Ataulfo Serafín Pérez Aznar, destacado dirigente del radicalismo, reunió en vida una de las mayores colecciones privadas existentes en el país y el continente
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LA PLATA.— Con solo echar una mirada por los huecos de la media sombra que cubre la reja, la mente se transporta en el tiempo. La casona que emerge tras un frondoso parque es, antes que nada, una enorme biblioteca; un verdadero tesoro oculto en medio de la ciudad ganado por el abandono y a la espera de ser rescatado. En algún momento llegó a ser considerada como una de las mayores colecciones privadas existentes en el país y el continente con alrededor de 50.000 volúmenes. Salvo en los baños y en la cocina —curiosamente ubicada en la planta alta— en todas las habitaciones, el vestíbulo, los pasillos y hasta en las escaleras hay anaqueles, estanterías empotradas, repisas y vitrinas repletas de libros.
Su principal artífice, el abogado, docente y destacado dirigente del radicalismo Ataulfo Serafín Pérez Aznar, nacido en Lezama, el 9 de noviembre de 1910, ocupó el cargo de Director General de Escuelas bonaerense durante la gobernación de Oscar Alende, entre 1958 y 1961. Con una extensa carrera política también se desempeñó como legislador tanto en la provincia como en el Congreso Nacional. Tras su muerte, el 13 de noviembre de 1994, circunstancias familiares llevaron al lugar a permanecer cerrado durante largos años sin los cuidados indispensables para la preservación de semejante acervo.
La apertura del portal principal, hoy custodiado de eventuales intrusiones por un puñado de perros afincados en la galería bajo seis imponentes columnas ganadas por helechos, franquea el paso a un recinto pringoso plagado de polvo y humedad. Gracias al haz de luz del exterior se alcanza a vislumbrar la dimensión del prodigio y, a la vez, su menoscabo. Adonde se dirija la vista hay libros: esparcidos por el piso o sobre los muebles y también tapizando las cuatro paredes y debajo de la escalera que desemboca, en la planta alta, en un balcón perimetral que permite extender las estanterías hasta el cielorraso.
El recorrido supone un itinerario laberíntico que invita a un voyeurismo bibliográfico que puede arrancar en los cinco tomos de la Historia de la Humanidad del prolífico escritor francés Jean Duché, pasar por una increíble colección sobre el socialismo y el marxismo incluyendo las obras completas de Karl Marx, una amplia sección dedicada al peronismo y terminar en paredes completas con textos referidos a Roca, Rosas, Lavalle o Mitre; o anaqueles en donde se distinguen volúmenes de autores de la mayoría de los países del mundo, en especial los de América Latina.
Lector a los cuatro años
Hijo de Serafín Pérez y Sabina Aznar, Ataúlfo nació en las instalaciones de la escuela del poblado de la que su mamá era directora y atravesó la infancia entre Lezama y Bahía Blanca. Dicen que a los cuatro años ya leía, incentivado por su madre docente. En 1924 la familia se radicó en La Plata y Ataúlfo terminó el secundario en el Colegio Nacional donde abrazó el reformismo y comenzó a militar en el partido Radical detrás de la figura de Hipólito Yrigoyen. Tras recibirse de abogado comenzó a trabajar como secretario de la Escuela Anexa dependiente de la Universidad.
A mediados de la década del 30 el joven abogado adquirió en un remate la propiedad donde erigiría su biblioteca. Era el viejo casco de la estancia “Las Dos Rosas”, construido en 1886 y reformado en 1914. Se trataba de una vivienda señorial de una sola planta y un sótano ubicada en una zona por entonces despoblada del ejido urbano de la capital provincial. Para Pérez Aznar siempre fue “la quinta”, un lugar para despejarse y, sobre todo, entregarse a la principal actividad que ocupó sus días: la lectura.
Poco a poco fue nutriendo a su monumental biblioteca principalmente con ensayos de historia, derecho, economía, arte y religión. También hizo encuadernar diarios, coleccionó revistas y archivó incontables oficios y documentos vinculados con su actuación como funcionario y legislador.
Como diputado, en 1946, promovió la publicación de las obras completas de Leandro N. Alem y José Hernández y también compendió las contribuciones legislativas de esas figuras a las que admiraba. El bibliógrafo también escribió varios libros e infinidad de artículos y ponencias entre los que se destacan textos vinculados con la política y la organización jurisdiccional del Estado.
Como se dijo, Pérez Aznar era un lector empedernido, según cuentan sus descendientes en la mayoría de las habitaciones había dispuesto algún sillón, divanes o camastros donde abandonarse a la lectura y no era raro que, vencido por el cansancio, pernoctara allí para retomar la lectura al despertarse. Si bien el abogado siempre quiso instalarse a vivir en el lugar, las dificultades de acceso —hasta la década del 80 las calles eran de tierra— se lo impidieron. En sus frecuentes viajes a la ciudad de Buenos Aires, no perdía oportunidad para recalar en las librerías de la Capital, donde asaltaba con fruición los escaparates en que se exhibían las novedades editoriales.
A medida que pudo fue comprando las chacras linderas dando vida a un jardín que él mismo forestó con araucarias, pinos y cipreses, entre otras especies. En el interior de la vivienda hizo varias reformas orientadas a dar mayor espacio para los libros: todas las habitaciones se fueron adaptando con paneles divisorios y se hicieron entrepisos además de estantes en pasillos y escaleras. Hasta que se decidió a construir una sala principal para los textos sobre lo que originalmente era la terraza.
