La elección de la joven Maynard
La muerte de Brittany Maynard nos ha estremecido y merece algo más que una profunda reflexión. A principios de este año se le había diagnosticado una forma muy agresiva de cáncer de cerebro y los médicos le dieron seis meses de vida. En el último tiempo su salud se fue deteriorando rápidamente. Decidió emprender alguno de los viajes más deseados junto con su esposo, Dan Díaz. Fueron al Yellowstone National Park, en Alaska, y su último paseo fue al Gran Cañón del Colorado. Consideraba que el mundo era un hermoso lugar y que viajar era una de las mejores experiencias.
Brittany era joven, tenía 29 años, sabía que tenía una enfermedad terminal y quiso decidir cómo morir. E hizo su elección: consideró que ella podía escoger cómo morir, que podía decidir el día, y también juzgaba que era libre de cambiar de opinión y que esa decisión le pertenecía. Por todas esas razones se mudó con su esposo a Oregon, un estado donde es legal prescribir una droga letal a pacientes terminales que así lo soliciten.
Los requisitos para poder obtener la prescripción son que los enfermos deben ser mayores de edad, deben poseer capacidad para tomar y comunicar decisiones sobre su salud y tienen que ser capaces de ingerir la droga sin la ayuda de un tercero.
Brittany Maynard era una persona que amaba la vida, que gozaba de los viajes. Sostenía que era importante buscar el sentido de la vida y sostener y apoyar las cosas en las que creemos. Expresó con total claridad que no era una persona suicida, y que a pesar de no desear morir se estaba muriendo, y ante esa realidad prefería hacerlo en sus propios términos.
Consideró que ella podía escoger cómo morir, que podía decidir el día, y también juzgaba que era libre de cambiar de opinión y que esa decisión le pertenecía
Es así que el 1º de noviembre Brittany Maynard decidió tomar la píldora que puso fin a su vida. Se despidió de sus seres queridos y de sus amigos y murió pacíficamente rodeada por las personas que más quería, su esposo y su madre. Una decisión que algunos apoyarán y otros cuestionarán.
Los que cuestionan su decisión consideran que no tenemos derecho a tomar este tipo de disposiciones, consideran que permitir este tipo de prácticas se puede prestar a abusos, que no es el rol de los médicos ayudar a morir y que la alternativa posible son los cuidados paliativos.
Sin embargo, el respeto a la autonomía personal implica el derecho a tomar decisiones respecto de planes de vida, el derecho de los pacientes a rechazar tratamientos que prolonguen el sufrimiento, y la posibilidad de acceder a una muerte digna, con posibilidad de tomar decisiones respecto del cuerpo y la propia vida y respetando sus propias convicciones y valores.
La autora es bióloga, integrante de la Comisión mundial de ética delos conocimientos científicos y de las tecnologías de la Unesco, y profesora de Bioética en la ciencia de la UBA
Susana E. Sommer
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