Gordon Hempton es un ecologista acústico que dedica su vida a encontrar y documentar los paisajes sonoros naturales que están en riesgo de desaparecer
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¿Oíste el leve zumbido de un aparato cercano? ¿O el distante estruendo de un avión en lo alto? ¿O autos en la ruta?
Lo que probablemente no escuchaste es silencio, y si le preguntás a Gordon Hempton, eso es un problema.
Ecologista acústico, Hempton dio la vuelta al mundo tres veces en los últimos 41 años buscando y documentando los paisajes sonoros naturales que están desapareciendo del planeta.
Se acurrucó dentro de un tronco de abeto ahuecado en el noroeste del Pacífico para grabar “el violín más grande del mundo”; flotó por el río Amazonas en una canoa para seguir el trino melódico de pájaros cantores migratorios raros, y ganó un Emmy por su documental, The Vanishing Dawn Chorus (algo así como El coro del amanecer que está desapareciendo), que captura la cacofonía del amanecer en seis continentes.
Sin embargo, el sonido que más le preocupa preservar a Hempton es el más amenazado de todos: el silencio.
“¿Por qué salvar silencio?”, susurró el ecologista, sosteniendo un lector de decibelios y mirando los mástiles cubiertos de musgo de abetos de 500 años en la selva tropical de Hoh en el Parque Nacional Olímpico de Washington.
“¿No es más importante el calentamiento global, la limpieza de desechos tóxicos y la restauración del hábitat y las especies en peligro de extinción? Bueno, cuando salvás el silencio, en realidad terminás salvando todo lo demás también”.
Escuchar para ver
Para Hempton, el silencio no es la ausencia de sonido, sino el silenciamiento de la contaminación acústica provocada por el hombre.
En un mundo cada vez más ruidoso, el hombre de 68 años pasó la mayor parte de su vida hablando en nombre del silencio.
Recientemente, lanzó Quiet Parks International (QPI), una organización sin fines de lucro única en su tipo que tiene como objetivo certificar y preservar los últimos paisajes sonoros naturales de la Tierra del escándalo de la humanidad a través del “turismo tranquilo”.
Al inspirar a los viajeros a que se descubran a las maravillas sónicas, y no solo escénicas, del planeta, Hempton espera cambiar la forma en que “vemos” el mundo y “guardar la tranquilidad en beneficio de toda la vida”.
Malo para la salud
Entre las cruzadas ambientales, la contaminación acústica es apenas un murmullo, ya que es difícil de percibir: es invisible, se desvanece sin dejar rastro y no nos deja nada para limpiar.
Pero así como los humanos hemos ensuciado la tierra y los mares con nuestra basura, también estamos contaminando el planeta con una exposición sostenida a sonidos artificiales.
Y aunque el ruido a menudo se trata más como una molestia, hay una creciente evidencia que sugiere que también podría estar dañando nuestra salud.
Según un estudio de la Organización Mundial de la Salud, los efectos de la exposición a la contaminación acústica ambiental a largo plazo incluyen ataques cardíacos, presión arterial alta, accidentes cerebrovasculares, diabetes, demencia y depresión.
Asimismo, la Agencia Europea de Medio Ambiente descubrió que la contaminación acústica ambiental contribuye a 48.000 casos de enfermedades cardíacas y 12.000 muertes prematuras en todo el continente cada año.
Pésimo para el mundo natural
Nuestro asalto acústico también está devastando el mundo natural.
Un informe publicado en la revista Biology Letters de The Royal Society encontró que la contaminación acústica amenaza la supervivencia de más de 100 especies animales diferentes.
Dado que los animales dependen del sonido para todo -desde encontrar pareja hasta migrar, cazar y evitar a los depredadores-, estudio tras estudio reveló que nuestro barullo les hace la vida mucho más miserable de lo que pensábamos.
- El ruido del tráfico eleva la frecuencia cardíaca de la oruga de la mariposa.
- El ruido distante de las estaciones de compresión le dificulta a los búhos localizar a sus presas.
- El eco de las motos de nieve hace que los niveles de la hormona del estrés aumenten en lobos y alces.
- En hábitats ruidosos, los pájaros y las ranas tuvieron que adaptar sus llamadas para hacerse oír sobre nuestro bullicio.
