La Colorada: cómo es por dentro la misteriosa esquina británica que está en medio de Palermo
A pasos del Botánico y con una historia que cuesta encontrar, el edificio hipnotiza a quien se lo cruce y enamora al que lo conozca por dentro
Regis Pigeon es casi un enigma en Internet. Y tal vez lo sea para cualquier mortal sino se aclara de inmediato que se trata del arquitecto e ingeniero británico responsable de dejarle a la ciudad de Buenos Aires uno de los edificios más bellos y singular: La Colorada. Ubicado en la esquina de Cabello y República Árabe Siria, el inmueble es testigo impávido de la cosecha del neoclásico inglés en las calles porteñas.
Buscando a Pigeon en Google, primero encontraremos a un futbolista o al identikit de una paloma, y luego aparecerá el constructor en páginas con escasa información repetida, pero ni un dato biográfico. Menos que menos su cara o derrotero profesional. Un rastreo más sofisticado tal vez consiga encontrar que, antes de terminar el proyecto en Buenos Aires el 17 de junio de 1911, Pigeon ya había hecho construcciones similares en el Distrito Federal de México. Pero no hay mucho más en esa Torre de Babel virtual, a las que en este caso y para colmo, las bibliotecas papel –como la de la Sociedad Central de Arquitectos- no complementan con otros aportes.
La Colorada debe el nombre a los ladrillos a la vista –que conforman la estructura- que además lo dotan de particularidad y fue levantado cuando Cabello se llamaba Las Heras Segunda y en la zona no había red cloacal ni traza urbana ni el rococó que ostenta por estos días.
100% british
La arquitecta Graciela Novoa, vecina y coautora del volumen de Inventario de Patrimonio Urbano dedicado a Palermo, asegura haber visto fotos antiguas de esta construcción y que alrededor no había nada. "De hecho esta zona de Palermo se la conocía como la Tierra del Fuego, porque estaba la Penitenciaría de Las Heras (hoy parque las Heras), el hospital de tuberculosos (ahora el Fernández) y los galpones y fábricas de cerveza Palermo en Scalabrini Ortíz", recuerda.
Los ladrillos fueron importados de las islas británicas en los barcos que volvían de llevar granos a Londres desde Buenos Aires, al igual que las aberturas de madera; la pinotea de los pisos y todos los hierros para montar como un mecano la estructura portante (otra particularidad del edificio), además de los puentes/pasillos que hacen a la circulación interna; barandas; las rejas de puertas y balcones y de la marquesina ubicada sobre la entrada principal de Cabello 3791.
Dónde queda
El edificio se levanta sobre una superficie total de 680 m² (25,90 metros de frente por 26,26 de fondo) y según coincide la bibliografía fue concebido como casa de renta para los empleados jerárquicos del incipiente Ferrocarril Central Argentino -entonces en poder de los británicos-. Pigeon era el único dueño y los planos los presentó el 18 de marzo de 1911 junto con José L. Barabino, quien no aparece en la placa de mármol blanco colgada en la ochava del edificio donde figura la fecha de terminación.
No debe asombrar la presencia de un arquitecto inglés en la Argentina ni por supuesto que tenga relación con vías y trenes. Bastaría saber a modo de muestra que la estación Retiro del Mitre -inaugurada cuatro años después de La Colorada y que en su momento fue un hito que embelleció Buenos Aires- es obra de un colega y coterráneo de Pigeon, Eustace Lauriston Conder.
Gemelos en otras latitudes
Pigeon venía de construir también con ladrillo a la vista el edificio Río de Janeiro en la capital de México, hoy llamada coloquialmente "La Casa de las Brujas", primer complejo departamental de la ciudad. Según páginas web mexicanas, debe el apodo a que en el edificio habitó la chamana "Pachita", a quien visitaban personas de todas clases sociales porque no cobraba los servicios. La leyenda dice que el espíritu de Pachita aún ronda por los pasillos del edificio, donde lo más terrenal es una reproducción del David de Miguel Ángel. A diferencia de La Colorada porteña, que tiene dos frentes simétricos que dan a Cabello y Siria, la construcción mexicana parece asemejarse a un castillo medieval o gótico; con ventanas en formas de ojos y techos a dos aguas en la parte superior que también inspiró a bautizarlo. El sitio es mencionado en obras como La cabeza de la hidra, de Carlos Fuentes, y El desfile del amor, de Sergio Pitol.
