La estrategia de Gran Bretaña y otros países para vencer la epidemia de la soledad
La premier Theresa May le asignó la tarea a una secretaria de Estado; en Japón, el drama de la muerte solitaria tiene su propia denominación: kodokushi
Para millones de británicos mayores de 65 años, la televisión es su principal compañía. Cientos de miles no tuvieron una conversación con un pariente o amigo en más de un mes. Y cerca de un 20% de la población con frecuencia o siempre se siente sola. No solo eso: tener un entorno social frágil es tan dañino como fumar 15 cigarrillos por día. La evidencia de un informe publicado el año pasado fue contundente, e instó al gobierno a afrontar el problema como una política de Estado.
La situación no se restringe a Gran Bretaña. La Asociación Estadounidense de Psicología catalogó la soledad como una epidemia que podría ser tan nociva como la obesidad.
La respuesta del gobierno británico llegó rápido. Y sorprendió al mundo. En enero pasado, la primera ministra Theresa May anunció que la secretaria de Deportes y Sociedad Civil, Tracey Crouch, lideraría un equipo interministerial para abordar esta problemática. Una política pública pionera en Europa.
Más allá de lo emblemático del caso de Gran Bretaña, donde además de esta estrategia gubernamental son muy comunes los servicios de befriending que ofrecen ONG, a través de los que se hace compañía a los ancianos con visitas de voluntarios a su hogar o charlas telefónicas, existen numerosos esfuerzos en el mundo para intentar paliar la soledad. Hay desde iniciativas que fomentan el voluntariado de las personas mayores, como en España, hasta terapias de escucha para los que se sienten solos como la que creó una universidad estadounidense, o leyes como la que en China obliga a los hijos a visitar a sus padres ancianos. Alemania apostó por centros para fomentar el intercambio entre jóvenes y ancianos, y Colombia, a mejorar los centros de día que ofrecen distintas actividades a las personas mayores.
En la Argentina, hay 6.000.000 de personas mayores de 60 años, y un 20% de ellas (1.200.000) viven solas. De ese grupo, el 21,8% (unas 260.000) manifestaron sentirse solas, según consigna el Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, en un informe de 2016 que analiza si vivir solo es un factor de riesgo para la integración social. La conclusión es que los mayores que viven solos carecen, más que el resto, de las relaciones sociales necesarias para una buena vejez. En Buenos Aires, plantea el informe, se estaría dando el mismo proceso que ocurre en las sociedades europeas: el paradigma de la transición demográfica, donde la industrialización, la urbanización y el envejecimiento poblacional crearon un contexto para el aumento de los hogares unipersonales de personas mayores.
"La soledad puede afectar a cualquiera, sin importar su edad. Y es importante destacar que no se trata de una consecuencia natural al envejecer. Sin embargo, hay personas que corren más riesgo, como los ancianos viudos que viven solos y en mal estado de salud", dijo Caroline Abrahams, directora de Age UK, una de las instituciones que formaron parte del comité que elaboró el informe en Gran Bretaña. Destacó también que la soledad crónica no solo es terrible por lo que se experimenta a diario, sino que tiene un impacto devastador en la salud física y mental de la persona.
El gobierno británico centró su estrategia en tres puntos: crear una base de datos que registre iniciativas que hayan resultado exitosas; desarrollar estadísticas que midan la soledad en todas las edades; y destinar 20 millones de libras esterlinas para invertir en instituciones que trabajan con el tema.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la soledad como la insatisfacción con el número y calidad de las relaciones sociales. No es lo mismo estar solo que sentirse solo. "Como humanos no solo necesitamos los nutrientes para la existencia, sino también de otro que le dé sentido a nuestra vida, y ser parte de un proyecto compartido que nos permita trascender", dijo el médico psiquiatra y exasesor subregional para América del Sur de la OPS/OMS Hugo Cohen.
