La cordobesa que dio el batacazo en Instagram y fue contratada en Nueva York
Estilosa y espontánea como pocas, la influencer Agustina Marzari -alias Imqueena- trabajó para Chanel e ingresó, hace dos meses, a la agencia internacional Next, el sueño de las It girls
Llega caminando sigilosa y en puntas de pie, intenta que los tacos de sus Chanel nude y con puntera negra no se hundan en el deck de la terraza de Gardiner, un restaurante del que la Instagramer Agustina Marzari, de 28 años, es habitué. Sonriente y maquillada especialmente para la entrevista con LA NACION saluda con un beso a los mozos del lugar. “¿Qué hacés, bombón?”, le dice a uno que bien podría tener la edad de su padre, mientras éste le sirve un café en jarrito -solo, porque no ingiere lácteos- y un agua con gas. Mientras charla, no se quita las gafas, unas Loewe que dejan ver su mirada. Espontánea, tiene la habilidad de mostrar un carácter fuerte y seguro sin dejar de lado la frescura y simpatía que la caracterizan y que sus más de 77 mil seguidores tanto aman.
“Me muestro como soy, al que le guste, ¡bárbaro!, y al que no, lo siento muchísimo, me puede dejar de seguir”, expresa con acento cordobés Agustina. “O sea, ¡yo no le quiero caer bien a todo el mundo!, porque el que le cae bien a todo el mundo no se muestra tal cual es. Para mí, ser genuina es lo mejor que me puede pasar y es lo que siempre me dijeron mi viejos, mi familia”.
De repente, Agustina alza los brazos para mostrar su última adquisición: un mini bolso de red de algodón que compró en un supermercado durante su última visita a París, a donde fue, como mínimo, 10 veces. Mientras lo hace, ríe, porque sabe que luce como el típico bolso que se utilizaría para hacer mandados por el barrio. Apenas unas monedas de Euro para reemplazar por un rato el arsenal de carteras Gucci, Louis Vuitton y Off White que Marzari tiene en su vestidor. Allí, las puertas rebalsan de tapados de todos los colores y texturas; hay stilettos con mariposas y de animal print pero también zapatillas Vans y jeans boyfriend. En la movida cool local es sin duda una de las referentes.
La cordobesa oriunda de Río Cuarto vive en Buenos Aires hace 10 años, a donde llegó recién egresada del colegio secundario para entrar en la universidad. Primero abandonó diseño de indumentaria; luego, producción de moda. “Lo mío no es el estudio, lo mío es otra cosa, las relaciones públicas, hablar. Lo mío va por otro lado. Es otro tipo de arte”, dice entre risas. Después, probó con actuación, canto y comedia musical. En su ciudad natal solía aprovechar cada jueves de karaoke en Lulú bar para subir a cantar; dice que es lo que verdaderamente le gusta.
Hace cuatro años comenzó casi por casualidad con un blog de moda, Imqueena en alusión al apodo Queen B que la colegiala aristocrática de Manhattan, Blair Waldorf (Leighton Meester en la vida real), utilizaba en la serie Gossip Girl. Al blog que lanzó en ese entonces lo actualizaba una colaboradora, pero Agustina comenzó a sobresalir de manera definitiva entre la enorme afluencia de las auto denominadas fashionistas cuando dejó de lado su blog y se enfocó en su Instagram. Por eso, no se identifica con el término bloguera.
Por las marcas que suele utilizar -por lo general sus zapatos y carteras valen unos cuantos dólares-, por la estética de las producciones fotográficas que hace -pura y exclusivamente para su Instagram en cualquier punto del planeta-, y por su actitud desfachatada, logró ser la única argentina radicada en Buenos Aires en cumplir algo así como “el sueño de la It girl”: hace poco fue contratada por Chanel para poder usar ropa de la marca en las fotos de su red social. Además, este verano es la cara visible de Sarkany y también forma parte del programa #Viajeros, que se transmite por Telefe. Pero el batacazo final lo dio dos meses atrás, cuando la agencia internacional Next la sumó a su staff como Talento. Por eso, en febrero dejará Belgrano para irse a vivir a Nueva York.
