La carta que conmovió a "Pampita"
Escrita por el poeta Cristián Warnken, fue publicada en El Mercurio
Entre las muchas expresiones de condolencias recibidas por Carolina "Pampita" Ardohain y Benjamín Vicuña tras la muerte de su hija, Blanca Vicuña, se destaca una carta escrita por el poeta y conductor de televisión chileno Cristián Warnken. Publicada el jueves pasado en uno de los blogs del diario chileno El Mercurio, la carta fue retuiteada anteayer por la propia "Pampita".
Con el título "Una luz tan blanca", la carta está expresamente dirigida a Blanca Vicuña, fallecida el sábado pasado, y tras dar vueltas sobre la idea de que "los niños vienen al mundo para hacernos preguntas que no podemos contestar", Warnken ahonda en el dolor que las preguntas abiertas por la muerte de un hijo les plantea a sus padres.
A continuación, parte del texto de la carta: "Hay una pregunta que es la más difícil de todas, la más dura, la más radical de todas: y es la que a veces nos hacen ciertos niños al partir antes que nosotros de esta tierra. Esa pregunta sí que no tiene respuesta, esa pregunta es un hoyo negro en nuestro costado, un hoyo negro más vasto y vertiginoso que los hoyos negros del cosmos. Esos niños son de la raza de El Principito, que dejó solo al aviador en pleno desierto, sin haberle advertido nunca que se iría para siempre. No hubiéramos esperado eso de nuestros niños: que nos dejaran al descampado con una pregunta que quema, que duele, que clama al cielo. Entonces miramos alrededor nuestro buscando responderla, y todos nos ofrecen respuestas hechas, y nos pasamos rápidamente al bando de los niños desilusionados de las respuestas muertas.
"Y ahí comienza el milagro: que la ausencia de nuestros niños nos hace niños otra vez. Tenemos que nacer de nuevo, de golpe. Desde el dolor de no poder contestar. Tal vez esos niños y niñas vinieron a la tierra para que comenzáramos a llenarnos de preguntas imposibles. Preguntas que tal vez lograremos contestar cuando nuestro corazón se haga niño, pero ése es el órgano que más demora en volver a nacer. ¡Ahí nos damos recién cuenta de lo duro que se ha vuelto nuestro corazón! Nuestros niños que partieron antes tienen que tenernos paciencia, tienen que esperarnos hasta que lleguemos al punto del misterio donde están ellos. Y digo misterio, no digo verdad. Los niños son del misterio, no de la verdad.
"Pero, ¿podremos desaprender tanto que nos llenemos un día, sin darnos cuenta, de preguntas nuevas y limpias, como un árbol se llena súbitamente de pájaros? Yo tengo la esperanza de que eso ocurrirá, porque hay un dolor que también es luz. Es la estela de luz que dejan tras de sí los niños que partieron, niños cometas, niños estrellas fugaces. Es la única luz que puede iluminarnos cuando las preguntas angustiosas se agolpan dentro nuestro y no nos dejan dormir. Y esa luz es una luz sin porqué, una luz sin cuándo, una luz sin cómo, una luz tan blanca..."
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