La estructura, que está en Colón, tiene 20 metros de altura y una escalera caracol de 50 escalones; culmina en un mirador con panorámica
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COLÓN, provincia de Buenos Aires.– “Tenemos un faro, pero nos falta el mar, que está a 700 kilómetros”, afirma Marcelo Battaglia, desde su escritorio en la Secretaría de Seguridad de Colón, a 280 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires y a 20 del límite con la provincia de Santa Fe. Hace referencia a la atracción “única en el país” que ostenta con orgullo el pueblo: un faro marítimo réplica del que está en San Clemente del Tuyú, en una isla artificial, rodeado por un lago de igual naturaleza.
“No tiene lógica ni sentido, pero el faro es parte de nuestra identidad”, cuenta Battaglia. El faro, con líneas rojas y blancas, y luz giratoria continua, está sobre la ruta 8, es visible desde lejos y contrasta con la interminable llanura pampeana. “Atrae y sorprende ver un faro a tanta distancia del mar y con tanta tierra alrededor”, dice Battaglia.
La estructura tiene 20 metros de altura y escalera caracol de 50 escalones, que culmina en un mirador con panorámica a los campos, al mar verde de cereal, pastizal y vacas. “Hubo un gran debate en el pueblo cuando se construyó”, recuerda Battaglia, quien en esa época era presidente de la bancada de concejales peronistas y le tocó vivir todo el proceso de realización. “Nosotros tenemos más cercanía histórica con el mangrullo, pero el faro ha hecho conocido a Colón”, afirma Battaglia. Son 6000 personas por mes las que lo visitan.
La historia comenzó en la década del 70. Wilmar Cúneo fue un docente de escuela secundaria (Battaglia fue uno de sus alumnos), y tuvo la idea de hacer un faro. ¿Las razones? Su propia inclinación por los temas marinos y la suposición que la estructura atraería visitantes a una zona alejada de centros de esparcimiento y rutas turísticas. “A todo el mundo le pareció una locura”, recuerda Battaglia. “Hoy nos damos cuenta que fue una idea pionera”, agrega.
Durante algunos años el proyecto quedó en suspenso, hasta que asumió como intendente Carlos Mazzieri, un empresario acaudalado de la industria de máquinas agropecuarias enamorado del paisajismo y de la pesca. Tenía conocimiento de la idea de Cúneo, pero entendió que antes debía darle un marco a ese faro marginado de mar. Debía tener agua alrededor y lo primero que consiguió suele ser lo más difícil: financiamiento del gobierno nacional.
Se decidió hacer un parque, usando un terreno de 100 hectáreas en la entrada del pueblo que incluía una obra faraónica: un lago artificial con una superficie de 30 hectáreas y una profundidad de tres metros y medio. Las obras comenzaron en 1978 y durante dos años se trabajó las 24 horas para remover la tierra. “Entraban y salían camiones todo el día”, cuenta Battaglia. El pueblo entero estaba pendiente, de la noche a la mañana, tendrían un lago.
El parque estuvo terminado los primeros días de octubre de 1980, un arroyo pasa por al lado del predio y grandes bombas de la Dirección de Hidráulica de la provincia durante casi un mes bombearon sin parar agua hasta llenar el monumental cráter que dejaron las máquinas excavadoras. El 31 de octubre de aquel año, Colón amaneció con un lago, que contenía una isla de 96 hectáreas, 4000 eucaliptos, restaurante, juegos para niños, espacios deportivos y cabañas para hospedarse. La historia del pueblo había cambiado.
Punto de encuentro
Los enredos propios de la realidad argentina no faltaron. El intendente que había llevado a la realidad la idea del profesor, debió dejar la intendencia por problemas con la justicia y fue destituido con la inhabilitación de ejercer cargos públicos. Durante 20 años el parque con su lago determinó el movimiento de la comunidad y de los pueblos vecinos. Fue el punto de encuentro por excelencia en un territorio con escasez de espejos de agua y lugares de entretenimiento. Sin embargo, el proyecto no estaba terminado. El faro esperaba pacientemente.
