"La calle es una locura": caos en Once y la avenida Avellaneda por las compras navideñas y el paro de trenes
"La calle es una locura", protestó Hernán Grinson, de 34 años, que caminaba con una bolsa de consorcio cargada sobre su hombro. Se acababa de bajar de un taxi en Plaza Miserere, en Once, porque el tránsito no avanzaba.
Al flujo habitual de vehículos, esta vez se sumaron el apuro de la gente por comprar los regalos para las fiestas de fin de año, cinco cortes de tránsito en el centro porteño y un paro de trenes que se levantó recién a las 12.
"Ya desde la semana pasada esto es un loquero. Un lío de autos, gente, motos, colectivos. Es así todos los años y este, a pesar del coronavirus, se ve que no será la excepción", describió Mario Vitti, de 48 años, que atiende en una regalaría en Once. Este movimiento de gente preocupa porque se avecinan las Fiestas y las vacaciones de verano.
Por el paro de trenes, que afectó a 250.000 pasajeros, desde temprano se habían formado extensas filas en las paradas de colectivos y los usuarios afectados comenzaron a impacientarse. Las veredas de las principales terminales ferroviarias se encontraban copadas por miles de personas. Según informó el Ministerio de Transporte de la Nación, se reforzó la circulación de 33 líneas de colectivo para atenuar el impacto de la medida de fuerza e intentar que la gente no viajara apretada.
"Y acá estamos: hace un calor tremendo, más el barbijo, más el cansancio del año y uno se viene a enterar de que no hay trenes. Necesitaba subirme al Sarmiento. Ahora no tengo ni idea de cómo voy a seguir mi día. Ya llamé a mi socio porque no voy a llegar a hacer ni la mitad de las cosas que tenía pensadas para hoy. Pero uno igual está acostumbrado, estas cosas pasan todo el tiempo, siempre la ligamos nosotros", se lamentaba Pablo Moscaro, de 49 años. Estaba esperando el colectivo de la línea 164 a las 11. En ese horario ya no había largas filas en las paradas, a diferencia de lo que sucedió en las primeras horas de la mañana.
"Vengo del oeste para vender acá en Miserere unas artesanías. Salí a las 7, me subí al colectivo 7.30 y llegué acá a las 10.10, una locura. Qué vamos a hacer, uno sale de la casa y sabe que puede pasar cualquier cosa", se resignó Emilio Zapata, de 51 años.
Las bocinas y el ruido de los autos generaban un barullo intenso en las inmediaciones de la Plaza Miserere. Según la Secretaría de Transporte de la ciudad, el flujo de autos es casi igual al que había antes de la pandemia. Por las autopistas porteñas, hasta las 10 de hoy circularon 70.000 vehículos, lo que significó un aumento del 10% respecto al martes pasado y representa el 87% del tránsito habitual que había antes de iniciarse el aislamiento social.
Cerca de la estación Once las personas iban y venían con bolsones de mercadería y bolsas de regalo que habían comprado en los locales o en la calle. Cristina Gutiérrez, de 46 años, caminaba a paso lento. Bajo un brazo tenía una caja navideña que le entregaron hoy en su trabajo y con la otra mano llevaba una bolsa con seis kilos de carne para comer en Navidad junto a su familia.
"Estos días son así. Se acumula todo y no alcanzan las horas. Hay mucha gente en la calle. Yo trabajo acá a 15 cuadras en un consultorio odontológico y esta semana se notó mucho el aumento de personas circulando. Me di cuenta por la cantidad de gente que se acumula en la puerta de los locales", describió Gutiérrez.
"Vine a comprar los regalos para mis nietos. Estas fechas son así, todo está colapsado. El tema es que la gente busca ofertas y acá hay muchas. Unas amigas vinieron el fin de semana y me dijeron que era una locura la cantidad de gente. La gran mayoría usa barbijo por lo que veo, pero es peligroso", relató Maríaa Muñoz, de 67 años, que se encontraba haciendo las compras en la Avenida Avellaneda al 2800, en el barrio de Flores.
Allí, a pocas cuadras de la Avenida Nazca, el transito era bastante caótico y las veredas estaban aún más congestionadas. Muchos locales tenían una mesa colocada en el ingreso para impedir que los clientes entraran y los atendían en la misma línea que las vidrieras. Frente a los negocios estaban los manteros, que al ocupar más de un metro del ancho de la vereda convertían en todavía más estrecho el corredor para los peatones.
"Acá hay mucha gente, pero en años anteriores había aún más. El tema es que hay poca plata y, además, nos desacostumbramos a ver gente. Apenas vemos un grupo grande nos sorprendemos", indicó Marcelo Grosky, un comerciante de la zona.
Desde la Agencia Gubernamental de Control de la ciudad, señalaron a LA NACION que hay operativos para que la gente mantenga la distancia en las zonas de gran circulación, pero no dieron más detalles sobre lo que harán en los próximos días.
En la estación Constitución el panorama era similar. En la entrada y la salida de la terminal, los agentes de la Policía Federal aún pedían el permiso para circular. En la ciudad, según fuentes del Ministerio de Justicia y Seguridad porteño, se controla que los pasajeros sean esenciales a través de la SUBE, pero ya no habrá agentes controlando dentro del transporte.
"Acá todavía se controla a los que suben y bajan del tren. Igual creo que cualquiera hoy en día tiene un permiso", argumentó Juan Silvestre, de 29 años, que trabaja en la limpieza de la estación. "¿A los sindicalistas que hicieron el paro sabés a dónde los mandaría?. Terminar este año de esta manera, con un paro complicándole la vida a los laburantes, no va", se quejó Juan López, de 55 años, que hacía una larga fila en la parada del 59.
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