La clave está en saber fijar límites en la relación
Desde hace algún tiempo que los médicos usamos otros medios de contacto, más allá de la consulta presencial con los pacientes. Hace tres décadas dependíamos de las radiollamadas. Años después llegaron los beepers y finalmente, los celulares. Entonces los pacientes se acostumbraron a contar con nosotros en casos de urgencia. Después llegó la mensajería instantánea, más tarde Internet en los celulares y en los últimos años, con Facebook y WhatsApp, desapareció la idea de que una consulta a distancia, aunque no fuera una urgencia, interrumpía al doctor en sus actividades y, menos aún, que "molestaba".
Frente a la urgencia no solemos aceptar comunicaciones y pedimos que se dirijan a una guardia o que llamen a los servicios de urgencia que tiene la ciudad, el Estado o los distintos seguros u obras sociales. En la urgencia no hay que cometer errores, por lo que es bueno reforzar la ida a un centro de atención o la llamada a los servicios de emergencia.
Frente a otro tipo de consultas, los médicos elegimos si la aceptamos o no. Lo cierto es que, en la práctica, a diario vemos análisis o estudios ecográficos o en otras especialidades topografías o radiografías y resonancias, dado que los celulares o las computadoras permiten este tipo de telemedicina.
Esta clase de atención descongestiona consultorios y al sistema de medicina prepaga de alguna manera le conviene, porque el paciente consume nuestro tiempo, pero no genera gastos. Obviamente, si bien no lo hace, el tercer pagador debería recomendar a los médicos que no realicen este tipo de atenciones a distancia, porque, en la práctica, ellos serían coresponsables.
Pero desconocer las redes sociales hoy es una utopía. Es cierto que puede haber abuso en las consultas o, aun peor, generarse demasiada ansiedad en lograr las respuestas instantáneas por parte del médico. En todo caso se requiere de un cierto acuerdo entre el médico y paciente para establecer cuáles son los límites de las consultas telefónicas, vía WhatsApp, mail o Facebook.
En las nuevas generaciones esto tiene amplia aceptación. Son los médicos mayores a los que les cuesta más y lo viven con enojo, como una invasión a la privacidad. Si se tiene experiencia se logra ayudar, resolver y viabilizar las consultas. Después de todo, un médico que no acepte las nuevas tecnologías se vuelve menos competitivo.
El autor es obstetra y doctor en medicina