La comida como excusa para la contención
En la parroquia Santa Lucía, en Palermo, esta entidad brinda asistencia integral a 70 personas en situación de calle
"Deseamos que sea un lugar de encuentro, más allá de que vengan a comer. Queremos que acá encuentren un lugar donde estar, una palabra amable, que se sientan cómodos y reciban contención", cuenta Cristina Gómez de Rodríguez. Ella es la directora del comedor de Cáritas de la parroquia Santa Lucía, en Palermo.
El ambiente parece dar la razón a sus palabras. Varias decenas de hombres conversan entretenidos, algunos comparten un mate y otros retiran ropa para pelearle al frío de la calle.
El comedor abrió hace más de 20 años. Hoy funciona como merendero cuatro veces a la semana. Se acercan unas 70 personas cada día, la mayoría de ellas, deambulantes. Allí, en el salón de Gascón 1365 se quedan unas tres horas.
También se brinda ayuda a familias del barrio, que reciben una bolsa mensual con alimentos, y entregan ropa, además de brindar asistencia médica, jurídica, social y clases de apoyo para los más chicos.
La idea, según reconoce su directora, es ofrecer una ayuda integral para las distintas problemáticas que encuentra el que está en la calle. El eje central es uno: "Tratamos de darles contención. Cada uno tiene un problema. Los escuchamos y trabajamos para resolverlo", explica Cristina.
La alegría que comparten cuando alguno de los muchachos encuentra trabajo o dónde vivir es difícil de poner en palabras. "Se los orienta y anima para que terminen el primario o el secundario", asegura. Y así, entre todos, las penas cuestan menos y los logros se festejan con más fuerza.
Cristina está al frente del hogar desde hace más de ocho años, pero es voluntaria de Cáritas desde hace más de 15. "Un día le dije al cura que quería hacer algo... y acá estoy. Es una responsabilidad enorme, pero me encanta. Vengo con ganas, esté cansada o no", confiesa. "Una mirada, un beso, un abrazo son la mejor recompensa", se emociona.
El salón tiene varias mesas largas donde, después de mucho andar, los que están en la calle pueden hacer una parada y encontrar un lugar propio. Después de compartir una merienda, juegan a las cartas, al ajedrez, conversan. También disfrutan de una biblioteca en la que, dice Cristina, "leen bastante". En el fondo, la ropería es una hervidero de gente que entra y sale.
Roberto Leopaldi tiene 48 años y es uno de los habitués del lugar. Aunque hace años lo trajo la necesidad, hoy sus cosas están mejor. "Acá tengo amigos y hay mucha gente que necesita una mano. No vengo tanto por la merienda, sino a dar una mano y buscar medicación que no puedo comprar", cuenta Roberto, que siempre llega acompañado por su hijo Alejandro, de 17 años.
Además de alimentos y ropa de abrigo, siempre se necesitan artículos de tocador y de higiene. Para colaborar con el comedor o sumarse a su tarea, los datos de Cristina son (011)4862-7778 y cristigo39@yahoo.com.ar
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