- Bajo el agua, donde el sonido viaja más rápido y más lejos que en tierra, la situación está afectando a innumerables especies de vida marina, según una revisión de la literatura científica.
- El ruido del transporte marítimo, la minería de aguas profundas y los estudios sísmicos es la causa más probable del varamiento masivo de delfines y ballenas, y está relacionado con que bancos enteros desarrollen estrés, pérdida auditiva y enfermedades crónicas.
Amenaza superior
“Los ecosistemas más saludables que existen, también son los lugares más tranquilos”, señaló Hempton.
Los paisajes sonoros saludables mantienen entornos saludables, y si comenzáramos a tratar el ruido como la banda sonora del cambio climático y la contaminación acústica como eso -contaminación- habría efectos rotundos en todos los seres vivos, incluidos nosotros mismos.
El silencio ayudó a los humanos a encontrar su voz durante mucho tiempo.
Como la naturaleza, nos calma, nos enraíza e incluso nos cura.
Pero a pesar de la evidencia que indica que el silencio nos hace más saludables y la naturaleza nos hace más felices, según Hempton la cantidad de lugares naturalmente tranquilos que están “en camino de extinción supera con creces la extinción de especies”.
En los últimos 50 años, la población mundial más que se duplicó, el tráfico aéreo se multiplicó casi por seis entre 1980 y 2019, el aumento del transporte marítimo ahogó el paisaje sonoro regular del océano y se estima que habrá más de 2000 millones de automóviles en uso para 2030.
“En 1900, había una buena posibilidad de encontrar paz y tranquilidad en aproximadamente el 75% de Estados Unidos. Para 2010, esa cifra era del 2%, y es un fenómeno similar en casi todas partes”, dijo Les Blomberg, director ejecutivo de Noise Pollution Clearinghouse, una organización que estudia y crea conciencia sobre los efectos negativos del ruido ambiental.
“Lo que realmente me preocupa es que, en el siglo XXI, vamos a hacerle al aire lo que le hicimos a la tierra en el siglo XX, convirtiendo cada barrio en un aeropuerto y cada calle en una pista de aterrizaje para nuestros drones. La amenaza viene de arriba, y no es Dios”.
El concierto
Si no fuera por un acto de Dios, Hempton es posible que nunca hubiera aprendido a escuchar.
Un verano, mientras conducía desde su casa de Seattle de regreso a su universidad en Wisconsin, el estudiante de posgrado de 27 años de edad se detuvo en un camino rural en algún lugar de Iowa.
Sin dinero para un motel, estacionó el auto, y se acostó en un campo de maíz. Pero se desató una tormenta eléctrica.
Hempton se quedó quieto, realmente escuchando, por primera vez en su vida. “Estaba tan anonadado por esa experiencia que me devolví a la universidad y renuncié a mis estudios”.
En Seattle, trabajó como mensajero en bicicleta durante el día y grababa todo lo que podía por la noche con una casetera: los acordes distorsionados de los conciertos punk; el clic-clac de los trenes; las “bocinas de los autos, zumbidos lejanos y caldero de actividad” de la ciudad.
Lo que más le atrajo fue la naturaleza. Pero cada vez que iba a los parques cercanos a grabarla, todo lo que escuchaba en la reproducción era contaminación acústica.
Después de 10.000 entregas de bicicletas, Hempton, invirtió en un Neumann KU-81 (un micrófono de alta potencia que replica cómo escuchamos) y se dirigió al Parque Nacional Olímpico a grabar la melodía de la nieve derretida sobre Hurricane Ridge y el tambor de olas en la playa de Rialto.
“En ese momento, no había nadie que registrara los ambientes naturales. Incluso los científicos estaban registrando una especie animal a la vez”, dijo Hempton.
“Yo quería escuchar todo el concierto, no solo a los solistas individuales”.
Fue el comienzo de lo que se convertiría en una búsqueda de silencio para toda la vida.
El sitio más silencioso de todos
En 2005, tras décadas de mediciones acústicas científicas, Hempton identificó el que creía era el lugar más silencioso y más libre de contaminación acústica en EE. UU.: un pedazo de tronco caído de 6,5 cms², alfombrado de helechos en el valle del río Hoh, protegido por altísimos abetos.
Mientras seguía el rastro de un alce a través de un enorme agujero en el tronco de un abeto Sitka de 300 pies (90 metros) de altura, Hempton explicó qué hace que el Hoh sea tan singularmente silencioso.