La primera vez que Chanel la contactó para hacer un trabajo en conjunto Agustina estaba en Manhattan (a donde fue más de 20 veces) por el Fashion Week de Nueva York -suele ir a todas las semanas de la moda del exterior-. La marca, que venía siguiendo de cerca sus pasos, le propuso hacer una producción de fotos con los productos que ella eligiera. Le mandaron una lista detallada y se decidió, la primera vez, por la cartera Hobo Gabrielle Chanel -de cuero dorado-, unas botas blancas y negras con perlas y un abrigo de tweed blanco, entre otros accesorios. A los pocos días le enviaron una valija a su departamento de Buenos Aires con todo lo seleccionado. Armó outfits entremezclando esas prendas con las de su vestidor, se sacó fotos por Recoleta, las subió a su red social y devolvió la ropa. No le pagaron por hacerlo ni le regalaron nada pero, para ella, eso le sirvió “igual”.
En el mundo de las blogueras o instagrameras es usual trabajar por canje, es decir, subir una foto etiquetando a una marca y obtener ese producto a cambio, o bien, dinero. Algunas compran seguidores y hasta likes. Otras, arman sorteos para obtener followers a cambio. Mientras Agustina toma un sorbo de café y enciende un cigarrillo, confiesa que para llegar “hasta acá”, además de la ayuda económica de sus padres, una de las claves fue no aceptar canjes de marcas que no le gustaban. Además, dice que nunca compró seguidores. “Yo no estoy buscando todo el tiempo lucrar con lo que hago. Ahí perdés, porque eso es pan para hoy y hambre para mañana. ¡Te convertís en un free shop! Si vos estás todo el tiempo pensando que no te pagan entonces terminás agarrando 300 cosas solamente porque te pagan y vendiéndole a tus seguidoras cualquier cosa. Un salero, una toallita, un vaso ¡Si vos estas todo el tiempo atrás del billete, se nota! Creo que también tengo un público fiel por eso, porque saben que no estoy todo el tiempo mostrándoles cosas porque a mí me pagan. Creo que ahí radica la inteligencia, después la guita viene sola”, remarca Agustina, con el histrionismo que la caracteriza.
Con los videos en vivo que hace por Instagram dice que aprovecha para desligarse de la imagen frívola de sus fotos y mostrarse de entre casa, comiendo una ensalada, acariciando a Aldo -un Golden Retreiver que adora- y “hasta con ojeras”, dice. “Si mirás solo el perfeccionismo de Instagram capaz te quedás con una imagen más fría. De repente cuando hago vivos salgo sin maquillaje, con ojeras, comiendo, tirada en el sillón”, cuenta desfachatada. Sus seguidoras se bautizaron a sí mismas Gutisquad. Para Agustina, se generó una “comunidad de mujeres” donde todas se apoyan entre todas. "Cuando era chica era mucho más criticona y me hinché las pelotas (sic) de tener esa energía y la cambié. Estoy harta de la crítica entre mujeres, que si tienen celulitis, que si no. A mí cuando una mina es mona me encanta marcarlo. Soy cero de envidiosa, al contrario. Me parece que está buenísimo que nos llevemos bien y que dejemos de criticar”.
A través de las redes, muestra un estilo de vida donde predominan los viajes al exterior, las salidas a bares y restaurantes top y los outfits con detalles de lujo, como un Rólex de oro que heredó de su madre. No le molesta admitirlo y hasta bromea con eso: en sus 28 años de vida el trabajo que más le duró fue “el de hija”. Apenas duró tres meses en su primer trabajo en el shop online The Net Boutique. Fue ahí donde conoció a unas blogueras mendocinas, del blog Giamportone´s, que la incentivaron a que arrancara con Imqueena.
A la cordobesa le encanta levantarse a las 7.30 de la mañana todos los días; escuchar el sonido de los pájaros y ver desde su ventana cómo los porteros de los edificios baldean la vereda. Después, entrena entre una y dos horas en un gimnasio de Las Cañitas, donde vive. Agustina dice que no tiene buena memoria. “Lo único que retengo son líquidos”, bromea. Hace tres años cambió radicalmente su alimentación porque sintió que estaba dañando a su propio cuerpo. Mientras habla, gesticula y se muestra segura, pero reconoce que, antes, “era la mina más insegura que pisaba la tierra”. Cuenta así que un día decidió cambiar todo aquello que no le gustaba de sí misma y que le daba inseguridad. Dice que dejó de ser “tan criticona” y abandonó el sedentarismo y dio un vuelco en su alimentación. “Me rompí el alma y lo cambié”, afirma. Así empezó con una rutina de gimnasia que en algún momento repetía dos veces por día. Sin embargo, es cuidadosa con el mensaje que le da a sus seguidoras: varias veces hizo vivos de Instagram acompañada por su nutricionista y su dermatólogo para que fueran ellos quienes respondieran las consultas del Gutisquad. "El mensaje que me gusta dar es que todas podemos conseguir todo lo que querramos".
