Fue rescatado en 2018 durante la peregrinación gaucha a Luján, muy deteriorado; vivió con su adoptante hasta la semana pasada, cuando lo robaron; lo encontraron al día siguiente maltratado y quebrado, pero no lo pudieron salvar
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La historia de Gato es la de cientos de caballos argentinos. Después de años de maltrato, Gato fue rescatado en 2018 en Morón, por el grupo Rescatistas Unidos Zona Oeste, durante la peregrinación gaucha a Luján, que se realiza cada último domingo de septiembre.
Era de noche. Entre un grupo de carros y jinetes, venía un overo negro que apenas podía caminar. Llevaba mucho más peso del que aguantaba; tenía el lomo vencido y pesaba menos de lo que debía. Por haber sido mal ensillado una y otra vez, tenía incontables mataduras. Los rescatistas sabían que no llegaría vivo a destino, la Basílica de Luján.
Gallito, como lo llamaban, fue retenido, recuperado, entregado en adopción en el partido de Hurlingham y rebautizado como Gato, “más campero”, según dijo su adoptante.
Era popular en Hurlingham: cuando lo llevaban al terreno de un amigo a comer pasto cada mañana, los vecinos, conmovidos por su historia, lo esperaban con zanahorias o manzanas a su paso. Él comía a través de las verjas, y agradecía…
Una mañana de hace pocos días, Gato desapareció. Las cámaras instaladas por un particular mostraron a su raptor tirándolo del cabestro en plena luz del día.
Como ocurre las pocas veces en que se viraliza un abigeato, el proteccionismo animal entero se movilizó para encontrar al overo, encolumnados de la mano de quien lo había rescatado, Claudia Favano, fundadora de Rescatistas Unidos Zona Oeste.
Una criadora de caballos, extranjera, al enterarse de la historia de Gato, ofreció una gran recompensa para quien develara su paradero, en memoria de su amada yegua de polo robada hace dos años en la zona de Cañuelas y nunca recuperada. Al día siguiente, el overo, de crin y cola larga, apareció. Lo habían golpeado y quebrado. Estaba tirado en un río a pocas cuadras del Acceso Oeste, en el partido de General Rodríguez.
Gato fue llevado al Centro de Rescate y Rehabilitación Equino (CRRE) para ser intervenido, pero a las pocas horas murió. Ya era tarde para él. Jamás pudieron volver a compensarlo.
Su historia es la de cientos de caballos en nuestro país. Las pocas organizaciones que funcionan, intentando detener esta realidad, hacen todo lo que pueden. Pero, a pesar de ello, la gran mayoría morirá en un río o una zanja agonizando, o llegará al probable destino para el que fue robado: el matadero. En su defecto, será faenado por el camino.
Hurlingham es considerada zona de mucho cuatrerismo, un delito que se minimiza. “Tuvimos una reunión con el jefe de la Departamental porque al no haber control, se hizo cada vez más grande el robo. Es un secreto a voces el robo de caballos en Bella Vista, Tres de Febrero, San Martín, Hurlingham. Son partidos en donde no hay control y son un paso de caballos robados”, explica Favano.
Una parte del negocio de los frigoríficos se alimenta de caballos robados. Muchas veces van al campo de un acopiador, quien los retiene antes de llevarlos al frigorífico; otras van directamente al matadero.
En el partido de Morón existe una ordenanza de prohibición de circular en carro de 1986. “Estaba archivada y la buscamos. Es una ordenanza muy cortita. Cuando se llega a detener un carro, sirve, la podemos hacer valer, pero de lo contrario siguen circulando como si nada. Hurlingham, partido que linda con Morón, no tiene ordenanza. Y no es un distrito rural, pero sin embargo dentro de él hay cientos de caballos. Las chatarrerías, donde hay animales de alquiler que trabajan más de doce horas sin comer ni tomar agua, tampoco son controladas por las inspecciones municipales”, describe Favano.
“En nuestro país solo tenemos noticias de este flagelo cuando un caballo cae exhausto en medio de la calle y la gente reclama por justicia”, agrega. Pero el destino de Gato lo sufren cientos de caballos por día.
Podríamos suponer que Gato nació de la cruza de una yegua de trabajo, “tipo criolla”, y un padrillo con algo de sangre de carrera, y era de alguien al que se lo habían regalado una vez que no sirvió mas para los fines para los que había sido criado. También podríamos suponer que la madre era una vieja yegua de carrera o de polo, que fue regalada cuando ya no servía ni para jugar, correr o quedar preñada, y fue servida por un padrillo criollo, de algún conocido. Y a pesar de ser demasiado vieja, la yegua quedó preñada y murió después de dar a luz a Gato.
Probablemente Gato fue criado en el fondo de una casa, comía durante el día el pasto de las banquinas en rutas y autopistas, y cuando tuvo un año lo vendieron para ganar unos pesos a un vecino que necesitaba un caballito que tirara de su carro. Gato no tenía papeles ni análisis alguno, y es muy probable que jamás hubiera sido desparasitado. Era simplemente una herramienta de trabajo, como lo es una moto o un carrito a motor. Pero para circular con estos se requieren documentos al día; en cambio, con un caballo se puede circular sin certificado de anemia, sin luces, en malas condiciones y mucho más.
Por decisiones de la política, pocas veces veremos a una autoridad deteniendo a uno, a pesar de que en muchos distritos de la provincia haya ordenanzas que lo prohíban. Se ha intentado infinidad de veces ofrecer cambiar los caballos por vehículos a motor, como se hizo con éxito en otros países como Colombia, por ejemplo; pero por alguna razón los carreros, a pesar de no contar con nada en regla, son intocables.
Los motivos por los que cientos de caballos terminan robados, maltratados, lastimados, matados a golpes o mandados sin piedad al matadero cuando no sirven son muchos. Todos, de diferentes maneras, nos delatan como sociedad. Pocas veces, nuestro orgullo y símbolo, el caballo, termina sus días dignamente. El caso de Gato es tan solo uno, pero se ha convertido en un emblema. Tanto, que las proteccionistas de animales impulsarán que el 27 de mayo, día en el que el overo apareció quebrado en General Rodríguez después de ser robado, sea declarado Día de la Lucha contra el Cuatrerismo.