La caída del 105 al Riachuelo: a 90 años de la mayor tragedia tranviaria de la historia argentina
Era una mañana fría y lluviosa la de aquel sábado 12 de julio de 1930. A las 5 de la mañana, un tranvía de la línea 105 arrancaba su recorrido desde la estación de Lanús con destino a Plaza Constitución. Poco más de una hora más tarde, el vehículo debía cruzar el Puente Bosch, que atravesaba el Riachuelo. Pero la espesa niebla, una falla técnica y la fatalidad hicieron que ese móvil cayera a las oscuras aguas de ese río. Murieron 56 personas, y fue la tragedia tranviaria más importante de la historia argentina.
Las noticias de aquel sábado de julio estaban focalizadas en el acontecimiento que sucedería al día siguiente, el comienzo del mundial de fútbol en Uruguay. También, en el terreno de la actualidad, se hablaba de la crisis económica y la inestabilidad política de la presidencia de Hipólito Yrigoyen. Pero todo eso quedaría en segundo plano en ese amanecer, cuando se produjo el accidente tranviario que conmovería a todo el país.
La unidad 75 de la línea de tranvías 105 de la Compañía Tranvías Eléctricos del Sur estaba, como era habitual los sábados bien temprano, atestada de pasajeros. Sus 36 asientos estaban ocupados y venían además personas paradas.
Trabajadores de frigoríficos, obreros de fábricas y empleados de diversos talleres formaban parte del pasaje, que por su cariz popular llevaba el apodo de tranvía obrero. Además, venían el conductor y el guarda, por lo que ese vehículo del transporte público de entonces llevaba en su interior unas 60 personas.
Algunas crónicas señalan que la hora de la tragedia fue a las 6.15 de la mañana. Otras, unos minutos más tarde, el caso es que alrededor de ese horario el tranvía citado daba la última curva antes de ingresar al puente Bosch. La niebla espesa del Riachuelo, en ese momento, se sumaba al pésimo clima que aquejaba al conurbano bonaerense y a la capital esa mañana y producía dificultades en la visibilidad.
El accidente
El citado puente tenía uno de sus tramos levadizos, para permitir el paso de diferentes embarcaciones que circulaban por el Riachuelo. Esto fue lo que terminaría desencadenando la tragedia. Manuel José Rodríguez, un español de 68 años, era el encargado de activar la elevación del tramo del puente y eso fue lo que hizo esa mañana, para permitir el paso de la chata petrolera Itaca II.
Juan Vescio, un italiano de tan solo 31 años, era el motorman del tranvía. Cuando, a pesar de la densa niebla, pudo advertir las luces que anunciaban que el puente estaba levantado, fue demasiado tarde.
Según la reconstrucción del hecho que realizaron posteriormente los peritos, el hombre quiso activar los frenos, pero el sistema no respondió por hallarse desgastado por el uso. Quizá por la desesperación, el conductor no se dio cuenta de desconectar la llave general del vehículo, que lo podría haber hecho detener.
Fue entonces cuando el vehículo siguió de largo, llegó hasta el extremo del tramo elevado del puente y se precipitó a las aguas del Riachuelo. Y ya no hubo mucho por hacer. 56 de los 60 ocupantes del vehículo perecieron por el golpe o ahogados. Solo cuatro personas pudieron salir con vida de la dolorosa tragedia.
"Fue tan rápido que apenas pude reaccionar. Estaba braceando en el Riachuelo luego de golperame con el vidrio de la ventana del tranvía", narraba en ese entonces el italiano Remigio Benadassi, de 56 años, uno de los pocos sobrevivientes del accidente, según lo consigna la crónica del hecho realizada por la revista Caras y Caretas.
Las víctimas
Bomberos, policías y buzos del Ministerio de obras públicas se acercaron inmediatamente a socorrer a los accidentados, aunque poco pudieron lograr con sus esfuerzos. En una lancha aportada por los bomberos voluntarios de la Boca se fueron depositando los cuerpos sacados de las, ya en ese entonces, sucias aguas del río que separa la capital de la provincia de Buenos Aires. A las 13.30 de ese mismo día ya habían sido llevados a la superficie los cadáveres de 48 hombres y 5 mujeres.
Entre las víctimas de la caída se encontraba el propio motorman, que dejaba cuatro hijos y a su mujer embarazada, el guarda de la unidad, Ángel Rodríguez.
También había perecido un joven muchacho de 14 años, que inspiró una triste crónica del poeta Raúl González Tuñón en el diario Crítica, en la que señalaba que ese "obrerito" llevaba en un bolsillo un sandwich de milanesa, "seguramente sobra de la comida del día anterior".
Al lugar de la tragedia se acercaron esa misma mañana, además de los curiosos de siempre, personajes notorios como el intendente de la ciudad de Buenos Aires, José Luis Cantilo, el jefe de policía porteño, coronel Graneros, el ministro de Gobierno de la provincia de Buenos Aires, Rodríguez Irigoyen y el intendente de Avellaneda, Alberto Barceló.
Al día siguiente, el tranvía 75 de la línea 105 fue retirado de las profundidades del Riachuelo. Lo secaron, le cambiaron los motores, le pusieron otro número -sería el 575- y lo volvieron a hacer circular. Se mantuvo en circulación hasta entrada la década del 40.
La tragedia inspiró poco tiempo más tarde al director cinematográfico argentino Tulio Demicheli, que realizó una película llamada Dock Sur, del año 1953, en la que relata los conflictos que trajeron a los familiares de las víctimas el cobro de la indemnización por el accidente.
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