La carta que conmueve a todos
El hombre levanta la vista de la vitrina que protege la carta y murmura: "Frente a esto, yo me saco el sombrero".
La afirmación es de uno de los centenares de pasajeros del subte que, a diario, se conmueven frente a la carta del soldado que presintió su muerte en el campo de batalla, en las Malvinas. El documento se exhibe en la estación Juramento de la línea D junto con otros testimonios del hundimiento del crucero General Belgrano, en mayo de 1982, relojes, gorras y maquetas.
La carta es la que el teniente del Ejército Roberto Néstor Estévez envió a su familia antes de ir al frente. Detrás, hay una historia que, gracias a la exhibición, atrae hoy un gran interés del público.
"Querido papá, cuando recibas esto yo estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios, Nuestro Señor", comienza.
"Es tan sincera que me hace llorar", dijo a La Nación Samantha, una joven estudiante de 15 años que, junto a su novio, repararon en "la fe y la fuerza de voluntad" de quien, en marzo de 1982, la escribió desde lejos y nunca pudo volver a su casa, en su Posadas natal.
Lo que sigue es la historia que el papel no cuenta.
6.30 de la mañana del 28 de mayo de 1982. Cielo cerrado y mucha oscuridad en pradera del Ganso, en el extremo nordeste de la isla Soledad. Los 40 hombres de la compañía C del Regimiento 25 de Infantería de Colonia Sarmiento, Chubut, al mando del teniente Estévez, se preparaban para relevar a la compañía A.
El relato lo hace hoy Sergio Daniel Rodríguez, que por entonces era apuntador de ametralladora pesada de la compañía al mando de Estévez. Rodríguez ahora tiene 36 años, está casado, es padre de dos hijas, estudia y trabaja en el Banco Nación.
Cuando todo ocurrió tenía 18 años. Y cuando lo recuerda, no puede evitar la emoción.
"Nos llegó la orden de preparar el armamento. La idea era salir de madrugada el 28 de mayo para contraatacar a los ingleses, que ya se habían replegado.
"A las 5.30, los ingleses habían tomado posiciones más altas y nosotros, unos 40 hombres, nos desplegamos en abanico y nos refugiamos en unas trincheras. El fuego comenzó a una distancia inferior a los 200 metros. Nosotros quedamos en el medio de un tiroteo entre los ingleses y otro regimiento argentino a nuestras espaldas", dijo Rodríguez.
Entonces, y de acuerdo con su relato, los hechos se desencadenaron con la contundencia de la guerra.
El teniente Estévez intentó un cambio de posiciones y para ello envió a un soldado a comunicar la idea a otra compañía. "Fue el soldado Carrascul. Pero nunca llegó a destino. Un certero balazo en la cabeza terminó con su vida. Creo que fue un francotirador", dijo Rodríguez en un relato de palabras cortas.
En ese momento, el propio Rodríguez fue herido en una pierna. "Le pedí a Dios que no me dejara morir", contó.
Y, pese a que él todavía no podía saberlo, en ese instante el teniente Estévez comenzó a arrastrarse hacia su posición, a pesar de que ya estaba gravemente herido en una pierna y había perdido un brazo.
"Lo vi caer de pronto en mi trinchera. Era como otra persona. No parecía sentir dolor y seguía dando órdenes, dispuesto a continuar la batalla. "¿Estás bien?", fue lo primero que me preguntó", recordó Rodríguez.
El relato, como la historia misma, en la confitería de Palermo donde contó lo ocurrido en el campo de batalla 17 años atrás, llega a su desenlace y el ex combatiente toma aire para dar el párrafo final.
"Nosotros éramos comandos. Nos cubríamos la cabeza sólo con una boina verde. Estévez tomó un casco del fondo de la trinchera y me lo colocó en la cabeza. Para hacerlo tuvo que incorporarse. Y en ese momento una bala de mortero le atacó la cabeza y lo sacó del combate", dijo Rodríguez.
Y cuenta lo que para él es la paradoja de todo: "Esa bala era para mí. Estévez me salvó la vida. Me dio un casco y me salvó la vida".
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Este fue el relato de los momentos finales del soldado cuya historia apenas se esboza en la carta que a diario leen numerosos porteños en la estación Juramento.
Pero, ¿en qué momento la escribió y por qué?
Su hermana, María Julia Estévez, tiene la respuesta y la contó desde la ciudad de Posadas, donde hoy reside con su marido, Roberto Germán García, quien, por esas vueltas del destino, fue amigo y compañero de Estévez en el Colegio Militar.