En 1954, Ataulfo Serafín contrajo matrimonio con la también abogada y docente Serapia Zulema Senin, con quien tuvo tres hijos: Ataulfo Hernán, Santiago Horacio y Eleonora Martha que son los herederos de la propiedad y el inconmensurable acervo que esta contiene. Eleonora y su pareja, Roque Ferreyra, viven hoy en un lote contiguo.
Además de los libros, en muchos casos en evidente estado de deterioro, en el lugar hay numerosos objetos y muebles de época y obras de arte —pinturas, esculturas, escudos, armaduras— que dan cuenta de una vida ligada al ambiente cultural.
Intentos de rescate
En 2011 un equipo conformado por investigadores del Museo de Ciencias Naturales, el Instituto de Botánica Carlos Spegazzini, el Laboratorio de Arquitectura y Hábitat Sustentable de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo platense intentó desarrollar en la casona un plan de “conservación preventiva”. Entonces se avanzó en un estudio preliminar del estado microbiológico que presentaban los libros y otros bienes culturales. Se hicieron muestreos de papel y se identificaron las fuentes de humedad en el ambiente de la biblioteca principal. En sus conclusiones este grupo dio cuenta de la existencia de distintos tipos de hongos que actúan como “agentes de deterioro patrimonial” y advirtió sobre “la necesidad de un adecuado mantenimiento edilicio y control de las condiciones de temperatura y humedad de los recintos donde se encuentran las bibliotecas”.
Un tiempo después, algunos familiares y amigos se propusieron desarrollar un proyecto para intentar poner en valor el sitio y rescatar la biblioteca. La iniciativa fue motorizada por Federico Pérez Aznar, uno de los nietos de Ataulfo. Formó parte de esa movida el especialista en historia del arte Federico Ruvituso, actual titular del Museo provincial de Bellas Artes Emilio Petorutti para quien “la biblioteca Pérez Aznar constituye una de las más importantes colecciones de historia política con un impronta fuertemente latinoamericanista que expresa el cerebro político de su creador y, en ese sentido, tiene un valor historiográfico incalculable que debe rescatarse”, señaló el funcionario, que no se resigna a buscar un esquema viable para la recuperación del lugar.
A su vez, la Unidad de Conservación de la Biblioteca de la Legislatura bonaerense inició, por la misma época, una tarea de relevamiento con la intención de establecer un inventario que permitiera establecer el patrimonio y hasta se avanzó en un borrador de convenio que pretendía incorporar todo el material existente al catálogo de la biblioteca del Senado provincial, por entonces a cargo de Gabriel Mariotto. La iniciativa, impulsada por el entonces director del establecimiento, Luciano Torres, no consiguió apoyo suficiente y quedó en la nada cuando cambió el Gobierno a finales de 2015. Durante la gestión de Cambiemos se pensó que la alternativa era una expropiación del lugar idea que fue resistida desde la familia.
“Nosotros quisiéramos conservar la casa en la familia y que pudiera transformarse en un espacio para la cultura valorado por la comunidad”, dice Eleonora, quien junto a su esposo Roque Ferreyra, ofician de guías para recorrer la casa y contar anécdotas del lugar y sus antiguos habitantes.
En las últimas semanas los familiares se contactaron con la Red de Casas Antiguas de La Plata y el grupo “Intentar”, dos asociaciones de vecinos que trabajan por la preservación patrimonial que buscan colaborar en el salvataje del lugar.
Frondizista y educador
Ya en 1946, cuando alcanzó su primer escaño legislativo como diputado provincial por la UCR, Ataulfo Pérez Aznar enderezó su trayectoria hacia temas de educación y cultura. Luego, intervino como convencional en la reforma de la Constitución de 1949 y entre 1956 y 1957 fue rector del Colegio Nacional de la UNLP. Por esos años participó del congreso en el que se produjo la fractura del radicalismo y dio origen a la Unión Cívica Radical Intransigente, liderada por Arturo Frondizi.
Docente en las facultades de Derecho de la UNLP y la UBA, asumió como ministro de Educación provincial el 2 de mayo de 1958 como parte del equipo del gobernador Oscar Alende. Su gestión al frente de la cartera educativa provincial tuvo un fuerte perfil innovador. Creó el Centro Provincial de Documentación e Información Pedagógica, que conserva la memoria histórica y pedagógica bonaerense. Entre otros documentos alberga la colección histórica de Anales de la Educación Común, publicación señera de la enseñanza nacional creada por Domingo Faustino Sarmiento en 1858. Pérez Aznar también fundó el Instituto Superior de Formación Docente N° 9 especializado en “enseñanza diferenciada” en La Plata y en 1961, fue uno de los principales propulsores de la creación de la Universidad de Mar del Plata, inicialmente de jurisdicción provincial.
Durante la década del 60 fue Senador y Diputado por la UCRI.
En el ámbito académico no solo dio clases de Derecho en las universidades de Buenos Aires, La Plata y Mar del Plata sino que, a principios de los años 70, resultó designado por concurso profesor de “Historia Argentina Contemporánea” en la Escuela de Periodismo de La Plata, de la que también fue director.
Dedicó sus últimos años, se abocó a la escritura y a la formación de cuadros políticos como referente del Partido intransigente (PI).
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