La habilidad se transmite de generación en generación y es una tradición que los isleños se esfuerzan por preservar
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En la pequeña isla peruana de Taquile, el valor de un hombre no se mide por su destreza al cazar o pescar, sino por su habilidad para tejer. Alejandro Flores Huatta nació en este sitio de 1300 personas, que se encuentra en el lado peruano del lago Titicaca. Llegar allí requiere un viaje en bote de tres horas desde la ciudad más cercana, Puno.
Alejandro, de 67 años, aprendió a tejer el icónico chullo (un sombrero andino alto y flojo) cuando era niño. Su hermano mayor y su abuelo le enseñaron usando como agujas las espinas de un cactus. “La mayoría de la gente aprende mirando y mirando. Como no tengo padre, mi hermano mayor y el abuelo me enseñaron a tejer. Entonces mirando aprendí poco a poco”, relató en un dialecto del quechua.
Taquile es famosa por sus textiles y vestimentas. Mientras las mujeres tejen y cuidan a las ovejas que proveen la lana, los hombres son los que producen exclusivamente los sombreros de la isla. Los chullos son considerados significativos culturalmente, desempeñan un papel clave en la estructura social de la isla y permiten a los hombres mostrar tanto su creatividad como su estado civil, sueños y aspiraciones. Algunos de ellos incluso lo usan para mostrar su estado de ánimo.
Es una tradición que los isleños se esfuerzan por preservar.
Patrimonio
Los habitantes locales estuvieron relativamente aislados hasta la década de 1950, y eso ha ayudado a mantener intactos su patrimonio y forma de vida. Los lugareños acatan el código inca de “Ama sua, ama llulla, ama qhilla” (que significa en quechua “no robar, no mentir, no ser holgazán”).
Los taquileños son mayormente agricultores. Las seis comunidades de la isla se turnan para rotar cultivos de papa, maíz, frijol y cebada en terrazas en las laderas de las montañas. También crían ovejas, cuyes, gallinas y cerdos y pescan en el lago. El turismo comenzó en la década de 1970, dando a los lugareños una fuente de ingresos con decenas de miles de visitantes que llegan a la isla anualmente para recorrer los pueblos y el lago.
Los visitantes suelen quedarse con los lugareños en alojamientos humildes y familiares, ayudar en la cosecha, probar las especialidades locales como trucha frita y patatas con arroz, frijoles y té de menta, además de comprar los famosos textiles hechos a mano de la isla. En 2005, el arte textil de Taquile fue declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por UNESCO. Alejandro es uno de los siete hombres de la isla reconocidos como Maestro de Textiles, junto con el presidente de la isla, Juan Quispe Huatta.
La tradición existió desde hace cerca de 500 años, con raíces en las antiguas civilizaciones de los pueblos Inca, Pukara y Colla. Los incas en particular usaban sus tocados de manera similar al chullo, para mostrar las insignias específicas de su provincia, pero ahí terminan las similitudes. El chullo taquileano y los tocados incas se ven muy diferentes.
Los ancianos de la isla cuentan que el diseño del chullo llegó con la conquista española en 1535, y el abuelo de Alejandro relataba historias transmitidas oralmente sobre cómo los primeros conquistadores llevaban sombreros similares que eran blancos con orejeras, “pero no con los mismos patrones o símbolos”.
A los niños de Taquile se les enseña a tejer desde los cinco o seis años. El primer chullo que teje un niño es blanco, aunque luego usará lana teñida con plantas y minerales locales. El método se va refinando hasta que el menor puede tejer un gorro ajustado y prolijo. Es un proceso muy minucioso y lento. Incluso los tejedores más experimentados de la isla necesitan cerca de un mes para hacer un chullo debido a los intrincados patrones y la iconografía específica que refleja símbolos relacionados con la agricultura, las estaciones y las familias.
Los chullos también juegan un papel clave en la formación de parejas jóvenes. Los hombres son elegidos por sus compañeras en función de su capacidad para tejer con éxito un chullo con agujas delgadas como un alambre. Hoy en día algunos hombres incluso usan radios de bicicleta. “Los buscamos porque son buenos para tejer. Son delgados y no se rompen fácilmente”, dijo Alejandro.
Atraer pareja
El signo de un buen compañero, agregó Alejandro, es que pueda tejer un chullo tan apretado que al darlo vuelta pueda ser usado para cargar agua. Los futuros suegros a menudo prueban los chullos de los pretendientes de sus hijas de esta manera.
Alejandro explicó con orgullo que su chullo podía retener el agua hasta 30 minutos sin perder una sola gota, y esto fue lo suficientemente impresionante como para atraer a su esposa, Teodosia Marca Willy, hace 44 años. “Ella vio buenas habilidades aparentemente en mi chullo. Solía hacer un muy buen sombrero; era un buen tejedor”.
“Las chicas buscan el mejor chullo. Entonces, si estás usando un buen sombrero, tenés más posibilidades de conseguir una novia rápido”, acotó Juan Quispe Huatta, agregando que a menudo es un espectáculo comunitario el momento en que un padre comprueba la calidad del tejido de un pretendiente.