En la terraza del restaurante -ubicado en la Costanera porteña- el sonido de los pájaros se cuela entre la música y el despegue de los aviones de Aeroparque. Agustina, se olvida por un momento de su lema saludable y vuelve a encender otro cigarrillo. En sus redes, reconoce ese vicio como dañino y no le gusta propiciarlo.
De las botas de lluvia a los stilettos de Chanel
Tenía 10 años, una camisa blanca anudada a la cintura, un pareo negro transparente y unas botas de lluvia que rozaban contra su rodilla cada vez que imitaba, con micrófono en mano, la coreografía de algún ícono Pop de los 90. Junto con otra amiga intentaban acaparar la atención de las familias amigas que habían ido al campo de los Marzari a cenar esa noche. A pesar de su protagonismo en el mundo de la moda, la influencer no teme aclararlo: “En realidad, a mi lo que me gusta es cantar”. El soul y el funky la desvelan y está concretando un proyecto junto con una amiga DJ para poder cantar de manera profesional. El 2 de diciembre próximo, día en el que cumple 29 años, hará su primera presentación a dúo para sus amistades más cercanas.
Agustina confiesa que de chica no le interesaba la ropa. Si su mamá le compraba una casa de Barbies “la detestaba”. Le gustaba jugar al fútbol, rodearse de varones y lucir una camiseta que llevaba su nombre detrás. Su gusto por la ropa llegó un poco después. “Me acuerdo de ir al vestidor de mi mamá y sacarle las camisas, los vestidos, los zapatos, chusmearle todo”, cuenta. Ahora, con Viviana -su madre- comparte un gran interés por la ropa. “Soy fan de los relojes y las joyas y mi mamá es igual”.
Su ingreso a Next
Hace dos meses entró como Talento a la agencia Next reconocida mundialmente por reclutar personalidades de la talla de Caroline De Maigret, Jane Birkin y Lana del Rey. De la Argentina, solamente representan a la It girl Sofía Sánchez Barrenechea de Betak, quien vive en Nueva York. Para poder asistir a cualquier evento o producción que le sugiera la agencia -que puede ser en cualquier lugar del mundo-, Guti se mudará a Manhattan en febrero del año que viene.
Aunque le propusieron un contrato de tres años prefirió reducirlo a uno para evaluar si se siente cómoda viviendo afuera y lejos de su familia. Recuerda que el día que firmó el contrato se emocionó y enseguida lo compartió con su familia. “Mis papás me dijeron que estaban super orgulloso de mí, porque todo lo conseguí sola, más allá de todo su apoyo. Mi familia es absolutamente todo. Todo. Somos súper unidos”, cuenta. A las dos semanas de firmar tuvo su primer trabajo; fue para la marca Nina Ricci. “Me regalaron una cartera y por subirla a las redes me pagaron una fortuna”, expresa. El sueño de cualquier instagramer. Pero no quiere revelar el monto: “Jamás hablaré de plata”.
Desde que arrancó con Imqueena, en 2012, suele ir a las semanas de la moda de Nueva York, París y Milán. Además de a las de Buenos Aires. ¿No te aburre ir siempre a los Fashion Week? “Si. Siempre digo lo mismo, en las redes sociales se ve todo mucho más grande de lo que es. A mi me encanta mi laburo, no me puedo quejar de lo que hago, es espectacular, pero yo soy muy exigente conmigo y a eso se le suma la exigencia que pone el otro en vos. Armar y desarmar valijas, siete aviones en tres semanas, lo hago todo sola, armo los outfits sola, armo el viaje sola. Estoy lejos de mi familia. Requiere de mucha energía. Tiene su lado B y, como todo lo que te pasa en exceso, también cansa”, concluye.
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