó una solución: amenazó con dejar de participar de la evaluación internacional PISA porque se habían obtenido los peores resultados de la región.
Ayer, el presidente Mauricio Macri publicó una columna de opinión en la agencia Noticias Argentinas para acallar las críticas: "El único camino para salir de la pobreza es que todos los chicos, en cada rincón del país, tengan la misma posibilidad de aprender, de conectarse, de desafiar sus propios límites y de construir su futuro de la mano de sus docentes". Desde Japón, el ministro de Educación, Esteban Bullrich, siguió online la jornada.
La prueba, multiple choice, se enfocó en alumnos de 3° y 6° grado de primario que respondieron sobre lengua y matemática, y en alumnos de 3° y 5° o 6° año -según la jurisdicción- del secundario, que además de haber sido evaluados en esas materias serán examinados hoy en ciencias sociales y naturales.
En la Escuela N° 9 del distrito electoral 13, en Colegiales, ayer a la mañana sólo se presentaron a la prueba 20 de los 60 alumnos elegidos. En Vicente López, a la Escuela Secundaria N° 6 asistieron cuatro chicos a completar la evaluación del turno tarde; por la mañana había participado el 50% del alumnado.
En la escuela de Boulogne, de repente, una de las alumnas del grupo salió corriendo del aula. "¡No la voy a hacer!", gritó. "¡No te angusties, no pasa nada!", le decía Hilda. Pero la alumna no contuvo la presión y corrió a la planta baja. La siguió otra compañera. Mientras tanto, la directora, Alicia Simón, anunciaba de qué se trataba el examen, que comenzaba con matemática y, tras un recreo, seguiría con lengua. Luego de algunos minutos reaparecieron las dos alumnas; tras un llamado de atención de Simón, buscaron su asiento para rendir.
En el examen de matemática debían responder 24 puntos cuyas respuestas anotarían en una hoja de respuestas. "¿Cuál es el número incorrectamente ubicado en la recta?", se indagaba en la primer pregunta. En esa escuela, por la mañana, habían asistido unos 25 chicos de los 31 que serían evaluados. A la tarde participaron 19 de los 28 previstos.
Para la directora, la prueba era correcta: "Si yo no evalúo al alumno no puedo saber cómo avanzó en el aprendizaje. Esta evaluación debería ser un hábito, deberíamos tener calificaciones que formen parte de lo cotidiano. Si al chico le fue mal quiere decir que en algo fallamos y está bien hacer una revisión".
Hilda, en cambio, no estaba de acuerdo con el modo en que la encuesta se realizaba. "Estoy de acuerdo con que haya una evaluación, porque de hecho en la escuela uno vive evaluando, pero acá se exteriorizó a los chicos de su ambiente natural porque, por ejemplo, hoy vinieron nada más que los que iban a ser evaluados y estuvieron a cargo de un profesor que no era el suyo. Podrían haber puesto a un veedor, pero no sacar al docente del grado, por eso las chicas se pusieron tan nerviosas. Además se le debería preguntar a los docentes las bases a evaluar", explicó. Los padres consultados en la puerta del colegio por LA NACION estuvieron de acuerdo en que se hiciera la encuesta.
Al mediodía, los docentes de esa escuela y de muchas otras fueron examinados mediante una evaluación institucional. El examen del turno tarde arrancó a las 14. Tras las idas y venidas de las dos alumnas, un silencio frío recorrió la escuela cuando cada uno de los encuestados abrió el cuadernillo de matemática. En la primera fila, un alumno pasaba las páginas y elegía al azar la respuesta a contestar. Tardó 30 minutos para concentrarse en la evaluación.
"Salí corriendo porque me agarró pánico y al final me fue bien. Tenía miedo porque en la TV dijeron que era difícil y que si no la hacías podía ir a buscarte una asistente social a tu casa", admitió Lara, de 12 años. Para Matías Monje, también de 12, la encuesta era positiva: "Creo que lo hacen para que los chicos no pasen de grado sin saber".
El examen de lengua también constaba de unos 24 puntos. Allí se evaluaría la comprensión lectora de dos textos. Los alumnos también debieron llenar varias hojas con respuestas personales; algunas ya se habían filtrado en las redes sociales en los últimos días. "¿Alguien de tu familia recibe la Asignación Universal por Hijo u otro programa social? ¿Cuántas veces faltaste este año? ¿Entre tus compañeros hay burlas y peleas?", consultaban.
La palabra de los expertos
Aunque con algunas críticas, la mayoría se pronunció por la prueba nacional
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