“Cuando el futuro suegro vierte el agua en el chullo, entonces el novio tiene que poder mostrar a todos los presentes que el sombrero retiene el líquido. Toda la familia reunida tiene que poder ver el agua en el sombrero”.
Iconografía
Si bien cada chullo es tan individual como el hombre que lo teje, la iconografía y los colores a menudo se repiten. Entre los símbolos están la rosa de seis pétalos (un guiño a las seis comunidades de la isla); aves como la garza bueyera y el cóndor; y animales como las ovejas. Los símbolos agrícolas también son frecuentes, ya que los lugareños se guían por plantas y flores nativas para saber cuándo es el mejor momento para sembrar semillas o rotar sus cultivos de papa, quinoa o maíz.
La lana roja representa el derramamiento de sangre de los ancestros, mientras que el azul es un homenaje a Mama Cocha, el lago circundante que proporciona sustento a su comunidad. Aunque los novios tejen los sombreros ellos mismos, el día de su boda sus padrinos les obsequian sus chullos “pintay” o de color rojo “matrimonio” como una especie de iniciación a la edad adulta.
“Un hombre que teje un chullo realmente bueno, solo entonces puede ser llamado hombre”, dijo Alejandro. Los chullos continúan cambiando a lo largo de la vida de un hombre, dependiendo de su estado. Se hacen nuevos chullos cuando un hombre se casa o se divorcia o cuando cambia su posición en la jerarquía de la isla.
“Más adelante, cuando se convierte en una persona importante, un líder, una autoridad, y se le considera una persona mayor sabia, debe cambiar usar un chullo diferente”, señaló Juan. Mientras los hombres elaboran los sombreros, son las mujeres las que tejen los coloridos “chumpis”, el cinturón que se le presenta al novio el día de su boda.
La creación del cinto es un proceso profundamente personal y la mujer incluye en el interior del chumpi fibras de su propio cabello. Cuando un joven es soltero, el cabello dentro de su chumpi pertenece a su madre. Una vez casado, el cabello usado pertenece a su esposa.
Las ilustraciones de los cinturones suelen reflejar los chullos y son específicas de cada familia y región de la isla. Las diferentes comunidades de Taquile a menudo se presentan en forma de flor; la serpiente de dos cabezas es un presagio de una muerte en la familia y una planta amarilla significa que es hora de sembrar.
Los chumpis a menudo se denominan “cinturones de calendario”, porque tienen doce paneles que representan los doce meses del año. “Nuestra iconografía ha sido siempre la misma. Son diseños únicos en el mundo. Vienen de nuestros antepasados”, afirmó Juan.
“Cuando vemos a un amigo prestamos atención a su cinturón. Con solo ver su cinturón... podemos saber qué planes tiene. Podemos leer con solo mirar la iconografía y los colores. Si la mujer es muy buena tejedora, verás muchos símbolos y patrones en el chumpi”, agregó Alejandro. “Podés leer toda la historia de esa persona en el cinturón”.
Las mujeres transmiten esta habilidad a sus hijas y nietas, explicó Teodosia. Los cinturones también cumplen una función muy práctica, ya que actúan como soporte de la espalda en el duro trabajo manual de sembrar o esquilar ovejas. La cultura local es bastante progresista. Tanto Alejandro como Teodosia son considerados autoridades en la isla y comparten responsabilidades en la toma de decisiones.
“Ambos estamos a cargo, siempre trabajamos juntos, tomamos decisiones juntos”, dijo Teodosia. “Un hombre no puede ser un líder solo. Siempre necesita a su esposa. En la antigüedad también era así”. Si bien la isla estuvo aislada de la civilización durante mucho tiempo, no se salvó del Covid-19. La isla estuvo completamente cerrada a los visitantes durante 12 meses, lo que privó a los lugareños de su principal fuente de ingresos y los obligó a depender de su trabajo agrícola para sobrevivir.
Los efectos de la pandemia ya se reflejan en los chullos que están creando las generaciones más jóvenes de la isla. Juan explicó que un niño recientemente tejió la imagen de un círculo con las enormes espigas del coronavirus. Para Alejandro, Juan y los otros tejedores de Taquile, los cambios recientes hacen que la preservación de su cultura y tradiciones sea aún más importante, especialmente porque su dialecto nativo del quechua no está escrito.
Ambos hombres ya transmitieron sus habilidades para tejer a sus hijos. “Tenemos mucho conocimiento de nuestros antepasados, y debo ayudar a las generaciones más jóvenes a entender que esto debe estar siempre en nuestra mente, en nuestra conciencia, porque es conocimiento y sabiduría que no debe perderse ni olvidarse, nunca”, afirmó Juan.
“Si se acercan tiempos modernos tenemos que aceptarlo, pero sin olvidar nuestras raíces”. Al fin y al cabo, Alejandro agregó: “Como decía mi abuelo: ‘Un hombre que no teje no es un hombre’”.
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