Ya en el campo de los adultos mayores, Cohen señaló que está demostrado que una persona que se queda sola o se siente una carga incrementa la depresión. Y destacó que, desde el punto de vista de la salud pública, el ser humano requiere un abordaje complejo, que entienda su multidimensionalidad.
Eso mismo es lo que el neurocientífico y presidente de la Fundación Ineco Facundo Manes destacó del caso británico: considerar el problema desde la cuestión habitacional, educativa, sanitaria y social. "La soledad es una condición en la que una persona se percibe a sí misma como aislada socialmente, incluso cuando está entre otros. El cerebro responde entonces con un mecanismo de autopreservación. Las personas solitarias y aisladas se enferman más y viven menos. La soledad tiene un impacto nocivo en la calidad del sueño, agudiza los síntomas depresivos y también aumentan los niveles de la hormona vinculada con el estrés, el cortisol", explicó.
Un asistente en casa
En España 1.800.000 personas mayores de 65 años viven solas, y van a ser más muchas más en los años por venir. Muchos de ellos -hasta uno cada cuatro- pasan el día en absoluta soledad. Sin intercambiar palabra con nadie. Y a veces, sin poder salir de casa. Sin llegar a una política integral, los distintos niveles de administración lanzaron acciones paliativas y campañas de toma de conciencia. A nivel nacional, la reciente ley de dependencia apuntó a paliar las necesidades de quienes, por edad o por condición física, requieren cuidados y acompañamiento. Miles de personas cuentan ahora con un asistente que los visita al menos dos horas a la semana. Pero otros miles están en una descorazonadora lista de espera.
El sector privado se hizo eco. Y las ONG trabajan, básicamente, con una misma herramienta: el voluntariado. "Muchos de los voluntarios son jóvenes y se produce un intercambio muy rico. Pero varios son mayores de 65 años que se prestan a acompañar a otros", dice Enrique Ruiz Sevilla, de Teléfono de la Esperanza, en Valencia.
La Justicia de esa comunidad también dio su señal de alerta. "No hay una estadística. Pero puedo asegurar que es creciente el número de personas mayores que mueren solas en sus casas y por situaciones que, admiten los forenses, de haber contado con alguien al lado, no les hubiese ocasionado el deceso", dijo el juez y exvocero de Jueces para la Democracia, Joaquím Bosch Grau.
Kodokushi. Así se llama en Japón este fenómeno de muertes solitarias en que los cuerpos permanecen un largo período sin ser descubiertos. Para contrarrestarlo, Adachi, uno de los 23 barrios de Tokio, donde más del 20% de los habitantes tiene arriba de 65 años, creó en 2013 una división comunal con la misión de llevar adelante un proyecto de "aislamiento cero". El primer paso fue identificar a las personas mayores de 70 años que vivieran solas y no contaran con cobertura médica, y hacerles una visita. A los que no tuvieran más de una conversación semanal de 10 minutos con alguien de afuera de su casa o no contaran con una persona en caso de tener una dificultad, se los categorizó como socialmente excluidos y se les dispuso un seguimiento.
En busca de una solución, China fue más allá: en 2013, promulgó una ley que obliga a los hijos a visitar a sus padres ancianos. No se estipula sanción en caso de incumplirse, pero sí que debe hacerse con frecuencia. Además, se advierte a los empleadores que deben darles tiempo suficiente a los trabajadores para que puedan hacer las visitas.
Encargado amigo
De las experiencias recogidas en sus 13 años de trabajo en el exterior, Diego Bernardini, gerontólogo y profesor titular de Envejecimiento de la Facultad de Medicina de la Universidad de Mar del Plata, mencionó una intervención exitosa de la que participó en Brasil, en 2015, con el think tank International Longevity Centre. El disparador fue preguntarles a las personas que vivían solas en un barrio de Río de Janeiro quién era su fuente de ayuda. La mayoría identificó al encargado del edificio. Decidieron entonces capacitar a un grupo de encargados para que pudieran detectar o estar atentos a situaciones de riesgo o necesidad de estos vecinos. "Se trata de mejorar la vida de las personas al darles una red de protección que no tienen", dijo Bernardini.
