La estatua ecuestre de Alvear volverá a lucir su tono verde original
Una de las mejores esculturas de la Argentina, el monumento ecuestre a Carlos María de Alvear, emplazado en Recoleta, volverá a lucir el tono verdoso del bronce original con el que la ideó el francés Antoine Bourdelle. La obra, que muestra a un caballo relinchando y al general saludando a la Nación, dejará de estar cubierta por la pátina de grafito oscura cuestionada por expertos y entidades defensoras de patrimonio. Para limpiarla, trasladaron al centro de salvataje de estatuas de Palermo las cuatro piezas alegóricas que la circundaban y en breve colocarán andamios para poder subir a recuperar la figura principal.
Pruebas realizadas in situ el año pasado por expertos de Francia, quienes viajaron alarmados por el nuevo tinte, determinaron que la operación de limpieza se podrá realizar en forma manual y mecánica con polvos vegetales específicos para bronces, que no dañan la superficie ni eliminan la pátina del tiempo.
Hace tres años, la figura del prócer amaneció teñida de negro al igual que las que recuerdan a otros héroes, como el general Justo José de Urquiza o Simón Bolívar. Las intervenciones desataron críticas de quienes consideraron que las esculturas no se pintan y que la pintura le otorga un aspecto homogéneo y duro al monumento, emparentado al hierro fundido. Desde el gobierno porteño explicaron entonces que la medida había sido necesaria para proteger las piezas de grafitis, desechos de palomas y ataques vandálicos a los que están frecuentemente sometidas en el espacio público.
Las ONG defensoras del patrimonio celebraron la medida de devolverle su color original y pidieron que también restauren el resto de las esculturas ennegrecidas. "Me parece bien que las limpien. La pátina la define el escultor con diversos ácidos y se la debe respetar. Es como repintar un cuadro, no se puede alterar la superficie. Fue un disparate lo que han hecho con varios monumentos, parecen muñequitos de plástico", dijo Germán Carbajal, de Basta de Demoler. "Las esculturas deben volver a su color original", agregó la Fundación Ciudad. Ambas organizaciones solicitaron al gobierno porteño "que deje las obras en manos de los que saben".
El monumento fue considerado por Bourdelle como su obra maestra. La figura del general tiene cinco metros de altura, se apoya en un amplio pedestal de granito de 13 metros –obra de Alejandro Bustillo– rodeado por una plataforma escalonada de 20 metros cuadrados. Se halla en la Plazoleta Julio de Caro, en la intersección de las avenidas Alvear y Del Libertador.
Su puesta en valor, anunciada el año pasado, finalmente se concretará ahora gracias a un acuerdo que firmarán en los próximos días el Ministerio de Cultura de la Nación, el Ministerio de Ambiente y Espacio Público porteño, la Embajada de la República Francesa, la Comisión Nacional de Monumentos, de Lugares y de Bienes Históricos; la Dirección General de Espacios Verdes porteña y el Institut Français d’Argentine. Además, los trabajos contarán con el asesoramiento del restaurador especialista en esculturas de bronce Antoine Amarger, uno de los críticos de la pátina negra. Amélie Simier, directora del Museo Bourdelle de París, manifestó su voluntad de colaborar con el proyecto.
"Para facilitar la realización de tareas se retiraron del basamento las figuras que circundaban al patriota y que también habían sido pintadas de negro. Ahora, yacen en el predio del área de Monumentos y Obras de Arte (MOA), donde funciona el centro porteño de salvataje de estaturas", dijo Teresa de Anchorena, presidenta de la Comisión Nacional de Monumentos.
El monumento a Alvear fue inaugurado en 1926. Bourdelle trabajó en la obra desde 1914 hasta 1925, cuando finalmente fue enviada a Buenos Aires desde Francia. Por entonces, el artista era considerado uno de los escultores más visibles del París inmediatamente anterior a la guerra. El encargo lo hizo sumamente feliz; era una oportunidad única. Los archivos conservados permiten seguir el nacimiento y la realización de la escultura. Firmó el contrato en 1913 y se comprometió a que estuviese listo para su envío en junio de 1915. Al estallar la guerra todo cambió: el precio de los materiales subió, lo que generó litigios que duraron años.
Bourdelle tuvo que guardar ciertas partes del monumento que estaban terminadas, pero no podían ser enviadas a la Argentina. Se refugió en Montauban, donde continuó la preparación de la obra. Realizó dibujos de acuarelas de soldados, caballos, partes del equipamiento ecuestre (rienda, silla, estribos) y militar (casco, cinturón y charreteras). Innumerables planos, bocetos, maquetas en papel, en barro o yeso, conservados en su mayoría en el Museo Bourdelle de París dan testimonio del considerable trabajo encarado por el artista.
Las dos primeras alegorías, la Fuerza y la Victoria, aparecían ya en el contrato de 1913. Las otras dos, la Elocuencia y la Libertad, fueron definidas más tarde. Bourdelle pensó primero en representarlas sentadas. En la maqueta definitiva, de 1915, estos cuatro "soldados símbolos y colaboradores del brigadier general Alvear" –como señaló– ya estaban de pie, paradas sobre una especie de espolones que salen del pedestal a un tercio de su altura. Tratadas como estatuas-columnas, simplificadas y alargadas al extremo, refuerzan el impulso del monumento suavizando a la vez la austeridad de la base.
En Recoleta se encuentran también emplazadas otras dos obras del autor: Heracles arquero, una réplica de la pieza original que está en Francia, instalada en la Plaza Dante, y a pocos metros el Centauro moribundo, a un lado del Museo Nacional de Bellas Artes.
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