La conmovedora historia de una enfermera y un paciente con coronavirus que "se curaron mutuamente"
Rosaura Quinteros y Jason Denney se conocieron en una habitación del Hospital Dr. P. Phillips, en Orlando, Estados Unidos. Él había dado positivo en el testeo de coronavirus, y los médicos diagnosticaron que estaba perdiendo la batalla contra la enfermedad, pero una empleada del hospital lo instó a no perder la esperanza, y su salud empezó a cambiar.
Para los profesionales de la medicina Jason era "un caso perdido", hasta el punto de tal de que un sacerdote católico había ido a visitarlo para darle una última despedida y el paciente tuvo una videollamada para dar el último adiós a su familia.
Quinteros, que conoció a Denmey el día que él ingresó al hospital, comenzó a acercarse al paciente, y a alentarlo a seguir luchando. Su rol, igual que el de otros empleados de centros sanitarios se volvió fundamental durante la pandemia, debido a las restricciones para recibir visitas de los pacientes.
Si los médicos están ocupados atendiendo todos los casos que ingresan, y las familias no pueden ingresar al hospital, son los enfermeros y empleados de limpieza los que se establecen el contacto humano más cercano con los enfermos."No creo que se haya dado cuenta en ese momento de lo que estaba haciendo por mí", dijo Denney a CNN en una entrevista. "Me estaba salvando la vida".
Quinteros nació en Pasaco, una pequeña ciudad en el sur de Guatemala, donde su padre era agricultor. Tiene 33 años y llegó a Estados Unidos hace 15. Está casada y tiene dos hijos. Hace siete meses, poco antes de que comenzara la pandemia, empezó a trabajar como encargada del limpieza del hospital.
Cuando los pacientes de Covid-19 comenzaron a llegar al hospital, Melinda Plumley, la gerente del hospital, se dio cuenta de que su personal no podría hacer su trabajo como de costumbre. Dado que el miedo al contagio hizo imposible mantener las conversaciones cara a cara que pueden ayudar a los pacientes a procesar emociones difíciles, eran los trabajadores de la institución los que tenían que cumplir ese rol. Por eso, Plumley recurrió al personal auxiliar del lugar para pedirles que visiten las habitaciones de los pacientes todos los días.
"Recopilamos material de preguntas fáciles y abiertas para que el personal haga hablar al paciente", dijo. "Y ahora tenemos pacientes que dicen que si no fuera por la mujer que limpia mi habitación, no estoy seguro de que lo hubiera logrado".
Al principio, Quinteros y Denney solo hablaban sobre el clima y otras charlas de rutina para distraer al paciente de los dolores. Denney, que no quería ser sedado, le contó a la mujer que tenía un dolor indescriptible, y que lo único que lo que podía pensar era en eso.
"Fue realmente agradable hablar de algo más que mi enfermedad", dijo el hombre. "Estaba cansado de escuchar malas noticias sobre mi salud". "Ella no tenía miedo de estar cerca mío", resaltó Denney.
Después de unos días comenzaron a hablar sobre temas más profundos, como sus hijos y su fe. Quinteros le contó que tiene dos hijos. Denney le contó que tiene tres, incluyendo a un adolescente de 16 años que también contrajo coronavirus. "Me sentí muy culpable de que mi hijo diera positivo en el testeo de covid", dijo Denney, que cree que fue él quien le contagió la enfermedad.
"Me sentí mal por él", dijo Quinteros, "y quería asegurarme de que supiera que no estaba solo". Aunque el inglés no es su lengua materna, ella y el paciente se entendieron rápidamente y a lo largo de seis días forjaron una breve amistad. "Cuando un paciente es tratado con compasión y amor, el idioma no es una barrera", dijo Quinteros.
Pequeños momentos humanos pueden ayudar a salvar vidas
Antes de entrar en la habitación de un paciente con coronavirus, Quinteros se pone una máscara, una bata protectora, guantes y lentes. "Confío en la capacitación que recibí en el hospital y confío en Dios. Puse todo en las manos de Dios", explicó ella. Denney, quien también es católico, dijo que Quinteros le habló mucho sobre el poder de Jesús y cómo el Señor lo curaría.
Jane Dutton, una académica de la Universidad de Michigan que estudió el papel de las amas de casa del hospital y otros "trabajadores invisibles" en el progreso de la salud de los pacientes. "Estos pequeños momentos pueden salvar vidas", explicó la investigadora. "Solo lleva 40 segundos de una interacción afectuosa cambiar a un paciente de una manera que afecte toda su trayectoria de salud", agregó.
Otras noticias de Covid
- 1
Buenos Aires tendrá dos nuevos medios de transporte eléctricos el año próximo; hoy no hay bancos
- 2
La tendencia que se instaló en la costa atlántica después de la pandemia y cada año se afianza más
- 3
“Cada planta tiene nombre y apellido”: un frustrado viaje de 15.000 km inspiró la apuesta de un rosarino en un pueblo mágico
- 4
Menopausia: el impacto poco admitido, pero que afecta a 7 de cada 10 mujeres, y consejos para atravesar mejor esta etapa