La escena más temida, por acción u omisión, ¿qué sucede cuando el sufrimiento de los hijos es responsabilidad de los padres?
¿Cómo se atraviesa una situación que se podría haber evitado?
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Es una de las escenas más temidas por los padres: que un hijo sufra lo peor por culpa de algo que ellos, los que tienen que cuidarlo, hayan hecho o dejado de hacer. Todo padre sabe de ese miedo que atormenta en silencio, y hace lo posible y más para no ser responsable de un mal que lastime a quien más se ama. Pero a veces la tragedia igual se desencadena, como sucedió con el padre que dejó a su hija en el auto, la olvidó allí, y murió asfixiada, mientras él, su cuidador, estaba en otro lado.
La verdad de lo acontecido habita en la terrible intimidad del suceso en sí. Podemos imaginar, pero no saber lo que pasó. No solamente en términos fácticos, sino en el nivel anímico del caso. Podemos imaginar un dolor indescifrable, una culpa absoluta, una sensación enloquecida de estar en la peor pesadilla, un deseo infinito de que el tiempo vaya hacia atrás.
Podemos también tener un momento de identificación con el padre. ¿Qué familia no olvidó alguna vez ir a buscar al hijo al colegio? ¿Quién no dejó de lado un momento importante para el hijo por causas diversas que lo hacían tener la cabeza (y el cuerpo) en otro lado? ¿Quién no olvidó dar una dosis del antibiótico?
Sí, es verdad, la tragedia superó por millones esos actos tan habituales que ocurren día a día. Algo propio de padres que aman a sus hijos, pero están “quemados” por ocupaciones, ansiedades, ambiciones, problemas, angustias y vaya a saber cuántas cosas más que los sacan del “aquí y ahora”. Un mínimo siquiera tienen de parecido esas faltas veniales con la tremenda tragedia que costó la vida de una chica y un dolor eterno para sus padres y familiares.
Analizar una situación así puede ser un lujo cruel que nos damos cuando sentimos que no tenemos que ver nada con la cosa. El análisis sirve si busca el corazón de las situaciones para ayudar a atravesarlas de alguna manera. En ese sentido, el horizonte de quien vive algo tan abismal como lo que transitan los padres de la beba requiere adentrarse en un terreno en el que la psicología queda chica. Palabras como amor y perdón, más allá de las responsabilidades legales que correspondan, serán el camino de salida. Son palabras, en verdad, poco convocadas (en su más honda dimensión) al ruedo de la vida, pero son las únicas que sirven para seguir después de vivir algo tan duro.
El autor es psicólogo y psicoterapeuta