CÓRDOBA.- Hasta el último momento, Zulma Villalón creyó en la inocencia del hombre del que se había enamorado 22 años antes. Tan convencida estaba que, cuando ya se había desatado la cacería para dar con él, ella se presentó en los Tribunales de Córdoba con uno de sus hijos y ofreció que le sacaran sangre para un examen genético que, pensaba, sepultaría todas las sospechas que a esa hora habían convertido a su esposo en el enemigo público número 1 de la provincia.
La ciencia criminalística le daría una bofetada: con la sangre del chico y el ADN obtenido de un pelo en un peine y de un cepillo de dientes se confirmó que el semen hallado en algunas de las víctimas del violador serial que hacía años asolaba la zona de Nueva Córdoba era de Marcelo Mario Sajen, la bestia, el sátiro del identikit que el entonces gobernador, el recientemente fallecido José Manuel de la Sota, blandía mientras afirmaba que el sospechoso había sido identificado y estaba cercado. Que él era quien había violado, en dos períodos, entre 1991 y 1999 y entre 2002 y 2004, a casi un centenar de mujeres.
Pero Sajen se reservó para sí definir el final de la historia: "Marcelo Mario Sajen, de 39 años, se disparó en la sien con una pistola calibre 11.25 en el jardín de una vivienda ubicada en Tío Pujio al 1800 del barrio Santa Isabel", rezaban las crónicas periodísticas del dramático desenlace de aquel 28 de diciembre de 2004. Se supo cercado y tenía claro que no iba a volver a la cárcel. Murió la mañana del 30, solo unas pocas horas antes de que se desencadenara una de las peores tragedias de la Argentina: el incendio de República Cromañón.
Por estos días comenzó a filmarse La noche más larga, una película sobre el caso, basada en el libro La marca de la bestia, escrito en 2006 por los periodistas Dante Leguizamón y Claudio Gleser. El cordobés Daniel Aráoz le pondrá cuerpo y voz a ese depredador sexual que durante años no tuvo nombre. Un hombre de doble vida: en su casa, "un excelente padre", como lo calificó la madre de sus seis hijos; en las calles oscuras, un monstruo corpulento que aparecía, violaba y se esfumaba.
Desde 2002, las chicas jóvenes se cuidaban de caminar por la zona del Parque Sarmiento para llegar a la Ciudad Universitaria porque ese era el coto de caza del violador. Entre 1991 y 1997 se habían registrado ataques similares en el barrio San Vicente y alrededores y la incógnita era si se trataba del mismo hombre.
Horas antes de que, rodeado por la policía, se disparara en la sien, la Justicia reveló que Sajen había violado a 93 mujeres en 80 ataques callejeros (llegó a abusar de hasta de tres jóvenes en un mismo hecho) entre 1991 y 2004. El lunes 27, un día antes, había violado a otra mujer.
Sajen medía 1,70 metros y pesaba 80 kilos. Formó dos familias; las mujeres de él se conocían entre sí y tenía ocho hijos: cinco varones y tres mujeres. Vivían todos a pocas cuadras. El Turco, como le decían sus amigos y conocidos, solía decir: "Antes de ir preso otra vez, me meto un tiro". A mediados de los 80 estuvo detenido por una violación, y en el 99, por un robo.
"Ya estoy jugado, solo quiero que no mezclen a mi hermano, que no tiene nada que ver", pidió a los dos agentes que entraron a la casa donde estaba escondido.
El jueves 23 de diciembre la policía allanó una de sus viviendas del barrio Villa Urquiza. Justo antes (gracias a un "soplón"), Sajen se escapó. Nunca pensó que una de sus mujeres accedería a que le hicieran el ADN a su hijo de 17 años. Esa prueba -junto a la de los cabellos recogidos en la casa- confirmó que él era el violador serial. Dejaba de ser un fantasma, un conjunto de rasgos volcados en un identikit sobre la base de los testimonios de las víctimas, que en la mayoría de los casos apenas lo habían podido ver.
Años de terror
Su manera de atacar y el perfil de sus víctimas no cambiaron en la década en que Sajen sembró el terror en las calles cordobesas. Elegía mujeres de menos de 30 años, no más altas que él y de contextura pequeña, a las que podía dominar físicamente. Con la mano derecha las agarraba; en la izquierda tenía una pistola o un cuchillo. Actuaba de noche y les prometía a sus víctimas que no les pasaría "nada". Caminaban juntos muchas cuadras -no importaba si había gente- hasta un baldío, donde las violaba. Y las abandonaba luego de robarles lo que tuvieran.
"Abrazame como si fueras mi novia. No me mires si no querés que te mate. Portate bien que no te va a pasar nada malo". Así cuentan Leguizamón y Gleser en su libro La marca de la bestia la estrategia de ataque de Sajen.
¿Por qué el caso del violador serial tardó tanto en trascender? Porque en los primeros años las denuncias eran pocas, estaban en distintos juzgados y nadie las vinculaba entre sí. Recién en 2003 se empezó a tejer un hilo conductor. Un año después, una víctima -que se presentó con el nombre ficticio de Ana- viralizó el caso por medio de un correo electrónico.