“Para empezar, estamos en el rincón más lejano y noroccidental del país, por lo que no hay rutas comerciales importantes de sobrevuelo”.
“Al oeste está el tramo más largo de costa salvaje en la costa oeste de EE. UU. Solo hay una carretera y está a 46 kilómetros de distancia, y hay aproximadamente 240 días nublados al año, lo que proporciona un amortiguador de ruido adicional de cualquier cosa que vuele sobre él”.
“Luego, está la selva tropical en sí. Los árboles más altos están en Sequoia, pero el valle de Hoh comprende el bosque más alto de todo el mundo, lo que crea una calidad de sonido elástica y similar a una catedral. Por último, el hecho de que todo está húmedo y cubierto por cortinas de musgo crea una calidad de absorción de sonido acolchada. Es el estudio de grabación perfecto. Yo lo llamo ‘el Yosemite del oyente’”.
Hempton marcó el lugar exacto de su microclima acústico prístino colocando una piedra de color salmón en el vellón verde del tronco y prometió protegerlo declarándolo “Una pulgada cuadrada de silencio”.
Si el ruido de un motor a reacción se puede escuchar a 1600 kilómetros entonces, razonó Hempton, defender un santuario de silencio del tamaño de una estampilla tendría un efecto dominó silencioso de 1600 kilómetros cuadrados.
Durante años, la posición simbólica de Hempton funcionó.
Escuchó atentamente cualquier intrusión sónica, identificó sus fuentes y escribió cartas a quienes causaban el ruido. Hasta persuadió a las aerolíneas de Alaska, Hawai y American de desviar sus vuelos de entrenamiento y mantenimiento fuera del parque.
Pero para 2018, cuando la cercana base naval de Whidbey aumentó sus vuelos en jet Growler sobre el Hoh como parte de su programa de guerra electrónica, lo que alguna vez fue el lugar más tranquilo de EE. UU. se convirtió en sede de simulaciones de peleas de la Marina.
En esa pulgada de silencio en la que anteriormente pasaban horas sin ninguna interferencia provocada por el hombre, ahora, cada uno de los seis sobrevuelos diarios de la Marina puede producir un rugido que registra 70 decibeles, lo suficientemente fuerte como para sacudir el suelo del bosque.
Hempton no había logrado proteger su pequeño bastión de silencio, pero durante un momento de tranquilidad en el Hoh, tuvo una epifanía.
“Me di cuenta de que no se trata de este rincón del mundo, sino del mundo entero”, dijo. “Con eso, nació QPI”.
En busca del silencio
Iniciado en 2018, QPI esencialmente espera ser la Unesco del silencio, un organismo global que identifica los paisajes sonoros más notables y acústicamente inmaculados de todo el mundo y atrae a los turistas para ayudar económicamente a los esfuerzos de preservación.
Si la gente va a parques nacionales para ver paisajes vírgenes, a playas con Bandera Azul para nadar en mares claros y a áreas internacionales de cielo oscuro para contemplar constelaciones, ¿por qué no iría a parques silenciosos para escuchar el ritmo del mundo natural?
Hasta la fecha, Hempton y su equipo de ecologistas acústicos internacionales localizaron más de 250 lugares en todo el mundo que tienen el potencial de ser “sitios silenciosos”, y su objetivo es certificar más de 50 ubicaciones para 2030.
Para encontrarlos, los miembros de QPI estudian la contaminación lumínica y las rutas de vuelo. Cuando localizan un área potencial, escudriñarán los alrededores en Google Earth para buscar cosas como líneas eléctricas, operaciones mineras, ferrocarriles, granjas y otros signos reveladores de contaminación acústica.
Luego, con la cooperación de las comunidades locales y los gobiernos, envían ingenieros de QPI para hacer pruebas durante un mínimo de tres días consecutivos, midiendo los niveles de decibeles desde una hora antes del amanecer hasta dos horas después del atardecer.
Si no se detecta contaminación acústica, no hay “eventos descalificadores” (por ejemplo, un disparo o un Growler) y el paisaje sonoro ofrece “belleza sónica excepcional”, QPI ofrece su designación.