Otra estrategia común para fomentar el protagonismo social y la satisfacción vital son los centros para la tercera edad. En Madrid, financiados por el ayuntamiento, son hoy una de las mejores iniciativas para luchar contra la soledad. Los asistentes están registrados y si alguno falta o se nota algo raro, se hace un seguimiento. "Yo vengo feliz aquí, y eso me cambia la vida". Así habló Carmela, que acaba de cumplir 80 años y nunca falta al Centro para Mayores Alonso Cano. Vive sola, en un sexto piso por ascensor. Tiene amigas cerca, pero no parientes.
El año pasado Colombia también apostó al fortalecimiento de los programas de envejecimiento digno y saludable que se ofrecen a través de distintas actividades en los centros de día. La decisión se tomó luego de conocerse los resultados de un estudio de salud, bienestar y envejecimiento que reveló que cerca del 53% de las personas mayores no participan de ninguna actividad social, lúdica, recreativa o espiritual, que el 30% no recibe ningún soporte de parte de sus hijos y que un 40% tiene un perfil depresivo, el más alto de América Latina.
"Tener a las personas integradas socialmente hace que estén más saludables, más felices, y que vuelvan a retomar su proyecto de vida", dijo el presidente de la Asociación Colombiana de Gerontología, Robinson Cuadros. En la Caja de Compensación Familiar (institución privada que trabaja con las empresas y administra las prestaciones de seguridad social), donde trabaja, midieron el impacto en 700 personas mayores que participaron activamente de distintos talleres a lo largo de los años. El 97,5% respondió que el ánimo le había mejorado; el 86% que era mejor su calidad de sueño; el 77% que había mejorado su presión arterial, y el 100% que creía que valía la pena vivir.
Los centros multigeneracionales que Alemania impulsó desde 2006 tienen una particularidad: fomentan el intercambio entre jóvenes y adultos mayores a través de actividades, un mutualismo con el foco en recuperar los principios de dar y recibir. Así, mientras un adulto mayor puede ayudar en materia de educación a enseñar recetas o técnicas artesanales tradicionales, un joven puede explicarles cómo usar el celular o una computadora.
"Diversas investigaciones han profundizado en el análisis del voluntariado y su impacto en las personas que realizan esta tarea -dijo Manes-. Una de las conclusiones es que estas conductas altruistas redundan en una buena salud mental y física, y las tasas de depresión disminuyen. Los investigadores consideran que esto sucede, en parte, porque se trata de una actividad que aumenta las emociones empáticas. Entonces, una opción viable para enfrentar la epidemia del aislamiento y la soledad es ampliar las oportunidades para hacer este tipo de trabajos".
Por su parte, Abrahams, de Age UK, cree que si bien las políticas públicas, como la decisión del gobierno británico, son un paso importante para hacerle frente al problema, cada miembro de la sociedad también puede hacer su aporte. "Tener una charla amistosa con una persona mayor mientras se espera el colectivo o en un negocio -dijo-, u ofrecerle ayuda a un vecino mayor con las compras si hay mal tiempo pueden hacer un bien mayor del que cualquiera puede imaginar".
Actividades para la tercera edad, una forma posible de integración
Cursos de capacitación en tecnología. Talleres que promocionan hábitos saludables. Actividades intergeneracionales. Lectura de textos literarios. Partidas de ajedrez al aire libre. Voluntariado. Centros de día. En sintonía con otras capitales del mundo, la ciudad de Buenos Aires, a través de la Secretaría de Integración Social para las Personas Mayores, busca estimular la participación activa del adulto mayor a través de distintas actividades. Gran Bretaña fue un paso más allá que el resto del mundo. La premier Theresa May le encargó a la secretaria de Deportes y Sociedad Civil, Tracey Crouch (foto), la tarea de luchar contra la soledad.
Con la colaboración de Silvia Pisani (España)