La dolorosa muerte del angelito
"Amor y luz", eso es lo que, según dicen sus padres, rodeó a Renzo en su corta vida. Su batalla no fue perdida, sino que se transformó en victoria del amor y en espejo de lo mejor de las personas, en tiempos en los que los espejos nos muestran, hasta el infinito, solamente lo peor de nuestra naturaleza.
La "muerte del angelito" ha sido motivo siempre de profundo dolor y, también, de enojo contra el destino. Muchos sienten como afrenta la muerte de un chico dado que, suponen, los padres debieran ser enterrados por sus hijos, y no a la inversa.
El tiempo que Renzo vivió con tanta gana y luz, con tanto amor en su derredor, con tantos que se ocuparon de él y que honraron y valoraron su paso por el mundo, es signo de que no está en nosotros determinar los tiempos que rigen nuestro destino, pero sí lo está el agregar valor a ese tránsito temporal al que llamamos vida. En poco tiempo, Renzo vivió lo que otros vivieron en años y más años: miedo, coraje, risa, ternura, dolor, entrega, gratitud, alegría, tristeza, paz. La hondura y textura anímica del tiempo de vida es más importante que la cantidad de décadas. Los "angelitos" sienten el amor, la pureza de la existencia que se les regaló, y, si bien duele hasta el infinito imaginar lo que podría haber sido, consuela saber que, en el tiempo que estuvieron por acá, vivieron el amor en forma plena.
En tal sentido, Renzo se nos presenta como horizonte a los que acá quedamos. Vivir el amor en plenitud como él lo hizo, en enorme medida gracias al amor y la valentía generosa de sus padres, nos aleja del miedo, y sin miedo, dure el tiempo que dure, la vida de chicos y de grandes será tan fecunda como la que Renzo, el niñito que hoy despedimos, nos regaló en su tránsito por estos pagos terrenales.
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