"El escribió la carta en marzo. En realidad fueron dos. Una para la novia y otra para nuestro padre. Y le encomendó a un soldado que, si no volvía, hiciera llegar las cartas a sus destinatarios", dijo con serenidad esta mujer de 49 años.
Pero la historia quiso otra cosa. No fue así como la carta llegó a manos de la familia. Ni tampoco la noticia sobre el destino de Estévez en el campo de batalla.
"Nosotros rescatamos la carta entre las pertenencias de mi hermano en los primeros días de julio de 1982, cuando había pasado más de un mes de su muerte en pradera del Ganso", explicó.
La carta terminó siendo una despedida de todos sus seres queridos, su novia y su familia de diez hermanos. ¿Por qué Estévez escribió algo así antes de ir al campo de batalla?
"Lo único que puedo decir es que mi hermano, ya de chico, soñaba con ser soldado y con ir a las Malvinas. Era muy importante para él. Casi tanto como la familia. Amar a la patria, la familia y la religión. Eso nos enseñó mi padre", dijo.
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Según los registros del Ejército, Estévez integró la Compañía de Infantería 25 con asiento en Darwin. Su recuerdo va más allá del soldado. "No es porque sea mi hermano, pero es bueno que la historia se sepa. Fue un modelo", dijo María Julia Estévez.
Rodríguez, que lo vio morir, lo recordó de esta manera: "Es la única persona que conozco que antepuso los valores de la Nación por delante de los suyos. Verlo combatir era ver a un valiente".
La bala que lo mató pudo ser para él. Pero Estévez quiso morir en las Malvinas. Diecisiete años después, el grupo de soldados a los que les hablaba de unidad hasta la muerte en el campo de batalla sigue unido.
Quizás algo de todo eso intuyan quienes se detienen frente a la carta, rescatada entre las pertenencias que quedaron en el campo de batalla. Como la de muchos otros que dieron su vida.
Un homenaje poco común
El presidente de Subterráneos de Buenos Aires, Alejandro Nazar Anchorena, explicó el origen de la inusual exposición.
"Yo seguí con mucho interés la Guerra de las Malvinas. Me enteré de la carta de Estévez por el libro La campaña de Malvinas , escrito por unos españoles. Me pareció muy emotiva y como también se iba a exhibir material sobre el Crucero General Belgrano, pensé que podría resultar de interés para la gente. Se pensó en rendir homenaje a quienes murieron por la patria", dijo.
También evocó a Estévez, quien fue su jefe en la guerra, y el teniente coronel Carlos Daniel Esteban, hoy con destino militar en el Chubut.
"Fue un brillante soldado y un hombre muy valiente. Fue condecorado post mortem con máximos honores. Es difícil olvidar a una persona como él."
A un padre
Este es el texto completo de la breve carta que el teniente Estévez escribió el 27 de marzo de 1982, días antes de partir para las Malvinas y dos meses antes de morir en combate.
"Querido papá:
"Cuando recibas esta carta, yo estaré rindiendo cuentas de mis acciones a Dios Nuestro Señor. El, que sabe lo que hace, así lo ha dispuesto: que muera en el cumplimiento de mi misión. Pero, ¡fijate vos qué misión! ¿No es cierto? Te acordás cuando era chico y hacía planes, diseñaba vehículos y armas, todos destinados a recuperar las islas Malvinas y restaurar en ellas Nuestra Soberanía? Dios, que es un Padre generoso, ha querido que éste, su hijo, totalmente carente de méritos, viva esta experiencia única y deje su vida en ofrenda a nuestra Patria.
"Lo único que a todos quiero pedirles es: que restauren una sincera unidad en la familia bajo la Cruz de Cristo. Que me recuerden con alegría y no que mi evocación sea la apertura a la tristeza. Y, muy importante, que recen por mí.
"Papá, hay cosas que en un día cualquiera no se dicen entre hombres, pero que hoy debo decírtelas: gracias por tenerte como modelo de bien nacido, gracias por creer en el honor, gracias por tener tu apellido, gracias por ser católico, argentino e hijo de sangre española, gracias por ser soldado, gracias a Dios por ser como soy, y que es el fruto de ese hogar donde vos sos el pilar.
"Hasta el reencuentro, si Dios lo permite. Un fuerte abrazo. Dios y Patria o Muerte. Roberto."