Este inmueble fue uno de los primeros departamentos que hubo en el Distrito Federal y dos años más tarde Pigeon haría otro de características similares, en la esquina de Berlín y Marsella, colonia Juárez, del cual hoy sólo se conserva una fachada. En varias páginas se habla de que existe en la ciudad de Boston un edificio idéntico al de Palermo.
Cuestionamientos y misterio
Sobre La Colorada, la revista especializada Summa de abril de 1989 le dedicó la tapa, pero allí se admitía que no se habían logrado obtener datos sobre la vida y la actividad profesional de Pigeon. También se asegura en la publicación que para 1953 los propietarios era la familia Mitre -la había comprado luego de la crisis del 30-, que la subdividieron según el régimen de propiedad horizontal. No todo es fascinación en los comentarios de los especialistas. El arquitecto y arqueólogo Daniel Schávelzon cuestiona en esa edición de Summa que los departamentos posteriores dan a retiros de la medianeras donde la ventilación e iluminación es mínima y las condiciones infrahumanas que padecía el personal doméstico y el portero, confinados a vivir en las habitaciones de 4,50x5 ubicadas en el subsuelo (hoy recicladas como bauleras), sin más abertura que una puerta algunas de ellas. Schávelzon cita a Federico Ortíz cuando cuestionó que "detrás de las fachadas se ocultaba la dura realidad del liberalismo".
Los especialistas la ubican dentro de la tradición utilitaria de raíz británica donde el ladrillo es elemento único con puntos de contacto con las viviendas colectivas de la Inglaterra de 1850 a 1910, a diferencia de Buenos Aires donde era más frecuente encontrar arquitectura académica francesa o el Art Noveau.
Estrella protagonista
De las 20 unidades que tiene hoy, 18 están ocupadas por empresas de moda, arquitectura y/o servicios (una sola tendría hasta ocho) y dos por particulares, quienes no recuerdan habitantes ilustres pero sí que fue locación de muchas publicidades y al menos tres películas: El vampiro negro (Román Viñoly Barreto, 1953), con el actor que siempre hacía de malísimo Nathan Pinzón y Olga Zubarry; Sentimientos, (Jorge Coscia y Guillermo Saura, 1987) y Apartment Zero (Martin Donovan, 1988). Este film, protagonizado por Colin Firth, tuvo un aporte importante de actores argentinos de fuste como Juan Vitali, Cipe Lincovsky, Elvia Andreoli, Marikena Monti, Max Berliner, Federico D'Elía, Germán Palacios e Inés Estévez, entre muchos otros.
El protagonista en alguna de las publicidades fue el hermoso y único ascensor para tres personas que tiene el edificio, ni más ni menos que un Roux-Combaluzier en hierro y madera, esa empresa francesa es la que dotó de elevadores a la Torre Eiffel y a la Argentina llegaron algunos pocos exponentes, uno de ellos a la Casa Rosada.
Subir por él permite acercarse a la lucarna central de vidrio por donde ingresa luz solar casi todo el día. En el techo del pasillo del último piso se descuelga la escalera rebatible de madera que lleva a la azotea, alguna vez lugar para colgar la ropa, pero hoy en desuso.
Cada unidad tiene chimenea que ya nadie utiliza; los cielorrasos también de ladrillo a la vista, pero no del tipo bovedilla sino recto y en la cocina una pequeña puerta que era el acceso de los dos ascensores -o zorras- (hoy también en desuso porque de tan antiguos no se consiguen repuestos) que van directo a los sótanos.
El edificio tiene desde 2007 la categoría de edificio representativo de la ciudad de Buenos Aires, goza de la Promoción Especial de Protección Patrimonial y un diploma enmarcado y colgado en la recepción dice que se lo consagró "testimonio vivo de la memoria ciudadana" el 12 de noviembre de 1987.
Por razones de seguridad, el consorcio rechazó participar del evento Open House -que desde hace tres años permite asomarse al interior de algunos bellos e históricos edificios, de manera que si no se tiene la suerte de conseguir algún salvoconducto (gracias esta vez al administrador César Villarroel, sólo queda disfrutarlo desde la vereda y además de admirarlo, preguntarse qué habrá sido de la vida del nómade Pigeon.
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