La chica, de 20 años, estudiante, contó que un hombre (Sajen) la abordó en una transitada avenida de Nueva Córdoba y, amenazándola con que la "cortaría toda", la llevó hasta un baldío y la violó. "Hace tres años decidí venir a estudiar a Córdoba... con todo lo que eso implica... dejar mi familia, mi lugar, mi casa, para hacer realidad mi sueño de independizarme, de empezar a armar mi vida...". Así se presentaba Ana, para después contar el horror.
"A vos te atacó el violador serial... no sos la primera chica a la que lleva a ese lugar", dijo Ana que le señalaron en la comisaría. "No anden solas, no se descuiden, no confíen en la policía... tenemos que estar preparadas y mentalizadas de que si alguien nos llama de atrás, nos pone una mano en el hombro o nos agarra, la única forma de zafar es gritando, tirándote al piso, abrazando a alguien que ande por ahí, metiéndote en un negocio o, simplemente, corriendo...". El mailde Ana fue reenviado miles de veces.
¿Quién era, cómo actuaba con tanta impunidad, cómo resultaba imposible cercarlo? Las investigaciones eran caóticas y los identikits confeccionados -se supo después- estaban lejos de señalar un parecido con Sajen.
Ante la sospecha de que el violador fuese un policía, el gobierno ordenó "ADN para todos".
La psicosis no tenía freno. Gustavo Camargo, un verdulero, estuvo 41 días preso. Una víctima lo vio parecido y lo denunció. Lo salvó su ADN. Fue el que más tiempo detenido estuvo de los varios que vivieron situaciones similares.
El 9 de septiembre de 1985, Sajen violó por primera vez; fue en Pilar, una localidad a media hora de la ciudad de Córdoba. Cayó preso y fue condenado a seis años de prisión. El secretario del juzgado que llevó ese caso era Juan Manuel Ugarte, que en 2004 fue el fiscal de la causa del violador serial.
Sajen salió libre a los cuatro años y retomó los ataques en 1991, con la misma modalidad que usó en Pilar. La serie se cortó en 1999, cuando fue preso por asaltar una pizzería. Antes de entrar armado al local había violado a una chica. Salió en 2002. Volvieron los ataques.
En septiembre de 2004, Ugarte (hoy es juez) se hizo cargo de la causa. Tomó en cuenta la "ventana de tiempo" en que no hubo ataques y dedujo que el violador había estado preso. Ahí, Sajen apareció entre varios sospechosos. El 28 de diciembre un excompañero de cárcel llamó y lo delató, movido por la recompensa de 50.000 pesos que estaba vigente. Fue el final.
"Pido disculpas en nombre de mis hijos y mío. Por favor no sientan odio ni rencor contra mí y contra mis hijos", clamó Zulma. Ella también se quiso suicidar: desconocía que había convivido con un monstruo.
La noticia en LA NACION
Fisonomía de un agresor inagotable
- El final le llegó a los 39 años; había formado dos familias y tenía ocho hijos: cinco varones y tres mujeres. Su segunda esposa, Zulma Villalón, con la que estuvo casado 22 años, lo calificó como "un excelente padre".
- A los 20 años, en 1985, violó por primera vez: fue en la localidad cordobesa de Pilar. Por ese hecho fue detenido y condenado a seis años de prisión. Salió en 1989.
- En 1991, comenzó una serie de violaciones en el barrio San Vicente y sus inmediaciones. Todos los ataques parecían calcados: un hombre de un metro setenta, corpulento, aparecía por detrás de sus víctimas, las abrazaba como si fuesen novios y, bajo amenaza de muerte, las obligaba a caminar unas 15 cuadras hasta un baldío, donde las sometía. Los casos se multiplicaron y "el violador serial" se convirtió en una amenaza conmocionante.
- En 1999, Sajen cayó por el robo a una pizzería. Antes, había violado a una chica. Esta vez pasó tres años en prisión. Al salir, en 2002, retomó sus cacerías nocturnas.
- Entre 2002 y 2004 se convirtió en un depredador insaciable; su coto de caza se centró en el Parque Sarmiento y sus víctimas eran, mayormente, chicas que iban a la Ciudad Universitaria.
- El fiscal Juan Manuel Ugarte, que tenía el caso, había sido secretario del juzgado que atrapó a Sajen por primera vez. Al analizar las circunstancias de los ataques, descubrió una particularidad: hubo dos épocas sin ataques; supuso, entonces, que el violador había estado preso en esos años. Así apareció en el radar el Turco.
- El 22 de diciembre de 2004, Sajen iba en un Fiat Uno blanco con su hijo mayor y la policía lo paró en un control rutero. El fiscal Ugarte ya lo tenía en la mira. No lo detuvieron, pero él sospechó; se tiñó de rubio y se fue de su casa. Seis días después lo rodearon; se disparó en la sien.
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