La casa natal de María Elena Walsh, triste y desprotegida
El antiguo solar de Ramos Mejía que la poetisa inmortalizó en su obra resiste en mala forma el paso del tiempo; ni una placa la identifica en la fachada
¿Nació María Elena Walsh en Ramos Mejía? Lo afirman prácticamente todos los documentos escritos hasta ahora sobre el solar que ocupó su casa natal. Es más: lo dice su canción Fideos finos: "Voy a contarles lo que había/entonces en Ramos Mejía". Pero la engorrosa historia de los sucesivos cambios jurisdiccionales ha ido transformando toda esa zona en un verdadero berenjenal, entre las órbitas de municipios, cabezas de partido y las identificadas como simples ciudades, que es el caso de Ramos Mejía, varios años después del nacimiento de María Elena, aquel 1º de febrero de 1930. De esta suerte, María Elena Walsh sí nació en aquel Ramos Mejía de los años 30, 40 y 50, pero, al día de hoy, aquella que fue la casa que compró don Enrique Walsh en 1923 es jurisdicción del partido de Morón. Porque curiosamente la calle que antes se llamó Caseros y que luego tomó el nombre de 3 de Febrero es precisamente la de su casa natal, que marca el comienzo de esa arteria en el número 500 y que se extiende hasta el 1500.
LA NACION visitó la enorme casona, donde fue recibida como huésped honorario por sus simpáticos habitantes. La primera sorpresa fue encontrarla sin identificación ni siquiera una pequeña placa, como tiene, incluso con monolito, el frontispicio de la sencilla morada de otro poeta de esa enorme zona bonaerense que es el partido de La Matanza: Pedro Bonifacio Palacios, conocido como Almafuerte. Ingresamos. Nos detenemos. Observamos. Y de inmediato imaginamos a esa niña de prodigios, que casi no jugaba con muñecas sino? con los libros que se esparcían por todas partes. Pero que, seguramente, correteaba también por esos anchos espacios o se escondía para entregarse a la pasión de la lectura. La poetisa inmortal que nos legó un maravilloso cancionero para niños y otro no menos portentoso para los adultos. Que fue trovadora, escritora, periodista, ensayista, dramaturga; que hizo feliz a miles de chicos y que barrió con cien telarañas instaladas desde un largo siglo en la mentalidad de cientos de miles de adultos argentinos.
Por todo esto se nos estruja el corazón y se nos hace un nudo en la garganta cuando iniciamos el recorrido por los laberínticos recovecos, las amplias y altísimas habitaciones, el enorme patio en el que se plantaron un jacarandá y un abedul. Contemplamos el paso inexorable del tiempo en paredes y techos, que resisten como pueden, algunos pisos de época y una heladera de aquellos tiempos.. Y si bien no asoman por allí ni Manuelita la tortuga, ni la Mona Jacinta, ni el Gato que pesca, ni la Reina Batata, sí aparecen dos temibles guardianes: unos mastines que ladran sin tregua.
Y como si el espíritu de María Elena nunca se hubiese retirado de ninguno de los rincones en los que se reencontraba a cada paso para dialogar con su amado libro-amigo: el Pequeño Larousse Ilustrado, milagroso venero desde donde se fue modelando su idioma de infancia, en esta casa corre un mágico halo de inspiración creadora. Sus moradores confiesan que estos emblemáticos espacios "inspiran arte", como fue esa ilusión de instalar allí un taller; de literatura o pintura, siguiendo la huella de la poetisa, que egresó de la Academia Nacional de Bellas Artes. Por eso, como quien acoge encantado la invitación, Dame la mano, allí están los pinceles y unos cuadros nacidos por sortilegio.
Mientras tanto, afuera, la estación de trenes inaugurada en 1858 y cuyas vías fueron electrificadas en 1923 sigue siendo el eje histórico y patrimonio de la ciudad. Allí trabajó como jefe de contaduría don Enrique Walsh, papá de María Elena. Y lo fueron -y siguen siendo- importantes edificios, tan históricos como el célebre Colegio Ward abierto desde 1913 en Villa Sarmiento, a tan sólo dos cuadras de esta morada. En tales estrechos confines se habían instalado en aquellos años de comienzos del siglo XX, según testigos de Ramos Mejía, muchos señores ingleses de religión protestante.
¿Qué es Villa Sarmiento? Es, exactamente, la villa a la que pertenece esta casa. Lo dice un estudio de las investigadoras María Mercedes Asaad y Beatriz Heber, publicado en el boletín de ese enclave. María Elena fue (quizá sin saberlo) "vecina de Villa Sarmiento", zona también del caprichoso y otrora invasor arroyo Maldonado. El periódico cuenta que la poetisa estudió en la Escuela Nº 21 y que el secundario lo hizo en la Escuela Nacional de Bellas Artes Manuel Belgrano, de Buenos Aires. Que la casa de los Walsh se vendió en 1950 y fue adquirida por el Instituto de Reposo La Chapelle. Lo cierto es que, por pura costumbre, algunos de sus ciudadanos de hoy hablan de Ramos Mejía, porque la identifican con la estación de trenes. Y otros, por tradición, la llaman Villa Sarmiento, sin saber precisar ni el año ni la razón de este bautizo en homenaje a nuestro gran "padre del aula".
Claro que el cemento y el asfalto han borrado, con el correr del tiempo, aquella zona eminentemente campestre, donde reinaba, apacible, el verde de sus chacras y quintas. Hoy es, quizás, una de las ciudades más pujantes de la región.
Por todo su simbolismo, la casona que albergó durante 14 años a María Elena es otro emblema cultural argentino. Y porque ese ámbito fue el manantial que alimentó su genio creador para seguir iluminando con sabiduría la mente y sembrando amor en el corazón de los argentinos merece convertirse en un espacio destinado a su memoria.
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