La capital del dos por cuatro, escenario de un gran festival
En pocas horas se agotaron 20.000 entradas gratuitas; el público danzó al pie del escenario
Los porteños y extranjeros volvieron a disfrutar de otra jornada de tango en el Centro de Exposiciones y bailaron bien cerca de las parejas que disputaban las rondas clasificatorias de la categoría Tango Salón en el Tango Festival y Mundial 2011. El Ministerio de Cultura de la ciudad anunció que se agotaron las 20.000 entradas gratuitas entregadas en la Casa de la Cultura para las rondas semifinales y finales de esta novena edición del certamen.
Compitieron ayer 325 parejas, la misma cantidad que subirán hoy al escenario. Luego pasarán 71 a la semifinal, a las que se les sumarán 29 ganadoras de las subsedes internacionales y nacionales del Campeonato de Baile de la Ciudad.
El ministro de Cultura, Hernán Lombardi, aclaró: "La decisión de haber declarado al tango patrimonio de la humanidad renovó el entusiasmo de argentinos y extranjeros por la que es nuestra música ciudadana por excelencia".
Mientras los profesionales pugnaban por un puesto en las semifinales en la pista María Nieves, otras parejas bailaban al son de la misma melodía en una pista dispuesta para quienes se animaran a ensayar unos pasos, aunque de forma más distendida y lúdica, gracias a la ausencia de las miradas críticas del jurado.
Jorge Casariego y su esposa, Tori, oriunda de la provincia española de León, son fanáticos del tango y asisten al evento todos los años. "Es inexplicable lo que se siente bailar tango", dijo ella. "Yo vine a la Argentina a los 19 y por esa época sólo sabía los pasos básicos."
Jorge y Tori se casaron, y a los 20 años de haber contraído matrimonio empezaron a bailar, lo que demuestra cabalmente que una afición como ésta se puede adquirir a cualquier edad y en cualquier país.
"Me gusta ver a los extranjeros", dijo Jorge, que, con una sonrisa, aclaró: "Y siempre le pido permiso a mi señora para bailar con alguna que otra chica".
Al margen de la pista para novatos, donde se deslizaban argentinos y extranjeros –algunos con más gracia que otros– una pantalla gigante reproducía en vivo los trajes negros y peinados engominados de los participantes masculinos y las lentejuelas relucientes de los vestidos de sus elegantes parejas que descollaban en la pista principal.
El cambio de bailarines era tan vertiginoso que costaba llevar la cuenta. El menor descuido era suficiente como para que el espectador perdiera una ronda. Parejas de Canadá, Colombia, Chile, Japón y Rusia iban desfilando ante un público cálido y expectante al ser presentados por el maestro de ceremonias, que ponía a prueba sus habilidades lingüísticas cuando daba a conocer las nacionalidades de los concursantes.
Si bien sorprendió la falta de jóvenes porteños, una muestra de Carlos Gardel en la sala contigua, "Del hombre al mito", de Walter Santero y Gustavo Segú, servía de recordatorio, como si hiciera falta, de que esta ciudad sigue siendo la cuna del tango.
Es inevitable la comercialización relacionada con este género musical y baile, cuyos comienzos rioplatenses datan de los fines del siglo XIX, con la gran influencia de inmigrantes que recalaron en Buenos Aires, en una época dorada para el país.
Había de todo en la feria: zapatos tangueros, sombreros, babuchas, blusas, camisas para bailar "estés donde estés", según decía el logo. Tampoco faltaban artesanías en forma de llaveros, abanicos, collares y aros. En cuanto a la oferta de lectura, Gardel acaparaba los estantes, junto con libros de cafés antiguos como el Tortoni, manuales de zonceras argentinas y diccionarios de lunfardo para los que quieren ponerles un acento auténtico a sus pasos.
A falta de espacio en la pista, el uruguayo Antonini Perrera y su pareja brasileña, Sergina, no se desanimaron y se hicieron un lugar al costado. Ambos, descendientes de africanos, contaron a La Nacion que están festejando el Año Internacional de los Afrodescendientes y se refirieron a las raíces africanas del tango. "Nos conocimos bailando y no nos separamos más", dijo Antonini. "Bailamos en cualquier lado y hasta descalzos", agregó, en referencia a la pista colmada.
"Lo que más nos importa es la cultura, poder interactuar y demostrar que convivimos y compartimos", afirmó Sergina, antes de guiar a su futuro marido a la pista al ver que se había generado un hueco para que ellos pudieran bailar.
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