Las riendas políticas de Colón estuvieron manejadas por intendentes radicales desde la vuelta de la democracia, el peronismo quería entrar en el juego y encontró un candidato ideal para hacerlo: Carlos Mazzieri. El problema radicaba en su inhabilitación. Contactos y huecos que deja la justicia determinaron que pudiera presentarse a elecciones y volviera a la intendencia. Uno de los primeros proyectos fue la realización del faro, pero esta vez se encontró con un obstáculo: la incapacidad para conseguir fondos. Se le ocurrió una idea.
Por aquel entonces el Club Alianza, que resultó de la fusión de dos de los más importantes clubes del pueblo, el Hispano y el de Pescadores, querían tener acceso al uso y concesión de la isla que estaba en el lago. Mazzieri halló la manera de ejecutar su idea, en el pliego puso una cláusula para que el club pudiera desembarcar en la isla: “Les pidió que hagan el faro”, cuenta Battaglia. Sin recursos, el club se vio entre la espada y la pared. “Vinieron a verme y les expliqué que el intendente tenía la idea fija, no había manera de no hacerlo”, recuerda Battaglia.
Costaba 40.000 dólares. El club cedió al capricho del jefe comunal y un arquitecto local se puso a trabajar. El faro debía inspirarse en el de San Clemente de Tuyú, conocido como Faro San Antonio, que tiene 58 metros de altura y fue puesto en marcha en 1892, en la costa bonaerense. Mazzieri sabía bien lo que quería: un faro marítimo en medio de la llanura pampeana. El resultado no tiene mucho parecido con el del balneario, pero es la única construcción de su tipo tierra adentro de la provincia de Buenos Aires.
“No tenemos conocimiento que haya otro así en el país”, afirma Battaglia. Se inauguró el 27 de febrero de 2000, dentro de la isla, en una elevación de siete metros sobre pilotes de hormigón. La estructura es de ladrillos, de forma helicoidal, tiene 20 metros de alto, los colores elegidos son rojo bordó y blanco y la parte superior es negra. La lámpara, giro continuo, tiene 2000 watts. El haz de luz se puede ver a varios kilómetros, algunos en el pueblo sugieren la cifra de diez. “Ilumina el último bastión de Buenos Aires”, dice Battaglia.
El dato curioso es que el intendente que permitió que la idea del profesor Wilmar Cúneo fuera realidad, volvió a tener problemas con la justicia y volvió a ser destituido. Esta vez por evasión fiscal y por tener una sentencia firme. En una votación en el Concejo Deliberante de nueve votos contra tres, fue removido de su cargo, por segunda vez. “El pueblo no quería saber nada, lo apoyaban”, dice Battaglia. A fines de septiembre de 2020 falleció como consecuencia del Covid. El municipio fijó un duelo de tres días.
“Nosotros antes nos identificábamos con el mangrullo”, sostiene Battaglia, haciendo referencia a esta construcción que está en la actualidad camino al cementerio local. Colón tiene una gran historia de fronteras. La localidad se asienta en terrenos donde estuvo el Fortín “Mercedes”, luego de finalizada la Conquista del Desierto el ejército se retiró y en 1873 un grupo de inmigrantes decidieron repoblar estas tierras. En 1875 se firmó el decreto de creación del pueblo de Colón.
Siempre tuvo espíritu independista. En 1885 los vecinos le enviaron una carta al gobernador Máximo Paz con el deseo de ser un distrito propio, al que pedían llamar con el nombre y apellido del mandatario. Paz les negó esta solicitud. Recién en 1892 se autorizó la creación del partido de Colón, tomando tierras de Pergamino y Rojas. “Tenemos muy poco desempleo”, advierte Battaglia acerca de la realidad hacendosa de la localidad. “Nos conocen como el pueblo del Faro de las Pampas”, confiesa.
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