Ecuador primero
En 2019, la organización certificó el primer “Parque silencioso silvestre” del mundo: una maraña de un millón de acres de la selva amazónica a ambos lados del río Zabalo, en el noreste de Ecuador, repleta de biodiversidad y casi carente de actividad humana.
Hogar de la nación Cofán de 1200 habitantes, el área se vio cada vez más amenazada por las empresas que buscan extraer petróleo, pero los líderes locales esperan que la designación del QPI ayude a la nación indígena a defender su patria alentando a quienes buscan un ecoturismo silencioso y contemplativo a aventurarse en lo profundo de la selva tropical.
“Como Cofáns, valoramos profundamente nuestra relación con un bosque vivo (Tsampi). Es lo que nos hace Cofáns: un pueblo de ríos, montañas y bosques”, dijo Randy Borman, jefe de la Nación Cofán.
“Una relación correcta con nuestro Tsampi significa que tanto el Tsampi como nosotros, sus administradores temporales, conservamos la dignidad y la integridad. Para nosotros, el silencio es parte de esa dignidad e integridad. Necesitamos silencio tanto como oxígeno”.
En las ciudades
QPI también designa parques en las principales ciudades del mundo y sus alrededores.
Si bien ninguna ciudad está libre de contaminación acústica, QPI busca lugares con una lectura promedio de decibelios de 40-50 (aproximadamente el silencio de una biblioteca) y donde “domina el sentido de la naturaleza”.
En junio pasado, la organización nombró al Parque Nacional Yangmingshan de Taiwán, un paraíso auditivo de 11.338 kilómetros cuadrados de fumarolas silbantes, bosques antiguos y colinas de hierba en las afueras de Taipei, como su primer Parque Urbano Silencioso.
Un letrero ahora le pide a los visitantes que “respiren hondo, hagan una pausa y sientan que existen en el bosque” mientras suben por el sendero silencioso de 1,5 km que serpentea por un volcán inactivo para llegar al estanque Menghuan envuelto en niebla.
“En las culturas orientales, el ‘silencio’ es un estado de ‘unidad con todas las cosas’, el estado más alto de sabiduría”, dijo Laila Chin-Hui Fan, fundadora de la Asociación Soundscape de Taiwán, quien abogó por la designación del parque.
“Al mismo tiempo, también es profundamente transformador”.
Silencio pandémico
Irónicamente, se necesitó una pandemia global para que el mundo se diera cuenta de esto.
En septiembre de 2020, la revista Science publicó un informe que concluía que la lucha contra el coronavirus produjo “la reducción sísmica global de ruido más larga y coherente en la historia registrada”: una reducción de un mes en el ruido sísmico de hasta un 50% en 77 países, según el estudio.
De repente, la gente de Nueva York a Nueva Delhi comenzó a notar el canto de los pájaros, el susurro de las hojas y lo que Hempton llamó, “la banda sonora del planeta [y] el laboratorio de ideas del alma”.
“Antes del Covid, la pregunta más común que teníamos en QPI era, ‘¿Por qué es importante el silencio?’”, dijo. “Ahora, los administradores de tierras, las comunidades locales y los gobiernos se preguntan cómo pueden ser los siguientes designados”.
El 18 de julio, QPI declaró el Hampstead Heath de Londres como su segundo Parque Urbano Silencioso, seguido de cinco reservas naturales en Estocolmo y sus alrededores el 21 de julio.
The Ramble, el paisaje boscoso de Central Park, es el primero en EE. UU., seguido poco después por la Reserva Natural Armand Bayou de Houston. Antes de fin de año, también los habrá en Caen, Francia; Bruselas, Bélgica, y Villach, Austria.
Pero, ¿por qué detenerse ahí?
QPI también está desarrollando Parques Marinos Silenciosos y Senderos Silenciosos. Recientemente lanzó una serie de Experiencias Silenciosas en internet, certificó su primera Estadía Silenciosa en los Dolomitas italianos y nombró su primera Comunidad Silenciosa en el oeste de Carolina del Norte.
Está visualizando un mundo de restaurantes y vuelos silenciosos, que Hempton espera ayudarán a la gente a reconectarse con el planeta y consigo misma.
“Estamos muy ocupados tratando de ver el mundo, pero escuchar es lo que cuenta la verdadera historia de un lugar”, dijo Hempton. “Cuando escuchás de verdad, se revela un universo completamente nuevo”.
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